Arroyo Calderón

GUADALAJARA, JALISCO (15/JUN/2014).- Al Sur del cerro El Pandillo, que se eleva a 2,050 metros, escurre el bizarro arroyo El Sabino, que pasando Juntas de Abajo lo engruesa El Ocotillo y al acercarse a Pochotes toma el nombre, “Calderón”, en honor a la legendaria y hermosa hacienda que vibró en aquel valle acatiquense. Pasando Presa de Nieves, alimenta la presa La Red, luego continúa su discreto serpenteo entre gruesos sabinos, follaje interrumpido por el puente arqueado del camino a Capilla de Milpillas, los sabinos acompañan al arroyo poco antes de alimentar a la presa Calderón o Ingeniero Elías González Chávez, registrando los 1,700 metros de altura.

En 1865, Albino Lomelí anotó: Ríos. El que hace su travesía a orillas de ese lugar (Acatic) se conoce con el nombre de S. Francisco de Tepatitlán, corre de Oriente a Poniente… Hay otros dos ríos que marcan los límites de esta municipalidad con los de Cuquío e Ixtlahuacán del Río y se le llama Río Verde, el otro es dividir con la municipalidad de Tepatitlán y Zapotlanejo por parte del Sur y se conoce con el nombre de Calderón”.

Una radiante mañana me dirigí a Acatic, me dio la bienvenida la preciosa estancia Piedra Amarilla, su fachada principal con cinco arcos dóricos en medio punto, sobre columnas redondas y su arcada en altos, con dobles columnas y vanos ovalados arriba. De la estancia me seguí por el sendero aledaño, que después de curvear una loma me mostró la bonita presa Calderón, larga, muy larga, que se extendía entre dos pequeñas mesetas. Regresé a la carretera para continuar con dirección Norte, y a un corto tramo viré a la derecha, para mirar la presa desde otra perspectiva, sus aguas bañaban parte de la cimentación que sostuvo por siglos la encantadora hacienda Calderón o también conocida como “Hacienda Vieja de Calderón”. Me acordé con nostalgia de mi última visita a la sensacional hacienda, con vistosa arcada en su segundo nivel, de medio punto, soportada por columnas cuadradas y capiteles dóricos, corredor que dominaba el valle vecino. Los altos arropaban los aposentos de los hacendados. Al salir de la hacienda llegó una maquina a derrumbarla. Me senté en una piedra a contemplar el sosegado espejo,  animado por cercetas, garcetas y gallaretas, que cantaban al agua.

José Jazo Reyes nos platica: “A la Hacienda Vieja Calderón llegué a impartir clases a la edad de 18 años y salí de allí a los 26 años de edad. Trabajaba con alumnos de primero a sexto grado. Durante mi estancia en dicha ranchería, les llevé al aula, a mis alumnos, una imagen escultura de la Inmaculada Concepción que el Sr. Cura Vicente Magallón, párroco de Acatic, consagró como Nuestra Señora de Calderón y cada 16 de diciembre se le hacia una sencilla fiesta. Se oficiaba la Santa Misa y se realizaba una kermés; a la que asistían los vecinos de las rancherías de Rancho Nuevo, Chivatero, La Resolana y los de la hacienda donde estaba la escuela”.

De regreso en la carretera, al llegar a Tierras Coloradas y vaya que son coloradas, me desvié por el camino a Capilla de Milpillas y, al bajar a una cañada un hermoso cordón verde, verde olivo, me delató el arroyo Calderón, que zigzagueaba con gracia un plan que abrazaba la cañada. Antes de aproximarme al puente, caminé emocionado por un potrero para conocer el legendario arroyo, gruesos sabinos lo embellecían, el arroyo reflejaba con gusto el esplendido follaje de sus compañeros, que apenas permitían la filtración de uno que otro rayo astuto. Al murmullo del arroyo se agregaban trinos de gorriones, tordos y pinzones. Caminé plácidamente por la vera, arroyo arriba, admirando cada espacio de verdor y agua, inmovibles espejos de ramas, que sombreaban las piedras traslucidas del lecho.

Pasando El Chivato saludé a unos niños que paseaban en sus bicicletas por un atractivo sauzal, luego observé unos cormoranes y unos patos en la presa.