Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Un brillante símbolo de la pujanza y talento de la ciudad

Arcos de Querétaro, monumental asombro

Construidos como una necesidad de la ciudad, con el paso de los años se transformaron en un brillante símbolo de su pujanza y talento

Por: EL INFORMADOR

El marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana encaró la empresa de construir el acueducto. EL INFORMADOR / J. Monroy

El marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana encaró la empresa de construir el acueducto. EL INFORMADOR / J. Monroy

GUADALAJARA, JALISCO (07/JUN/2015).- Cada ciudad forja sus símbolos y marcas, algunos de ellos se crean a través de la historia y otros con un simple desplante de belleza; nuestro país, rico en ejemplos de este tipo, guarda tesoros destinados a la contemplación y, entre ellos, uno de los más conocidos es el acueducto de Querétaro, construcción que ha llegado a significar un hito en la arquitectura de México y que, gracias a su riqueza histórica e influencia en el trazado urbano de la urbe donde se edificó, es un imán para viajeros de todas latitudes que, por cientos, le visitan a diario y se toman fotografías con la magna obra como escenario.

Se trata, claro, del gran atractivo turístico de Querétaro que, durante siglos y debido a su cercanía con la capital del país, ha sido una ciudad descollante por su importancia estratégica en lo comercial y lo político, fue cuna de hombres célebres, sede de episodios fundamentales de la historia nacional y hogar de monumentos inolvidables.

Obra admirable


El canal inicial del acueducto —de unos 5 kilómetros de longitud— va del manantial de La Cañada hasta los arcos, es un tramo que corre de oriente a poniente y actualmente está oculto en parte bajo la carretera de Querétaro a Tequisquiapan; la parte visible y más famosa, la arquería, mide aproximadamente 1.3 kilómetros y presenta 75 arcos de cantería rosa y mampostería (el último se construyó después, por el Ingeniero Salvador Álvarez), cuya altura máxima es de cerca de 28 metros (sobre el nivel del terreno).

El canal final, que parte donde termina la arquería llega hasta el convento de La Cruz y se esconde entre las bardas de las casas aledañas; al interior del convento hay un pequeño arco antes de los aljibes de almacenamiento y la fuente se encuentra 170 metros más adelante.

Para la mampostería se usaron rocas volcánicas sin desbastar y en las aristas de las pilastras y arcos se montaron piezas de cantera rosa labrada que adornan la arquería; la cal no era del lugar y las arenas son de origen volcánico, lo que explica la excelente condición que presenta hoy día el acueducto.

Historia monumental

No es un misterio que la ciudad de Querétaro era una de las comunidades más prósperas y bellas de la Nueva España, que alcanzó su más alto grado de prosperidad en el siglo XVIII; con todo, carecía de un eficiente servicio de agua corriente —sus viejos canales y cañerías estaban contaminados— y se dice que ante una queja de las monjas capuchinas, el marqués que regía la ciudad encaró la empresa de construir el acueducto (la leyenda, por otra parte, habla de que se enamoró de una monja a pesar de ser casado).

Este marqués era Juan Antonio de Urrutia y Arana y, de parte del Ayuntamiento, recibió la promesa de contar con 25 mil pesos; así, comenzó la búsqueda en los alrededores para dar con la fuente que surtiría de agua limpia a la ciudad, y se eligió el Ojo de Agua del Capulín, en el poblado de La Cañada.

Tras los estudios del terreno que hizo el ingeniero Miguel Mendoza, se construyó una gran poza para captar el agua que en conjunto producían los 18 veneros del manantial, para conducirla por canal hasta la ciudad. Un largo canal de dos leguas llevaba el agua hasta el acueducto que ahora está en Querétaro pero que entonces libraba la hondonada entre la loma occidental de La Cañada y la del convento de La Cruz, y la arquería se diseñó para que el agua llegara por gravedad.

En 1735 el agua alcanzaba a la plazuela de La Cruz, de donde se distribuyó a las fuentes públicas de la ciudad tres años después; la fuente que remata el acueducto es una pila con un muro de piedra rojiza donde resalta la figura de un león de cuyas fauces brotaba el agua (y en la parte superior se colocó escudo real y una imagen de Nuestra Señora del Pilar). La obra se terminó en 1738 y su costo total fue de 125 mil pesos, el marqués aportó más de 88 mil y el resto lo reunieron los vecinos; y no faltaron los festejos para celebrarlo.

Una larga historia por contar


Con sus casi 300 años a cuestas, el paisaje en derredor de la emblemática construcción se ha modificado mucho; a fines del siglo XIX la llegada del ferrocarril a Querétaro hizo pasar sus vías por debajo de uno de sus últimos arcos, poco después se quitaron para evitar su deterioro, y en 1899 se modificó la sección que conduce la acequia para añadir un arco (para prolongar la avenida).

Ya en el siglo XX, el crecimiento de la ciudad envolvió al acueducto y en su eje corre hoy la Calzada de los Arcos (al final, cambia de nombre a Zaragoza); asimismo, cruzan la construcción distintas avenidas y se abrió un paso vehicular subterráneo en la década de los setenta.

Basta con decidirse a ir a Querétaro para admirar esta maravilla arquitectónica del México colonial; el viajero interesado sólo requiere tomar una ruta de camión o un vuelo que le conduzca a la ciudad (su aeropuerto es internacional desde 2004), o bien usar el propio automóvil porque sólo está a 220 kilómetros de distancia de la capital del país.

TOMA NOTA

¿Cómo llegar?

Guadalajara y Querétaro son dos ciudades bien conectadas. Por autopista el viaje es de casi cuatro horas en automóvil particular. Hay líneas de camiones (que salen de la Nueva Central Camionera) que ofrecen el recorrido. Además, es posible viajar en avión.

SABER MÁS

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