Miércoles, 09 de Abril 2025
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Alberto Chimal, el imaginador

Tal como Borges en su cuento There Are More Things

Por: EL INFORMADOR

Cultivador de la narración fantástica, Alberto Chimal (Toluca, Estado de México, 1970) crea universos verosímiles partiendo de los elementos conocidos del mundo, ése que se contempla en los espejos, para arribar a realidades alternas perturbadoras (tal como Borges en su cuento There Are More Things). Particularmente interesante, en este sentido, es su cuento Mogo, en el cual se escribe la experiencia de un niño que vive inmerso en una familia matriarcal, de la que huye inventando que es invisible (o siéndolo), sólo para encontrarse con seres cargados de violencia en un mundo alterno en el que está tanto o más desamparado que en el mundo real. Esta característica perturbadora, pero en este caso, mucho menos dolorosa, se ilustra en el fragmento que sigue:
“Poco después, mientras la señora Clark intentaba montar sobre él y despojarse, al mismo tiempo, de sus medias, Horacio observó que otras prendas, arrojadas más bien con poco cuidado, flotaban en el aire y dibujaban, cerca de la cama, algo muy semejante a un tocador. Para ver qué sucedía, dejó la envoltura del preservativo en donde calculó podría encontrarse la mesa de noche. La envoltura tampoco cayó al suelo”.
Todo esto sucede en el Hotel Hawley, en Adeliade (Australia) a donde ha ido Horacio Kustos, a quien le es destinado el mejor cuarto, en el cual los muebles son transparentes, he tomado el párrafo del cuento Camas de Horacio Kustos incluido en su libro Estos son los días.
Oscar de la Borbolla, escritor mexicano, afirma en su Manual de Creación Literaria (publicado por la editorial Nueva Imagen en el año 2002) que una imagen, cualquiera que sea (da ejemplos visuales en su libro), con el sólo hecho de encontrarse frente a nuestros ojos, invita a reflexionar sobre ella, y así, genera la creación de una historia, partiendo de su posible título. Considero que Alberto Chimal, va más lejos de esta propuesta con la inclusión de Las láminas de Kadousï en su libro Gente del mundo, las cuales constituyen un dispositivo que potencia significaciones con la descripción de un dibujo, lo cual es posible gracias a la conjunción del título, de la imagen y su descripción.  Por ejemplo, la página 45 corresponde a la lámina 689: “Un soldado con armadura (su yelmo tiene la visera levantada) y con la cara vacía: desprovista de facciones”. El título es: nonaomon (Los Que Odiamos El Nombre).
José Luis Zárate, a propósito de Gente del mundo, señala: “Pero el silencio, lo ignoto, la misma ausencia son también capaces de describir. Lo dicen los hermosos dibujos que no están”.
Transcribo del ensayo Las láminas de la Enciclopedia de Roland Barthes un breve párrafo que podría referirse tanto a Las láminas de Kadousï como a Gente del mundo:
“...y sobre todo (y es el interrogante final propuesto por estas láminas), el espíritu analítico mismo, arma de la razón triunfante, no puede menos que doblar el mundo explicado en un nuevo mundo a explicar, según un proceso de circularidad infinita...”.
Este mismo autor menciona que “detrás del pretérito indefinido se esconde siempre un demiurgo, dios o recitante”,  Alberto Chimal adopta esta voz, ya que en sus textos se halla “la expresión de un orden, y por consiguiente de una euforia” (según afirma Barthes líneas después del párrafo transcrito), lo cual se verifica en la narración Los personajes, en la que un escritor recibe la visita de sus personajes abandonados e incompletos pidiéndole violentamente ser incluidos al menos en una historia.
Chimal extrae gran parte de su obra de la imaginación más pura, y hacia ella nos invita: lugares donde las piedras hieren a voluntad y las estaciones prodigan alegría con toda intención, es de ese modo que “marca el campo de una verosimilitud que develaría lo posible en el mismo momento en que lo designaría como falso” (R.B.) tal movimiento en sentidos aparentemente opuestos se realiza en Gente del mundo, ya que se afirma que los textos en él publicados son: “Extractos del tomo segundo de Los dos mil y trescientos y setenta y cinco pueblos que en su conjunto son la Gente del Mundo, o los Vecinos de la Tierra, como se dice en estos tiempos, y sus costumbres y tradiciones, más todo aquello que practican, deploran o desconocen, así como cuanto refieren de sí mismos y del vasto mundo de eras pretéritas o de la nuestra, o aun del futuro”, (escrito) por Damac de Jeramow. (Página 7)
Ante la obra de Chimal, por su riqueza de imágenes y sentido humano, es imposible no adjudicarle las palabras que Barthes dejara escritas en El grado cero de la escritura: “...dar a lo imaginario la caución formal de lo real, pero dejarle a ese signo la ambigüedad de un objeto doble, a la vez verosímil y falso, es una constante operación en todo el arte occidental para el que lo falso se iguala con lo verdadero, no por agnosticismo o por duplicidad poética, sino porque lo verdadero supone un germen de lo universal”.
El cuento de Jorge Luis Borges Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, como más adelante se verá, ejerce una influencia notable en la obra de Alberto Chimal, como puede apreciarse en el número 128 (junio-julio 2004) de la revista Tierra Adentro en su artículo titulado El mundo será Tlön. Sobre un cuento poco frecuentado de JLB, en el cual hace un análisis desde una perspectiva interesante: Si un mundo ajeno al real tomara el lugar de éste, ¿no estaría incurriendo la humanidad en una falsificación que, en estos momentos, mientras leo estas líneas, se está llevando a cabo, sin que este hecho sea del todo imaginario, sino una interpretación del mundo, como todas, arbitraria?, o acaso ocurre, no como una especie de “sed de ficción”, sino como un hecho perfectamente verificable y conscientemente dirigido.
Es posible que Gente del mundo sea un ejercicio diseñado para contestar la extraña pregunta del párrafo anterior.
Hechos, conductas, lugares con nombres nuevos forman el corpus de “epopeyas, leyendas” que Chimal hace aparecer en este universo conocido, al nombrarlos. ¿Y si ése que nombra fuera el mundo real, y no uno hecho de palabras? Ante preguntas como ésta puede afirmarse, negarse, argumentar; de todas maneras, extrapolando la cuestión, nadie estaría en desacuerdo que cierto o falso, todo universo nombrado es sólo una convención –arbitraria, ciertamente-- que carecerá de fuerza o se verá reforzada según el número de personas que estén de acuerdo con ella, pero no dejará de ser una convención arbitraria.
Todo esto no pasaría de ser un divertido juego armado con palabras, si Alberto Chimal no llegara en su reflexión, a dejar en claro, quienes son los que sostienen el convencionalismo de  la realidad imperante: los detentadores del poder, léase, medios masivos de comunicación y/o gobernantes. ¿Les suena conocida la mancuerna?
Cuanto puede leerse en Gente del mundo, como ya se dijo, son “...extractos del tomo segundo de Los dos mil y trescientos y setenta y cinco pueblos que en su conjunto son la Gente del mundo, o los Vecinos de la Tierra, como se dice en estos tiempos, y sus costumbres y tradiciones, más todo aquello que practican, deploran o desconocen, así como cuanto refieren de sí mismos y del vasto mundo de eras pretéritas o de la nuestra, o aun del futuro”, (escrito) por Damac de Jeramow; este hecho (el que se trate sólo de extractos) es un claro guiño entre lectores del cuento de Borges Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, ¿o será casualidad que Chimal también describe un mundo que no existe en la tierra que todos pisamos? ¿No será este autor, a su modo, un miembro de esa generación de “tlönistas”, quien, por prudencia estilística, nombra de otro modo a sus ciudades inventadas? Analizando este cuento, uno imagina que, más que escritor afín al argentino, “un discípulo para la continuación de la obra”, Chimal, como narrador, y más allá de afinidades estilísticas, coincidencias en temas, filiaciones autorales, es un imaginador y como tal procede, pues tanto Borges como Chimal se inventan uno al otro, no en vano en su nuevo proyecto de internet (http://www.lashistorias.com.mx/blog/) Alberto Chimal comenta, que en El Aleph, el protagonista ve al lector (viéndonos a todos, a cada uno de nosotros, leyendo su cuento, inventándonos). He aquí el fragmento del cuento donde esto ocurre:
“...En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo... ...vi la reliquia atroz de de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo... Sentí infinita veneración, infinita lástima”.
Imaginadores ambos, entretejen sus temáticas contra el tiempo, escriben como si un único autor firmara sus libros y los inventara a ambos para dar cuerpo a su obra. Imaginadores pues, Chimal pone a vivir en el mundo a Shanté (en el cuento que lleva su nombre), y es esta criatura “encarnación” de la escuela filosófica de Tlön, cuya enseñanza esencial dicta: “Mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado, y así, cada hombre es dos hombres”.
Ante tales conjeturas surge una nueva pregunta, acaso ingenua, acaso no: ¿Será que los seres humanos, nos inventamos unos a otros constantemente, al imaginarnos?

por: guadalupe ángeles

Tapatío

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