Viernes, 17 de Mayo 2024
Suplementos | De Lara Gallardo fue, uno de los últimos practicantes del arte religioso en México

¡Adiós Alfonso!

Muralista de iglesias, pintor de santos, peregrino de Tierra Santa, fotógrafo de la Generala, De Lara Gallardo fue, sin duda, uno de los últimos practicantes del arte religioso en México

Por: EL INFORMADOR

Pasión. El pintor se resistía a vender su arte, pues sentía que era como degradar el arte. Prefería regalarlo.  /

Pasión. El pintor se resistía a vender su arte, pues sentía que era como degradar el arte. Prefería regalarlo. /

GUADALAJARA, JALISCO (13/OCT/2013).- En el año 2004 escribí un libro llamado Alfonso de Lara Gallardo, el último Artista Religioso de México y después colaboré en otro, con diversos  autores sobre el arte y vida de Alfonso publicado por la Secretaría de Cultura de Jalisco aparte de innumerables artículos y presentaciones en torno a esa amistad y admiración que sentía por Alfonso desde hace muchísimos años.

Colega maestro en la Escuela de Artes Plásticas y colaborador en El Informador gocé con Alfonso muchas horas de pláticas sobre sus temas favoritos: arte y religión. Aunque era tímido en su silencio de monje contemplativo le gustaba hablar de ciertos libros que lo certificaban como un lector culto e informado; hablar de arte le entusiasmaba, y lamento que nunca nos hayamos puesto en serio a realizar un libro entre los dos sobre las magias y misterios de la acuarela.

Hablar de religión era otra cosa, aunque sabía de mi escasísima ortodoxia, cercana a la hoguera inquisitorial, jamás trató de llevarme de nuevo al buen rebaño ni de discutir nuestras diferencias y quizá esto se debía a que la fe de Alfonso, que sin embargo conocía su religión y dogmas, era más que de teología, de sentimiento, diría aún más: de pasión. Porque Alfonso, de entre tantos católicos que conozco, era uno de los pocos que vivía o padecía de un intenso amor a Dios. A riesgo de ser mal interpretado, pienso que Alfonso vivió y murió una relación con su Jesucristo que no excluía el dolor, las oscuras noches del alma que dicen los místicos y, hasta me atrevo, las fugaces desesperanzas y sensaciones del Abandono pero de las cuales salía siempre de nuevo a la luz, a la Luz ascensional como la que vemos en su mural del Calvario, en Jardines del Bosque, en su Cristo (¿Cristo humanidad? ) que saliendo de nuestra tierra tapatía y de nuestra condición mortal se lanza a subir al infinito. Y aquí habría que recordar otra imagen tapatía, muy diversa, claro está, en otro hombre, en llamas éste, que asciende a la altura de su cúpula-cielo en el Cabañas.

Alfonso, muralista de iglesias, creador de Vía crucis, pintor de santos, peregrino de Tierra Santa, fotógrafo de la Generala  zapopana, cristero del arte es, sin duda, alguna uno de los últimos practicantes del arte religioso en México, ése que en el pasado fue casi todo nuestro arte pero que fue desplazado por revoluciones, nacionalismos e internacionalismos y donde sólo unos pocos, pienso en el excelente Federico Cantú, retoman lo religioso.

Alfonso de Lara Gallardo fue un artista singular, único, heterodoxo. Muy autodidacto, ilustrador publicitario de oficio, luego ilustrador perenne en El Informador, admirador (me lo dijo) de los grandes artistas de las tiras cómicas como aquel, espléndido que dibujaba domingo a domingo la saga de Tarzán de los Monos, alejado del arte político “engagé” de la Escuela Mexicana, Alfonso se fue convirtiendo gracias a la práctica constante del oficio en un supremo dibujante y en uno de los acuarelistas más sabios y sutiles de México. Redescubridor del paisaje jalisciense especialmente de su amada Barranca junto a la cual se edificó su casa, monasterio de un solo hombre, compañero generoso de otros artistas, maestro a veces severo pero siempre sabio, hombre bueno en el buen sentido de la palabra bueno, como decía Machado, bastante indefenso, me imagino, frente a los poderosos, nos dejó a los tapatíos unos patrimonios para ver y meditar que son sus murales, el ambicioso de San Bernardo y, sobre todo, el espléndido del Calvario que es un triunfo del Cristo pero también un glorificación de la tierra tapatía. Yo le quiero agradecer a Alfonso, una vez, más las entrañables viñetas que le dieron a un librito mío, la Guía Informal de Guadalajara su único valor que tiene, él que había enriquecido también la obra de Alfonso de Alba.

Ojalá que la Iglesia de Guadalajara “Mater et Magistra” como decía la Encíclica le explique a los nuevos fieles el mensaje que dejó su humilde siervo, Alfonso que hoy tras de larga, dolorosa enfermedad goza con su Cristo de la luz, que nos dicen, no perece jamás. Le dedico, con “temor y temblor” estas líneas al Padre Chayo, amigo y mentor de Alfonso, pidiéndole que perdone alguna herejía que se me pudo haber salido.

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