Suplementos | El príncipe Jorge, tercero en la línea de sucesión, no tiene derecho a elegir religión Acto privado, consecuencias públicas El príncipe Jorge, tercero en la línea de sucesión, no tiene derecho a elegir religión, al menos, si algún día quiere ser rey de Inglaterra Por: EL INFORMADOR 27 de octubre de 2013 - 01:50 hs Histórica. Se trata de la primera foto en la que aparecen cuatro generaciones de la familia real británica en casi 120 años. AP / GUADALAJARA, JALISCO (27/OCT/2013).- Debido, sin duda, a la trágica vida y muerte de Diana de Gales, sobre la pareja real que forman Guillermo y Catalina recae una especial atención a su privacidad. Es algo que tiene también bastante que ver con el delicado aparato de relaciones públicas que gobierna el quehacer de los Windsor precisamente debido a lady Di, cuyas públicas desavenencias con el príncipe de Gales en su atormentada relación matrimonial estuvieron a punto de hundir la muy sólida y muy popular monarquía británica. Es obvio que Guillermo y Catalina tienen derecho a una vida privada. Si ella quiere tomar el sol sin sujetador, por ejemplo, no es algo que debiera interesar al resto del mundo y es trágico que haya medios que intenten convertir trivialidades privadas en negocio. Pero la privacidad de esta pareja tiene muchos más límites que la de los ciudadanos comunes y corrientes porque, por mucho que pretendan serlo, no son ciudadanos comunes y corrientes. Por eso, ni las bodas, ni los nacimientos ni los bautizos son actos verdaderamente privados, porque tienen consecuencias públicas. El príncipe Jorge, bisnieto de la reina Isabel II y tercero en la línea de sucesión al trono británico, no tiene derecho a elegir religión. Al menos, si quiere algún día ser rey de Inglaterra. Porque, por ley, ha de ser miembro de la Iglesia de Inglaterra. Por eso su bautismo, su cristianización, que sería la traducción textual del christening del pasado, no es el mero acontecimiento familiar que sus padres pretenden. Y por eso, el celebrante fue el arzobispo de Canterbury. Eso no quiere decir que deba ser un acto televisado en directo o que tengamos derecho a conocer todos los detalles de la ceremonia. Personalmente, a este comentarista se la trae al fresco quién está o no invitado y quiénes son los padrinos. Y si fuera director de un periódico me limitaría a publicar un breve texto acompañando la fotografía de las cuatro generaciones vivas ligadas al trono. Pero ese bautizo tiene relevancia política porque, salvo en brevísimos periodos de la historia, los reyes y reinas de Inglaterra han estado obligados a profesar la religión Anglicana desde tiempos de Enrique VIII. Y eso es así por ley, desde que se aprobó en 1703 la llamada Act of Settlement. Y aún es así ahora. Y lo es porque desde que Enrique VIII rompió con el Vaticano, el monarca es Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra. Bueno, Enrique VIII y sus dos primeros sucesores, Eduardo VI y María I, eran más que eso: eran Cabezas de la Iglesia, un estatuto que se redujo al de gobernador porque parecía que los reyes querían competir en importancia con el mismísimo Jesucristo. La reciente reforma constitucional que ha eliminado la primacía del varón sobre la hembra en la sucesión ha eliminado también la prohibición de que el monarca tuviera un cónyuge de la religión católica —curiosamente, esa prohibición no se extendía a otras confesiones—, pero ha mantenido el carácter del monarca como Gobernador Supremo de los anglicanos, lo que exige que sea de la religión anglicana. El cambio significa que nadie será excluido de la lista de sucesión por casarse con un católico. La Iglesia católica se ha dado por satisfecha con ese cambio y ni espera ni realmente desea que la Iglesia anglicana deje de ser la llamada Iglesia Establecida del país. ¿Por qué? Porque el resquemor contra los católicos, que estaba aún muy presente incluso en la segunda mitad del siglo XX, es ahora residual. Y despojar al monarca de su carácter de gobernador de la Iglesia anglicana sería despojar a la monarquía de su carácter cristiano y convertirla en una institución laica. Y bastante está retrocediendo la religión en Gran Bretaña como para dar una batalla que sólo pueden ganar los laicos. Más vale un monarca anglicano que uno ateo, piensan. El pequeño Jorge Jorge de Cambridge ya tiene tres meses y por sus rasgos no puede negarse que es un Windsor. El hijo de Guillermo y Catalina fue bautizado el miércoles pasado en una ceremonia de carácter familiar, pero no exenta de significado institucional, ya que el bebé ocupa el tercer lugar en la línea de sucesión de Reino Unido. En la capilla londinense de St. James se dieron cita para la ocasión cuatro generaciones de Windsor que reinan o están llamados a hacerlo: Isabel II, el príncipe Carlos, el príncipe Guillermo y el príncipe Jorge. Una imagen que fue interpretada como un mensaje de que la continuidad de la monarquía británica está plenamente asegurada. El bebé acaparó todas las miradas, ya que, desde que el pasado mes de agosto su abuelo Michael Middleton captó el primer posado de su nieto con sus padres, no se le había vuelto a ver. El niño tiene el pelo claro y la piel blanca; sus rasgos recuerdan a los de su padre cuando tenía su edad. El príncipe olvidado Arrinconado por la popularidad de su hijo y sin inspirar el mismo respeto que su madre, Carlos de Inglaterra disfruta de la posición aparentemente más incómoda de la realeza. Qué mejor ejemplo que el reciente bautizo de su nieto Jorge, al que asistió junto a su mujer, pero cuya fotografía tardó más que la de ningún invitado en ser distribuida. Con ese peso encima, el primero en la línea de sucesión al trono británico quiere dejar claro que no es un desdichado que cuenta los días para su coronación. Y lava su imagen concediendo un acceso exclusivo a la revista Time, que dedica un número al “príncipe olvidado”. La directora de la publicación estadounidense, Catherine Mayer, ha compartido con él cenas y visitado sus residencias en Inglaterra, Escocia y Gales, además de entrevistar a 50 de sus amigos. Mayer empezó a interesarse durante una visita principesca a The Economist en 1985, en la que ya percibió los esfuerzos de Carlos para convencer a los escépticos de que era más que un noble desconectado del mundo. En su artículo, la periodista descubre a un príncipe contradictorio, “comprometido pero distante, consentido y necesitado, un radical en la cima de una institución esclerótica, rodeado de gente pero profundamente solo”. Mayer llega a la conclusión de que su reputación sombría no se corresponde a la realidad. Carlos percibe su futura entronización como el momento en el que tendrá que dejar lo que más disfruta. A sus 87 años, Isabel II ha tenido que encomendar algunos compromisos a un reticente Carlos, que prefiere dedicarse a sus acuarelas, sus proyectos ecológicos, su fundación y su cruzada contra la arquitectura contemporánea. El hijo de la reina también es empresario y hace dos décadas fundó la marca de productos alimenticios Duchy Originals, una de las pioneras en comida orgánica. El perfil desvela además que su estrategia para lidiar con los medios es diferente de la obsesión con la intimidad de su primogénito, el duque de Cambridge. El príncipe de Gales es uno de los miembros más impopulares de la familia real, percibido como un tipo estirado, metomentodo y sin carisma. El público lo responsabiliza de la infelicidad de Lady Di y la prensa lo caricaturiza mientras babea con Guillermo y Catalina. Sin embargo, Carlos gana en las distancias cortas. Sus allegados lo califican de cultivado, solidario y apasionado. Emma Thompson, su gran amiga, asegura a Time que bailar con él es “mejor que el buen sexo” para añadir que intentó seducirlo sin éxito. Claro que sólo estaba bromeando. Temas Tapatío Familia Real Inglaterra Catalina duquesa de Cambridge Lee También La familia Baustista llevó hasta la casa de campaña para esperar a la Virgen de Zapopan Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones