Suplementos | Pasaporte A falta de juguetes… Una “mona” de olote me brindó su amor Monas de trapo, invento de chiquillos que nadie más en el rancho las usaba Por: EL INFORMADOR 22 de diciembre de 2008 - 12:14 hs Un solitario domingo al medio día, pasaba por Ahualulco de Mercado y de repente me vino la idea de llegar a comer con Xochitl y Pachita. Casi derrapando, di vuelta a la derecha para llegar al mercado, absolutamente resuelta a comprar 2 jitomates, 2 chiles poblanos y un quesito fresco, con mi estimada amiga La Chata, afamada por sus tamales de elote y la cuála. Posterior, me dirigí a Santa Cruz de Bárcenas, poblado ubicado a 15 minutos de ahí. Casi llegando salió a recibirme “MINO”, un perro gordo muy querendón, que hasta le permite al gato dormir encima de él para amainar el frío de las noches. Detrás ya venía Pachita con una gran sonrisa para darme la bienvenida. Ésta sencilla casa es como un hogar para mí. Xóchila, de 13 años y Pachita, su tía, obtienen sus recursos principales de la venta de tostadas raspadas, sopes y tortillas, o sea, su vida gira en torno al maíz. A pocos minutos de haber tomado asiento, vino la jovencita con una bolsa que le entregó a su tía y dijeron que era mi regalo de cumpleaños. Al abrirlo quedé boquiabierta y emocionada por todo lo que aquella muñeca implicaba. Entre las manos tenía el resultado de una muy modesta forma de vida, una evidencia más de que el maíz no es un mero alimento, sino también el amigo de los niños. Me recibió las verduras y el queso, los introdujo en el rescoldo y, mientras tanto comenzó a darme un poco de explicación acerca de los juegos y juguetes de su infancia. “Ay señora Maru, me gustaba jugar tanto las monas, me encantaban. Fuimos nueve hermanos y el mayor enfermito. Mis papás muy trabajadores, apenas les tomaba saber si comíamos, y que no estuviéramos enfermos. Mi mamá no sabía si jugábamos o no; tampoco había juguetes, bueno, sí había, pero yo no los podía usar, no había dinero, entonces yo me los inventaba. Los regalos de navidad nunca llegaban a la casa. A un montón de tierra le poníamos codo y un chorro de agua, con el lodo hacíamos la vajilla entera, las ollitas y las cazuelas. Pero lo que más me gustaba eran las “monas”, como le digo”, decía Pachita mientras volteaba los jitomates y los chiles para que se asaran parejitos. Tomó una silla, se sentó muy cerca de mí con dos olotes entre las manos y siguió relatando: “Cuando niña, no sabía hacer monas de trapo y yo agarraba una botella, la envolvía y esa era mi ‘mona’. Le hacía su casa, la envolvía con trapos y con una soguita le hacía su ‘maca; ya después, cuando tuve 8 años, con un par de olotes amarrados (buscaba los más grandes) en cruz, pensaba ¡Ya le puedo poner un vestido bien hamponcito, un mandil y hasta un gorrito! ¡Y ya! Esta era la mona para andarla abrazando.” Durante la plática pregunté si este tipo de muñecas eran comunes en Tuxpan, lugar donde creció Pachita. Su respuesta fue negativa. Aclaró: “Algunas de mis compañeras de juego, cuando me veían andar con mi mona de olote, pos también ellas querían. Ya cuando fui creciendo y tendría unos 12 años, aprendí de las mujeres mayores cómo hacer monas de trapo y vestirlas más bonitas. Pero ya le digo, nadie más en el rancho las usaba. Estos eran inventos de chiquillos que nos juntábamos, nadie más en el rancho las hacía. Pienso que, como para cualquier niña, encontrábamos en los olotes vestidos una forma de expresar nuestro instinto maternal.” A este punto, los jitomates y los chiles ya estaban listos. Pachita enjuagó los jitomates para quitarles la ceniza, trajo el molcajete y machacó unos chiles serranos también asados con sal, encima trituró los jitomates y listo, quedó para comerse el “chile de molcajete embrazado”. Luego luego, Xóchila comenzó a echar unas maravillosas tortillas calientitas en el fogón y yo, hice lo propio. Tomé la tortilla, le coloqué un trozo de queso, unas rajas del poblano asado y mucho chile embrazado. Ofrecía una mordidita a mi nueva amiga de olote y, con el bocado en la boca, pensé que, en honor a la verdad, esto de saborear ingredientes prehispánicos es un verdadero manjar para cualquier mexicano. marutoledo_5@ hotmail.com Maru Toledo Centro de investigación para el Rescate de la tradición oral y gastronómica. Temas Pasaporte Lee También Zacatecas y La Antigua: Viaje a dos joyas históricas de México El arte de saborear Nayarit Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones