A Propósito de los Nuevos Mecenas

Al contrario de antiguos y principescos  mecenas de proverbial buen gusto, sensibilidad y magnanimidad, que dedicaban sus abundantes recursos económicos para proteger e impulsar a artistas consagrados o emergentes; los mega millonarios “mecenas” de hoy, hijos del capitalismo, con fortunas heredadas o amasadas en la  industria o el comercio, suelen, salvo excepciones, ser rastacueros y faltos de sensibilidad en materia estética, pero eso sí, poseen un innegable buen olfato para el coleccionismo, visto éste como un negocio más.

Algunos de ellos optan por invertir un dineral en valiosas obras clásicas o modernas, pero firmemente cotizadas en el mercado artístico;  otros, se arriesgan a apostar y pagar obscenas cantidades, (muy su dinero), en la manipulada bolsa de valores del arte contemporáneo, adquiriendo discutibles manifestaciones “artísticas” que tienen que ver con la objetivación, la instalación, la intervención, el video arte y demás extravagancias tan en boga, cuyo más seguro destino será, a mi parecer, el que una vez que estas tendencias hayan tocado fondo y se haya esfumado el encantamiento que hoy a tanto papanatas seduce, tales obras volverán a  tomar su valor y forma substancial original: vil cascajo intrascendente.

Mas a estos nuevos o viejos émulos de rico Mac Pato, cuyos mecenazgos como digo, no se dirigen a proteger a autores con talento como antaño, sino que van directamente a la  adquisición y acumulación de obras con la pretensión de acrecentar  su capital y/o su prestigio social, y para lo cual inclusive algunos abren sus propias galerías, fundaciones y museos mediante las cuales pretenden manipular el mercado especulativo artístico y así sostener o inflar sus  inversiones; a éstos, como digo, se han añadido, sobre todo en las últimas décadas, algunos barones de los grandes consorcios industriales y comerciales que han ingresado a este sofisticado mundo con la intención de asociar sus marcas de fábrica o negocios, con el nombre de artistas de fama global y de alta cotización.

Ya no les basta pues con ser reconocidos como manufacturadores y distribuidores a nivel mundial de artículos de consumo necesario o de lujo, sino que a los rumbosos desfiles y exhibiciones de sus productos, ahora añaden y presumen sus colecciones de arte asociándolas mercadotécnicamente al logotipo a sus productos, con lo cual, además de proyectar su marca, se introducen en esa sofisticada élite de supuestos conocedores y protectores de las manifestaciones estéticas contemporáneas.

Dentro de este contexto ubico yo esa exposición, pulcramente montada por cierto, y que tanta sensación ha causado entre la culta sociedad tapatía, que asombrada ha acudido a contemplar en el Museo de Arte de Zapopan, cuatro modelos de automóviles de la firma alemana BMW, cuyas carrocerías fueron, como afirman algunos líricos “usadas como lienzo” (aunque para mi, no pasan de haber sido simplemente “tuneadas”) y amparadas, previo pago, con el prestigio y poder de firmas tan cotizadas como las de Roy Lichtenstein, Andy Wharhol, Robert Rauchensberg y Frank Stella, cuatro iconos de aquel original movimiento artístico norteamericano de los años sesenta, hijo del capitalismo y la tecnología, conocido como “pop-art”, pero que desde luego, a pesar de su intervención, por mano propia o ajena sobre estos carros, a mi parecer no produjeron con ella ni las obras maestras que algunos pretenden ver, ni las  creaciones más trascendentales dentro de esa ingeniosa y revolucionaria corriente estética, amén de que tuvieron que compartir créditos con la innegable belleza del soporte usado, esa sí una obra maestra del diseño y la tecnología automotriz.
Así pues, cabe preguntarse: ¿Qué será más importante de esta exposición; la firma de aquellos artistas o la publicidad de la Bayerische Motoren Werke?



Por: José Luis Meza Inda