Miércoles, 19 de Febrero 2025
México | VISIÓN Y DECISIÓN POR CARLOS CORTÉS VÁZQUEZ

Simulación y disimulo

Mientras más se pronuncia la palabra honestidad, menos cree la gente

Por: EL INFORMADOR

Mientras más se pronuncia la palabra honestidad, menos cree la gente. Está dañada la confianza y éste es el pasivo a rescatar por parte de los gobernantes.

Cualquier pronóstico electoral está infestado por la incredulidad de la población. Tal intangible es más grave de lo que parece, porque encubre insatisfacción y conduce a cualquier salida, incluyendo el ilícito.

Noticias y estadísticas plantean el imperativo insoslayable de volver a la tranquilidad precursora de respeto a vidas y haciendas en el campo o la ciudad, donde se ha perdido la seguridad. Los hechos dan fe del clima de inseguridad en todos los niveles. Todo tipo de aseveraciones y especulaciones abren el vacío de la sospecha respecto a las causas reales de tan funestas consecuencias.

El temor tiene embargada a la sociedad y su tejido está cada día más debilitado. Faltan garantías y el Estado de derecho es letra muerta. No hay lugar ajeno a los brotes de violencia y el número de víctimas crece exponencialmente, sin que la procuración de justicia alcance para esclarecer hechos y mucho menos contener ilícitos.

Miles de averiguaciones forman montañas de denuncias inútiles. El propio denunciante sabe que nada logrará, y enterados los delincuentes disfrutan la impunidad. Con celo digno de mejor causa se acallan irregularidades, que realmente abren espacios a la sospecha de complicidades, éstas por temor o beneficio particular a costa de la inseguridad.

Sólo para recordar algunos: hace más de 80 años se mató a un presidente electo, durante la década pasada explotaron las calles del Sector Reforma, mataron a un candidato presidencial y a un jerarca del catolicismo. Durante el presente decenio mueren 49 niños en una guardería y recién secuestran a un ex candidato presidencial y faltaría papel para seguir narrando.

Por lo mismo, si acontecimientos tan espectaculares no se aclaran y castigan a los auténticos culpables, ¿qué podemos los simples ciudadanos? Reconozcámoslo: nacimos y vivimos, desde hace mucho tiempo, en la tierra de la impunidad.

¿Por qué de otros países admiramos el orden y el respeto? La respuesta es simple: porque desde el momento en que ponemos nuestra planta en ellos se respira orden, pactado para producir prosperidad.

Aquí ahora, se fecunda la simulación y el disimulo. “Las leyes se hacen para violarlas”. Tal es principio y parece el fin de alejarnos día a día a la indignidad.

Considero que llegamos al tiempo para romper con tales inercias y encontrar a los ciudadanos verdaderamente honestos, que los hay, que forjen y rijan sin compromisos ni ambiciones inmediatistas el destino del país.
Dios nos guarde de la discordia.

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