Los azules

Mientras los priistas se debaten entre la popular candidatura de Peña Nieto y la presión de Beltrones, y los perredistas tratan de conciliar la irreconciliable postura de López Obrador frente a Ebrard, los panistas entran ya al juego de la sucesión, en el entendido de que, o se empiezan a mover en el espacio partidario y mediático, o llegarán tarde a la contienda por la Presidencia. La figura de Santiago Creel, ajena al círculo calderonista, se perfilaba como la única carta abierta y que por lo tanto pintaba en las distintas encuestas de opinión.

Paulatinamente, los distintos secretarios de Estado, como Javier Lozano, Alonso Lujambio, Heriberto Félix Guerra y el propio Ernesto cordero —quien insiste en que no tiene intenciones de competir, pero que sigue midiendo posiciones—, todos y cada uno de ellos han aceptado su intención de jugar a la grande, pero se encuentran limitados por su responsabilidad como servidores públicos. Esto, que es una ventaja en términos de exposición mediática, representa un obstáculo tanto por los posibles errores a cometer y que se magnificarán más allá de la realidad, como por la imposibilidad de realizar campaña en el país debido a que ni en los fines de semana se pueden deshacer de su cargo público.

Por eso Josefina Vázquez Mota decidió iniciar la precampaña una vez concluida la reunión del Consejo Nacional panista. Su posición como coordinadora de la bancada blanquiazul en san Lázaro le permite mantener presencia en medios, y simultáneamente recorrer el país en busca del apoyo de las fuerzas que dentro de acción Nacional decidirán la candidatura, además de la difusión de su imagen personal hoy todavía no conocida en muchas partes de la República. Así, Creel y Vázquez Mota han conseguido acelerar los tiempos de la sucesión panista más allá de lo estipulado por la ley, y que supondría el inicio de la contienda unos meses antes de finalizar este año.

Ahora sí, Creel conoce la estructura partidaria panista con la que Calderón lo derrotó en 2005, y Vázquez Mota cuenta con apoyos de distintos sectores del panismo como los que ha tejido una extensa red de contactos y compromisos desde su llegada a la Sedesol en diciembre de 2000. Por su parte, el bloque de aspirantes del gabinete calderonista tendrá que acelerar el ritmo de su activismo político para no ser rebasados por los que van por la libre, al no tener que supeditarse a los tiempos marcados por el Presidente de la República.

La otra parte, la de la plataforma político-ideológica del panismo, tendrá que definirse también en el corto plazo para darle fuerza a un discurso que hoy sigue oscilando entre elementos liberales y conservadores, lo que impide definir con claridad los límites de la propuesta de país que presentará Acción Nacional para 2012. Después de dos sexenios panistas, el planteamiento ya no puede ser el de la continuidad porque la percepción mayoritaria es que los cambios no se han dado con la profundidad requerida. La necesidad de comprometerse con formar un gobierno de mayoría en el Congreso, se vuelve indispensable.

Para ello habrá que ser más agresivo, incorporando a sectores que no comparten ni la doctrina panista ni una visión provinciana que aleja a clases medias urbanas urgidas de un proyecto pragmático que les garantice mejor nivel de vida, con seguridad y certidumbre. De hecho, ninguno de los tres partidos políticos podrá obtener mayorías parlamentarias, si no está dispuesto a realizar amplias concesiones que le brinden acceso a franjas de electores no dispuestos hoy a comprometerse con un solo partido.

Si el PAN no es capaz de reconocer que las experiencias de Fox y Calderón son irrepetibles, y que requiere de esa apertura radical e inmediata que lo sitúe al centro del espectro político, podrá irse olvidando de un tercer periodo, independientemente del candidato que elija.