El tarjetazo

Cada vez es más difícil remontar el fin de año. Claro, como la pirámide poblacional todavía está en la parte gorda, cada año hay más gente, más autos, más empleados, más desempleados, más estudiantes y más familias desquiciadas por cumplir con el ritual de la dicha navideña, que para efectos prácticos consiste en tener una familia nuclear ordinaria sin atisbos de drogadicción, enfermedad o alcoholismo, pero sobre todo, muchos regalos bajo el árbol adornado de esferas. Ah, y comida. Mucha comida.

El mexicano promedio aumenta su ingesta diaria en más de 50% en la temporada navideña, y todos sin excepción prometen dieta pasando las posadas, la cena del 24 y la pachanga de fin de año. En un país que lidera las estadísticas mundiales de obesidad, esto ya dejó de ser un mal hábito para ser un maldito asunto de salud pública.

Sin embargo, quizá es peor el otro hábito, el de sacar la cartera a la menor provocación, y no para llevar chocolates a los amigos y mazapanes a las viejitas, sino para alcanzar los anhelos de consumo de la familia. Discos, películas, ropa, artículos suntuarios, placeres caros, los sueños de todo el año deben cristalizarse hoy o la dicha será incompleta. Y hete aquí que los 14 millones y medio de mexicanos que este año mantienen el uso de una o más tarjetas de crédito, se dan vuelo y utilizan el crédito con peores criterios que los usados por el Congreso local para administrarse. Este año bajó la cifra y un millón de personas decidieron dejar la costumbre del plástico, según el Banco de México, pero los que quedan tienen pésimos hábitos: sólo una cuarta parte paga completa la tarjeta al mes. El resto se pasea todo el año con los altísimos intereses de las compras a crédito.

Por eso el Banco de México se la ha pasado en los últimos tres años tratando de contener la voracidad del sector bancario mexicano, que con los malos hábitos de consumo de los tarjetahabientes mexicanos hace una mezcla explosiva. Sí, está bien que se gaste un poco, es síntoma de confianza, pero gastar el triple de lo que se gana confiando en que se pagará en varios meses es una tontería (ahí está de ejemplo, otra vez, el Congreso local).

Pero no se malinterpreten estas palabras. No se trata de arruinar la celebración o de mandar consejos de tía malhumorada. No. Se trata de poner en perspectiva una actitud individual que afecta a la colectividad. El crédito es una fregonería, pero si miles de mexicanos abusan de él, lo encarecen para todos los demás. No sean así: el país necesita responsabilidad ante el tarjetazo.