Jueves, 23 de Octubre 2025
México | LA SOPA POR IVABELLE ARROYO

De espeluznante para arriba

Espeluznante no parece una palabra adecuada para calificar lo que los noticieros nos recetaron en el inicio de semana

Por: EL INFORMADOR

Ivabelle Arroyo.  /

Ivabelle Arroyo. /

Espeluznante no parece una palabra adecuada para calificar lo que los noticieros nos recetaron en el inicio de semana: jóvenes decapitados en Guerrero y ejecuciones tantas que llegaron casi a 30 en un solo día. ¡Uf! Pero si espeluznante no sirve para adjetivar eso, no sé dónde vamos a encontrar el término para lo que sigue. Porque la cosa se va a poner peor. ¡Uf!

El pesimismo no proviene de mi naturaleza, proviene de los datos. Precisamente este mes, Fernando Escalante publica un extraordinario artículo en la revista Nexos con un análisis detallado del incremento de homicidios en el país en los últimos años.

No lo voy a resumir, ruego a todos los que por aquí pasean la mirada que vayan corriendo a buscarlo: ese estudio impactará todo el 2011 mexicano y muchos años más.

Lo que sí haré es recoger el dato más relevante y la hipótesis que formula al final Escalante. El dato más relevante es que la tendencia de homicidios en el país tenía una tasa descendente, con todo y narcos, que se acabó en 2007, precisamente en el momento en el que se declara la guerra al crimen organizado.

Elemental y obvio, pensarán muchos. Pues sí, pero no por las razones que el sentido común, engañoso, nos daría. Los estados en donde se dispara, en tasas brutales, la tasa de homicidios, es en aquellos en donde se despliega fuerza federal en operativos de seguridad.

Nada más para que se den una idea: Ciudad Juárez, en Chihuahua, pasó de una tasa de 19 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2006 a 108 en 2009. Lo mismo sucede, como calcado, en Guerrero, en Sinaloa, en Baja California y en Michoacán, pero hay un elemento curioso: los homicidios crecen en todas las regiones de estos estados, no sólo en donde están los operativos.

Las reflexiones de Escalante son espeluznantes, ésas sí, pues imagina, por un lado, más actores que los del crimen organizado, y por el otro, una descomposición de los poderes locales, un consecuente efecto violento y una perversa amplificación de esos efectos por parte de las fuerzas federales.

Las policías municipales, dice el autor, como que medio arreglaban el tráfico, negociando “selectivamente el incumplimiento de la ley”. Había un esquema acordado para la ilegalidad, pero no sólo del contrabando de droga, sino de todo. Ahora se ha desatado algo así como el estado de naturaleza en el que cada habitante de tierra caliente, de suyo violenta, defiende como puede lo que le toca y arrebata cuando se puede lo que le gusta.

Eso puede ser, sí, un territorio para un cártel de drogas, pero también un lindero de un ejido, un espacio de tala, un puesto de tianguis, una placa de taxi, un terreno irregular o el liderazgo de una pandilla.

Así las cosas, espeluznante ya es un término fresa. No alcanza para imaginar lo que va a pasar con Guerrero si la política sigue siendo mandar más efectivos federales y desarticular aún más las policías municipales.

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