Llorando en casa ajena

GUADALAJARA, JALISCO (23/MAY/2014).- “Váyanse a sus casas. No va a pasar nada. No se va a trasladar ningún locatario del Corona”. Con esta promesa realizada por autoridades municipales, comerciantes de la calle Zaragoza abandonaron, titubeantes, sus locales y negocios.

Temerosos de que a la mañana siguiente encontraran su calle invadida, los mercantes organizaron una guardia durante la noche para prevenir que las autoridades reubicaran a los locatarios del Mercado Corona frente a sus negocios. Sin embargo,  según cuenta José Alberto López, un frutero ambulante de la zona, policías y funcionarios del Ayuntamiento les aseguraron que aquella noche podían dormir tranquilos.

No obstante, el sueño no fue muy prolongado. Cerca de la media noche recibieron una llamada de alerta que los dejó en vela. Uno de sus colegas, vencido por el hambre, había ido a cenar cerca del lugar, sólo para encontrarse a su regreso a varias grúas que remolcaban las camionetas de sus compañeros.

Cuando se corrió la voz y el resto de los locatarios llegó a Zaragoza a mitad de la madrugada, no se encontraron sólo con grúas. Esta vez también se alzaban unas estructuras de metal en medio de la calle: puestos para los comerciantes del Corona. Puestos que el Gobierno municipal había prometido tan sólo horas antes no instalar.

Los comerciantes del Corona se marcharon del lugar, pero los de Zaragoza permanecieron impasibles. Sin señales de sueño o de desvelo aguantaron hasta las 9:30 de la mañana sin recibir palabra alguna de las autoridades.

Antes de las 10:00 horas se abren las vallas. Nadie da ninguna explicación, pero los locatarios tampoco la piden. Sólo quieren abrir sus negocios en los que ya han perdido casi dos horas de ventas. No pierden tiempo, el rechinido de las cortinas de metal y las escobas contra el piso llenan la calle.

Ningún comerciante del Corona aparece para luchar por un pedazo de futuro, pero los toldos permanecen, alzados como una constante amenaza.

Los comerciantes de Zaragoza, molestos, logran desarmar dos toldos, pero la Policía los detiene antes de llegar al tercero. “Hay que esperar al diálogo”, pidió un oficial. “Eso queríamos anoche, pero luego llegaron a ponernos esto (las estructuras) sin dialogar nada”, debatió Jesús, un comerciante de chiles.

La discusión empieza a subir de tono. Autoridades municipales llegan a calmar los ánimos. “Estamos abiertos al diálogo”, declaró un funcionario, quien no se identificó.

Las opiniones son muchas, pero buscan decidir lo mismo: quiénes llevarán el luto y dónde llorarán la pérdida del difunto Mercado Corona.