Jueves, 09 de Octubre 2025
Jalisco | Pergeño por Víctor Wario Romo

5 de Febrero

Alrededor de la Central Camionera siempre hubo ''huesarios'' en los que se conseguía todo tipo de refacciones usadas

Por: EL INFORMADOR

Nací y viví más de 20 años en la Colonia González Gallo, unas cuadras al Oriente de la zona de la antigua Central Camionera. Desde luego, en aquel entonces no era “antigua”, porque simplemente era “La” Central, desde donde salían y a donde llegaban todos los autobuses foráneos. Dicen que ahí fue cementerio y que también hubo en ese lugar un campo de beisbol.

Alrededor de la Central había algunos hoteles, vendían los famosísimos birotes y el paseo por excelencia en aquellos años sesenta era al Parque Agua Azul, con su laguito de cisnes, su pequeño zoológico y su trenecito. Menos festiva, pero igualmente obligada era la visita, frecuente o esporádica, a la Clínica Uno del Seguro Social, y de cuando en cuando también había escala en el mercado de las flores.

La calle 5 de Febrero, que hacia el Poniente entroncaba con Constituyentes, era de doble sentido y ruta de la línea de camiones azules Circunvalación, que paraba cerca del Estadio Tecnológico, lo mismo que de los cremas Sección Tres que bajaban desde San Pedro por la Colonia Atlas, para luego cruzar la zona de San Juan de Dios y llegar hasta Tránsito.

Alrededor de la Central Camionera siempre hubo “huesarios” en los que se conseguía todo tipo de refacciones usadas, y las calles estaban sembradas de talleres para darles servicio a los carros que circulaban por la ciudad. La gente podía llegar con toda calma a los negocios del barrio de Analco y regularmente los dueños conocían a sus clientes por nombre y apellido; ahí nacían amistades y compadrazgos, y se hacían negocios de palabra porque la confianza era plena.

Pero el crecimiento de la ciudad y el auge automotriz fueron transformando esa zona que, además, quedó con una profunda cicatriz de muerte y destrucción el 22 de abril de 1992. Ya para entonces habían proliferado por 5 de Febrero y Los Ángeles los jacalones y las cocheras rebosantes de autopartes y, como surgidos de las alcantarillas, se multiplicaron los niños y jóvenes que se fueron adueñando del arroyo de las calles, toreando los vehículos, para ofrecer autopartes a los conductores.

En poco tiempo la circulación por esa zona se hizo insufrible y la sensación de inseguridad se adueñó del rumbo. Secreto a voces, nadie hacía nada para combatir la venta de piezas robadas de todo tipo de autos. La broma que se hizo lugar común era que si a tu carro o camioneta le habían birlado en la calle un espejo, unas polveras o un estéreo, seguro lo habrías de encontrar en el rectángulo amafiado de 5 de Febrero y Los Ángeles, desde La Calzada Independencia hasta la del Ejército y sus contornos.

Territorio del delito y la impunidad, el barrio de la Central Vieja ha sido durante largos años zona franca a la que no entraba la autoridad. Y si lo hacía era para dar cobijo a los malandrines y mirar nomás de pasadita lo poco que ahí pudiera haber de negocios lícitos.
Apenas la semana pasada cayó la ley al lugar. Si hay marcha atrás, todos los tapatíos habremos perdido, tal vez para siempre, un pedazo de ciudad.

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