Un antiguo disidente, nuevo presidente de Túnez

TÚNEZ, TÚNEZ (12/DIC/2011).-  Un antiguo disidente encarcelado y luego exiliado durante el mandato del ex mandatario Zine al Abidine Ben Ali llegó el lunes a la presidencia de Túnez, en un nuevo hito en la transición democrática del país del norte de África.

Los diputados de la Asamblea Constitucional -parlamento provisional- votaron para elegir a Moncef Marzouki como presidente, el segundo cargo más importante del país después del de primer ministro.

Marzouki, de 66 años, cuenta con el respeto de muchos tunecinos por su implacable oposición al autocrático Ben Ali. Como presidente, será el contrapeso laico al partido islámico moderado que se ha convertido en la fuerza política dominante del país.

Túnez se convirtió en el primer foco de la "Primavera Arabe", con un levantamiento popular en enero que desembocó en la caída de Ben Ali tras más de 23 años en el poder y su huída a Arabia Saudita. Esto inspiró revoluciones similares en Egipto y Libia, así como revueltas en otros países árabes.

"Prometo al pueblo tunecino que trabajaré por mi país con toda mi fuerza", dijo Marzouki tras la votación. "Represento al país, al pueblo, a la revolución. Larga vida a Túnez", agregó.

"A los que me votaron agradezco su confianza, y a los que no me votaron, su mensaje se ha recibido", expresó.

Marzouki fue elegido con 153 de los 202 votos y ocupará el cargo durante un año hasta que sea redactada una nueva Constitución y sean celebradas nuevas elecciones.

Unos 40 disputados de la oposición votaron en blanco como señal de protesta al considerar que la votación era una fachada para ocultar el hecho de que el poder ahora esté en manos de los islamistas.

Los políticos laicos dicen que la victoria de Ennahda socavará los valores liberales del país e impondrá un estricto código moral, algo negado por la formación musulmana, que ha dicho que seguirá el ejemplo del partido islámico moderado en el poder en Turquía.

El primer ministro saliente Beji Caid Sebsi advirtió el lunes que el triunfo de la revolución tunecina está en peligro y dependerá de que el nuevo Gobierno solucione los graves problemas económicos del país, sobre todo el elevado desempleo juvenil.