El expreso más lento del mundo nos enseña lo mejor de Suiza

DISENTIS, SUIZA.- Como si de una postal se tratara, el llamado "expreso más lento del mundo" cruza un país de ensueño donde los paisajes se tiñen en primavera de un verde tan intenso que casi parece que estuvieran pintados en un cuadro.

Resulta difícil elegir cual es la mejor estación en la que realizar el recorrido que propone este tren, si cuando las flores convierten los prados en una manta amarilla, cuando los árboles se visten de marrón en otoño o cuando la nieve cubre los tejados de las casitas suizas y las montañas más altas en invierno. Así, cada viaje puede ser diferente al anterior, aunque se repita el recorrido.

Desde Zermatt a St. Moritz, el Glacier Express recorre 291 kilómetros de subidas y bajadas de montañas, la más alta de las cuales es la de Oberalp, donde los vagones rojos de este tren ascienden 2033 metros. Con semejante recorrido, este tren promete a los amantes de la nieve cumbres blancas durante todo el año.

Aunque si desde el tren se puede disfrutar de la altura de los Alpes, tampoco merece menos consideración el profundo desfiladero del Rin, que se ha ganado el nombre de "Gran Cañón Suizo". Un profundo valle tallado por el río entre las paredes de roca que hasta la construcción de las vías ferroviarias había permanecido prácticamente en estado salvaje.

El Glaciar Express ofrece un paseo incomparable por la naturaleza, aunque también por construcciones realizadas por el hombre que nada tienen que envidiarles a semejantes monumentos naturales.

En los 10 meses que funciona este tren panorámico, recibe una media de 250 mil pasajeros que pueden disfrutar de pueblos de "la Suiza profunda" donde el tiempo no deja huella. Como Disentis, una ciudad de dos mil200 habitantes situada en el centro de la Confederación Helvética y donde el 90 por ciento de la población habla romanche, una lengua que sólo se utiliza en el cantón de los Grisones y que dominan entre 35 mil y 60 mil personas.

Coronado por un monasterio benedictino construido hace más de mil 300 años, este pueblo representa todos los estereotipos de cómo debe ser una población de montaña en Suiza. Las casas son blancas, con tejados de tejas marrones y con enormes porticotes que dejan ver visillos blancos y las macetas de flores rojas en las cenefas de las ventanas. Incluso los caminos cumplen lo prometido y se elevan en imposibles cuestas de piedras.

Son muchos y muy diferentes los pueblos que se pueden disfrutar en las siete horas y media que dura el trayecto completo de este tren. Entre unos y otros, los pasajeros pueden disfrutar de los 291 puentes, 91 túneles e históricos acueductos que forman esta línea.

La etapa más espectacular es la que une las localidades de Preda y Bergen, que cuenta con seis viaductos, tres túneles en espiral y dos túneles en forma de hélice. Un tramo de línea ferroviaria que recibió en el 2008 el estatus de Patrimonio Mundial de la Humanidad por parte de la UNESCO.

Sin embargo, el viaducto emblema del Glaciar Express es el puente de Landwasser, una imponente obra de 130 metros de largo y 65 de alto construido sobre cinco arcos de roca.

Aunque las tasas añadidas varían según la estación, el precio básico en segunda clase es de 133 francos suizos (88,65 euros) y de 221 en primera clase (147,35 euros).

Para hacer más agradable el viaje, este tren ofrece un menú de 41 francos suizos (27 euros) guisado en el vagón cocina y servido directamente en el asiento o en el coche restaurante, donde los manteles blancos, la cubertería y los platos de porcelana hacen palidecer el servicio de cualquier otro medio de transporte.

En un trayecto que realiza desde el 25 de junio de 1930, el Glacier Express propone un paseo en tren por la naturaleza y la arquitectura suiza, en el que apuesta por el mero placer de mirar por la ventana para ganarle el pulso al tiempo.