Jueves, 16 de Enero 2025
Internacional | Los resultados de la pericia psiquiátrica relevan personalidad inestable

Con delirios de grandeza el mayordomo espía del Papa

Paolo Gabriele dijo sentirse inspirado por el espíritu santo para llevar a la luz pública la corrupción y el mal que existe en el seno de la iglesia católica

Por: NTX

Carlo Fusco, abogado de Paolo Gabriele. AP  /

Carlo Fusco, abogado de Paolo Gabriele. AP /

CIUDAD DEL VATICANO (13/AGO/2012).- Un amante del espionaje, un mentiroso compulsivo con una personalidad sugestionable y delirios de grandeza, son algunas de las características del mayordomo que será enjuiciado por robar y filtrar documentos confidenciales del Papa.

Paolo Gabriele, de 46 años y con tres hijos, lo tenía todo. Contaba con un trabajo fijo en el Estado más pequeño del mundo, casa y seguridad económica; además ayudaba cada día en las labores domésticas a uno de los grandes líderes religiosos del mundo.

Dentro de aquel hombre rígido y laborioso, se escondía una personalidad frágil; necesitada de afecto y contención. Así quedó claro en la sentencia publicada este día por El Vaticano y con la cual se determinó enviarlo a juicio por el delito de robo agravado.

El ayudante de cámara de Benedicto XVI, arrestado el 23 de mayo pasado como uno de los artífices del escándalo "vatileaks" y que ahora se encuentra en régimen de arresto domiciliario, fue sometido a una pericia psiquiátrica durante los 50 días que estuvo detenido.

El estudio, compuesto por tres coloquios clínicos que incluyeron la suministración de "reactivos mentales", dio como resultado una personalidad caracterizada "por una profunda necesidad de recibir atención y afecto de parte de los otros".

"(Esto lo lleva) a acceder a las necesidades de quien se muestra acogedor con él, amigable y disponible a demostrarle estima y confianza. En este caso Gabriele puede ser sujeto de manipulación de parte de aquellos que muestran esas actitudes", indicó la sentencia.

Dos diversos peritos analizaron el caso, el segundo identificó una personalidad afectada por una identidad "incompleta e inestable", propensa a ser sugestionada, imbuida por "sentimientos de grandeza" y "alterada rigidez moral".

Pero, según concluyeron los magistrados vaticanos, esta condición psiquiátrica nunca afectó el pleno uso de las facultades mentales del imputado, que siempre actuó con plena conciencia de sus actos.

Lo cierto es que, en la profunda crisis que provocó en la Santa Sede el "vatileaks", Paolo Gabriele jugó un rol de primer plano y él justificó sus acciones en una pretendida lucha contra la suciedad dentro de la Iglesia católica.

De acuerdo con sus propias declaraciones, el ver corrupción dentro del Vaticano lo llevó a una manía desenfrenada por fotocopiar cientos de documentos confidenciales del papa para luego almacenarlos caóticamente tanto en su casa como en la residencia estiva del Vaticano, ubicada en Castelgandolfo.

"Preciso que viendo mal y corrupción por todas partes en la Iglesia, llegué en los últimos tiempos, aquellos de la degeneración, a un punto de no retorno, bajándose en mí los frenos inhibitorios", reconoció el mayordomo en uno de los interrogatorios.

"Estaba seguro que un shock, incluso mediático, habría podido ser saludable para regresar a la Iglesia a su justo carril. Además, en mis intereses, siempre ha estado el del espionaje, en algún modo pensaba que en la Iglesia este rol fuese justamente aquel del Espíritu Santo, del cual me sentía en cierta manera infiltrado", agregó.

Los delirios de grandeza lo llevaron no sólo a sentirse instrumento directo del Espíritu Santo, sino también a mentir descaradamente ante sus principales colegas de trabajo el 21 de mayo pasado, cuando fue convocada una tensa reunión de la llamada "familia pontificia", de la cual él formaba parte.

En ese encuentro, realizado a puerta cerrada, participaron los dos secretarios privados de Benedicto XVI, Georg Gaenswein y Alfred Xuereb, así como la religiosa Birgit Wansing, cuatro señoritas consagradas que asisten al pontífice, así como Gabriele.

Dos días antes, el sábado 19, había salido a la venta el libro "Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI" del autor italiano Gianluigi Nuzzi. En él se publicaron decenas de documentos confidenciales, algunos de los cuales apuntaron las sospechas sobre el mayordomo.

A pesar de haberse reunido en numerosas ocasiones con Nuzzi en secreto, cuando Gaenswein en aquella reunión le preguntó directamente si él había sido el responsable de la filtración, Gabriele negó con firmeza, mintiéndole en la cara a sus colegas.

Pero su suerte ya estaba echada, el 23 de mayo Gaenswein informó a Gabriele que había sido suspendido de su puesto en una llamada telefónica en la cual el mayordomo dijo ser un "chivo expiatorio" y agregó, fríamente, que tenía la conciencia tranquila luego de un coloquio con su padre espiritual.

Finalmente la verdad salió a la luz y en un interrogatorio el imputado prácticamente confesó reconociendo que había procedido a la duplicación de los documentos fotocopiándolos en la oficina y llevándolos posteriormente a su casa.

Y luego aceptó que, incluso en medio del peligro, siguió robando documentos. "En los últimos tiempos, cuando la situación degeneró, me encargaba de no quedarme sin copias duplicándolas mediante la fotocopiadora incluida en la impresora del ordenador", sostuvo.

Todos los informes sustraídos fueron tomados de entre aquellos que se encontraban directamente en el escritorio de Gaenswein o en una mesa cercana. "Nunca fui a revisar los expedientes cuando estaban puestos fuera del escritorio", aclaró.

Aún así los movimientos del mayordomo estuvieron siempre acompañados de una gran dosis de peligro. Él mismo aseguró que fue movido por su "fe profunda" y por el "deseo que en la Iglesia se hiciese luz sobre cada hecho".

"Aunque la posesión de tales documentos es una cosa ilícita he considerado tener que hacerlo empujado por diversas razones como mis intereses personales, además consideraba que también el Sumo Pontífice no fuese correctamente informado sobre algunos hechos", explicó en uno de los interrogatorios.

"Naturalmente sabía de correr peligros, en el sentido que existía el riesgo de ser descubierto. Sobre todo por las graves consecuencias de este comportamiento. Sabía también que no habría podido escapar o sustraerme porque esto habría sido expresión de cobardía", dijo en otro momento.

Por lo tanto el mayordomo era consciente de las dificultades que afrontaba, pero igual siguió adelante. Casi como si el robo sistemático de documentos fuese una droga o una enfermedad irresistible.

Todo este comportamiento contrasta con la idea de que el secretario papal Georg Gaenswein tenía de Paolo Gabriele. En la sentencia se pueden leer algunos párrafos del testimonio del sacerdote sobre su opinión del mayordomo.

"Era una persona que tenía necesidad de ser continuamente guiado. Era un ejecutor al cual no se podía confiar tareas de naturaleza diversa, aún más, a veces era necesario repetirle las cosas más de una vez", estableció.

Según el secretario, opinión coincidente con los peritos, el artífice del "vatileaks" tenía un carácter más bien sugestionable a las influencias de terceros. Pero la sentencia difundida este día estableció que, sustancialmente, él sólo ideó el plan para la fuga de noticias.

Este es, sin duda, el punto débil de todo el proceso judicial. Porque no es difícil pensar en la posibilidad que otros personajes hayan influenciado las decisiones de Gabriele. Pero, por ahora, no existen nombres ni hipótesis.

"Fui sugestionado por las circunstancias del ambiente, en particular de la situación de un Estado en el cual existían condiciones que determinaban escándalo para la fe, que alimentaban una serie de misterios no resueltos y que despertaban difundidos malhumores". Esa es la versión del mayordomo.

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