Jueves, 09 de Octubre 2025
Entretenimiento | He podido conocer el verdadero fondo moral de muchos servidores públicos al observar en sus semblantes.

HISTORIAS DESDE LA BANQUETA: El prohombre mexicano Juan Pérez

En el que la cooperativa de limpiaparabrisas cae en la corrupción y los cuidacoches levantan la mano para participar

Por: EL INFORMADOR

 “He podido conocer el verdadero fondo moral de muchos servidores públicos al observar en sus semblantes el disgusto que les causa la demanda de auxilio o de justicia de las gentes pobres. Entonces pienso más en la tragedia interminable de nuestro propio pueblo.”

- ¿Una cooperativa de limpiadores de parabrisas? ¿No le parece, al menos, bizarro? ¿No ve que pueden llevarlo otra vez a la cárcel...?

El espíritu del general Lázaro Cárdenas voltea hacia el crucero, cansado de las mismas preguntas del inspector mandado por el Ayuntamiento para verificar la legalidad de lo que pasaba luego del reporte policial; ambos están sentados en una banca del parque.

Unos metros detrás de ellos el bolero Juan Pérez hace reír a los pequeños, los hijos de los limpiaparabrisas, explicándoles cómo fue que un cura de cabello largo y ánimos independistas llegó a las páginas de los libros de texto gratuitos. En el crucero, frente al General y el funcionario, los 12 limpiaparabrisas organizados en cuatro equipos, uniformados con delantales y provistos de fotocopias de poemas recitan mientras limpian los cristales: se acercan dos por un lado y uno por el otro, y cuando se encuentran automovilistas relajados, sonrientes, el primero les arroja a bocajarro algo como:

- La mujer sin el hombre apagada va.
Y su compañero sigue de inmediato:
- Apagado va el hombre sin luz de mujer.
Para que un tercero termine:
- La luciérnaga en celo se deja ver.
Lo que finaliza en una sonrisa sorprendida del automovilista y unas monedas que cambian de mano. Los limpiaparabrisas hacen su trabajo y le regalan al conductor un pequeño papel con la copia de la poesía.

- ...Y es que están lucrando con el espacio público, es la misma ilegalidad que los cuidacoches, y no me va a decir que pretende institucionalizar algo fuera de la ley... -insiste el Inspector.

- Ellos no tienen trabajo y el gobierno no ha sido bueno para ofrecerles uno, ni siquiera para tomarlos en cuenta, ¿por qué no entonces crear algo provisional que les permita tener recursos? –responde el espíritu de Lázaro Cárdenas.

- Pero los impuestos...

- Si d’eso se trata podemos pagar... -irrumpe el líder de los limpiaparabrisas Juan Pérez- ...Usté díganos de a cómo va’ser y aquí orita a ver cómo le hacemos pero de que sale, sale.

El Inspector Municipal observa de arriba abajo a Juan Pérez. Su semblante adquiere tintes de disgusto, de asco. El general Cárdenas se percata.

- Aquí lo que se obtiene de limpiar los parabrisas se reparte equitativamente entre 13 personas, 13 trabajadores; ¿qué le parece que lo que se obtenga se reparta entre 14, y así esa parte adicional le correspondería al Ayuntamiento?
 
El Inspector sonríe media sonrisa.

- ¿Y si fuera mejor unas 17 partes, digo –sonríe ampliamente- para ya no tener que venir a molestarlos?

El espíritu de Lázaro Cárdenas fijamente mira al Inspector. El Líder de los limpiaparabrisas rechina los dientes, mueve la cabeza en señal de indignación y escupe ruidosamente hacia un lado. El General piensa que no puede librar dos batallas al mismo tiempo, que en el fondo el servidor público tiene razón aunque en lugar de proponer soluciones busque lucrar con la pobreza. Pero cubrir 17 partes restaría demasiado al ingreso de los limpiaparabrisas.

En la zona de la escuela ambulante, que no es más que una lona que logró ser amarrada entre dos ramas cercanas sobre un espacio lleno de césped, el bolero Juan Pérez explica animado porqué la gente grita exaltada cada septiembre; los pequeños ríen. Dos niños ajenos al grupo llegan de pronto y se quedan mirando con curiosidad la escuela improvisada. El Bolero los ve y los invita a integrarse al grupo, adivinando por su vestimenta y sus semblantes que requieren por lo menos esa educación improvisada. El líder de los limpiaparabrisas Juan Pérez observa lo que sucede desde su posición junto al General y el Inspector. Detrás de los dos niños nuevos llegan dos hombres del mismo aspecto. El Líder de los limpiaparabrisas achica los ojos y los reconoce, sonríe media sonrisa y camina hacia donde están; el General y el Inspector lo siguen con la mirada.

- ¿Qué onda vale?
- Ese Juan, qué ha’bido;
- Ss’aquí, ya ves, chambéandole pus ¿ya qué?
- Nuai diotra edá.
- Nel... Qué, ¿siguen en l’onda de cuidar los coches edá?
- Simón, por allá –el cuidacoches señala una calle cercana.
- Ája... y qué, ¿vienen a tráir los niños a la escuela?
- Pus eso, ¿hay modo?
El líder de los limpiaparabrisas Juan Pérez sonríe ampliamente. El bolero Juan Pérez, maestro improvisado, adivina el reverso de la sonrisa cuando uno de los cuidacoches le da al limpiaparabrisas dos billetes; pone un gesto de disgusto. Voltea a ver al general Lázaro Cárdenas, quien se levanta de la banca y camina enérgicamente hacia donde están. El Inspector sonríe. Los dos sujetos que llegaron con los niños nuevos se van, dejando a los pequeños en el grupo de estudiantes improvisados; el líder limpiaparabrisas va directo hacia el Inspector. El espíritu de Lázaro Cárdenas y el bolero alcanzan a escuchar las palabras de ambos hablando.
- ¿Con eso enton’s? –el limpiaparabrisas le da uno de los billetes al Inspector.
- Pues para empezar... Pero no se porten tan pichicatos pa’lotra –responde el Inspector. Mira sonriendo al General y al Bolero; se despide y se va. El General, los dientes apretados, se acerca al líder de los limpiaparabrisas Juan Pérez.
- ¿Qué pasó Juan?
Juan Pérez, limpiaparabrisas, lo mira con sonrisa sincera.

- Ya s’arregló jefe: los cuidacoches de aquí de l’otra cuadra quieren que sus morros estudien, y pus como aquí el valedor –señalando al Bolero- es buen maistro, pus le dije que yes pero que se pusieran la del Puebla, y,
- ¿Les pediste dinero para dejarlos traer a sus hijos a la escuela ambulante?

- Simón mi General, ¿a poco no fue buena idea? –responde el limpiaparabrisas, y tocándole el hombro al bolero, no sin sorna aunque adivinando el enojo de Lázaro, se va hacia el crucero, a seguir limpiando parabrisas.

El bolero Juan Pérez observa al espíritu del general Cárdenas suspirar y bajar la mirada, pensando que corrupción con corrupción no se acaba. De pronto, antes de caer del todo el ánimo, se le ilumina el rostro al General: una idea le electriza el pensamiento.

por: alejandro silva

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