La atleta de Volvogrado revalidó su título olímpico pero además puso todo su cuerpo a tanta altura del suelo (5,05 metros), que Stuczynski hubiera necesitado una grúa para llevar a cabo su propósito.La estadounidense tuvo que resignarse a contemplar desde el banquillo cómo Isinbáyeva, sola en el solemne escenario del estadio Nacional de Beijing, con el resto del programa atlético agotado, batía en su tercer intento su récord mundial número 24."Mi objetivo es hacer daño y sorprender a una rusa", había dicho Stuczynski. El comentario llegó a oídos de Isinbáyeva, que entiende perfectamente el inglés. "No soy sorda. Me ha indignado lo que ha dicho", comentó la zarina de la pértiga.La competición puso a cada una en su sitio. La norteamericana se quedó en 4,80 mientras la rusa, que empezó en 4,70, cuando siete finalistas ya habían terminado, continuó en competición hasta concentrar la atención de los 91 mil espectadores que abarrotaban, como todos los días, el majestuoso Estadio Nacional de Beijing.Stuczynski no se arrugó pese a su derrota: "Ella (Isinbáyeva) tiene más experiencia. Ya había estado en otros Juegos y en otros Mundiales. Lleva saltando diez años más que yo. Es solo cuestión de tiempo", amenazó.Isinbáyeva, por el contrario había logrado todos sus objetivos: la victoria, el récord mundial y cerrar la boca a su adversaria. "Quería demostrar quién es la mejor en los Juegos Olímpicos. Ella (Stuczynski) debe respetarme y saber cuál es su puesto. Ahora ya lo sabe".Después de conseguir su segunda medalla de oro olímpica, la rusa prefirió no dar demasiada cancha verbal a su oponente. "Me indignó que hablara así de mí, pero no quiero hablar más del asunto. Lo que quería era hablar en la pista".Isinbáyeva no se arredró por los comentarios de la norteamericana, ni se arrugó tampoco ante el listón situado a 5,05 metros. "En algunos estadios, 4,5 metros parecen seis, pero no en este", explicó.