Deportes | Por Francisco Baruqui M. DE LOS TOROS… CON VERDAD Tres toreros con fuste... Por: EL INFORMADOR 2 de noviembre de 2008 - 23:20 hs Muchos creyeron, — ¡oh ingenuos…! —, que para la apertura de la temporada “formal”, conformándose un cartel por cuanto a toreros de los que en el argot decimos “sin desperdicio”, dado el equilibrio, gusto y atractivo por cuanto a los diestros, el nivel del ganado podría estar a la altura de la categoría de los artistas, pero al ver anunciada la corrida de Montecristo, la mosca se puso en la oreja de la desconfianza y… Y quienes sabemos del fondo de bravura y casta que hay en la dehesa, condiciones sobradamente reconocidas y manifestadas, un alto grado de decepción nos invadió toda vez que sería la carta de presentación de una breve temporadilla, que a la postre por el resultado de las reses, desmotivante por donde mirarse se quiera, desterrará de nueva cuenta a muchos ilusionados que salieron con desencanto. La entrada, por como están las cosas, era de lujo, con dos tercios del aforo en una tarde luminosa y azul con mucho ánimo de un público que al final, por parte de muchos, se sintió defraudado por cuanto a la presentación terciada de los bureles y la por demás exhibida mansedumbre y descastamiento que derivó en sosería dando al traste el esperado festejo. Astados variopintos y astifinos sí, como de diferentes hechuras, varios acochinados cortos de cuello y contrastantes de encornaduras, unos armados y otros cornicortos pero todos, con matices, blandengues, faltos de brío, humillados desde la salida, acudiendo obligadamente a varas recibiendo picotazos doliéndose al hierro llegando al tercio último sin fuerza, doblando los remos, pegados al piso y sosos, salvándose por un pelín el tercero y el quinto que se dejaron más por su claridad y recorrido, pero el resto… Decepcionante varios por lo impresentables para una plaza como la guadalajarense, por sobre de todos el jugado en segundo, auténticamente para festival, lo que de nueva vez denota la actitud de una autoridad pusilánime que traga de todo, y que sigue definiéndose por su falta de capacidad, de carácter y, de ver… Mucho, con razón y ni qué hablar, se esperaba de la terna, diferentes estilos, distintas personalidades y expresiones, pero plenas de sello y torería. Así… Así, la esencia de un Morante de la Puebla, con el lote menos propicio, pudo aflorar a momentos en un toreo de capote sedeño, en lances a la verónica abriendo el compás, jugando los brazos con cadencia y rematando con medias para seguir con chicuelinas para pintura, y con la muleta tener destellos de su arte sin par en los tres que mató, — regalando un sobrero como séptimo de la misma ganadería, otro de los impresentables —, mostrando empeño en trasteos largos, pasando la pena negra con la espada cuando es de los toreros que no entra a matar sino… Sino a ver si mata, quedándose en la cara sin pasarse acusando poca determinación y pinchando de más empero… Empero su arte indiscutible, con levedad, pero ahí quedó. Silencio; pitos y silencio de nuevo. Siempre he tenido fé, desde sus principios como novillero en Ignacio Garibay. Y la he tenido porque es un artista que se toma en serio fiel a un estilo interpretativo que sigue un toreo de elegancia y fino corte con exposición, vamos, valor auténtico y cabal — algo nada frecuente en los del arte —, con una vergüenza profesional y un orgullo torero que le llevará, al tiempo, a figura del toreo. Poco pudo hacer con el segundo, una sabandija panteonera repudiada por su carente importancia desde que salió que llevó a un espectador a estentoreamente exclamar recordando el sainete vergonzoso de Tomás dirigiéndose al gerente: —¡Sahagún, otra vez nos volvieron a robar…! —, y otro más que molesto se manifestaba: — ¡Y así quieren meter a la gente..! —, al que despenó de media tendida y descabello al tercer golpe para silbidos. Sin embargo, en el quinto, un berrendo en mulato, bragado, meano, lucero, cinchado, — la mancha blanca se cerraba arriba de los cuartos traseros —, y calcetero, el más toro del encierro, Garibay se desbordó con verónicas armoniosas, bajando las manos, quebrando la cintura con ritmo, siguiendo con chicuelinas al paso que le valieron aplausos, para con la flámula iniciar con pases estatuarios por alto barriendo los lomos clavadas las zapatillas en la arena, para en los medios ya, ir conformando una faena con ayudados por abajo con la derecha y toreo al natural haciéndose del astado que en un instante en el que le dio luz, — dejando espacio entre el engaño y el hombre —, fue alcanzado Nacho en una de las cogidas más espeluznantes que en mi ya largo peregrinar por cosos de todo el mundo haya visto. Lo alcanzó empitonándolo para matarlo, haciéndole girar para de caída ya en el aire todavía, rematarlo de nuevo pasándoselo de un pitón a otro y en el piso encelarse con él y levantarlo de nuevo cayendo como fardo… Instantes larguísimos de verdadera tragedia que duraron vaya usted a saber cuánto, jugando el de Montecristo con él cual pelele, siendo retirado como un guiñapo por las asistencias sintiéndose que llevaba la, o las, cornadas dada la agudeza de las afiladas puntas de las astas. Varios minutos de espera y salió de la enfermería vendado del muslo derecho, sin chaquetilla ni chaleco, floja y desabotonada la taleguilla y desatados los colgantes machos tirando Garibay los tirantes para volver a la cara del toro con determinación y entrega entre la ovación y los gritos de ¡Torero..! ¡Torero! que coreaba el público de pie. Otra serie de toreo por abajo para tras de un pinchazo, cobrar entera tendida y un descabello ganándose una oreja de ley. Vaya pedazo de torero que es Ignacio Garibay. Aquí sí, lo aseguro, la carta fuerte de la torería mexicana para hablarse de tú a tú con la ibérica. ¡Olé los toreros machos..! Ilusionaba ver a Sebastián Castella luego de una temporada española triunfal en la que se proyectó a un sitio de privilegio pero… Pero para llegar transmitiendo es un diestro que necesita el toro que es con lo que más luce y no, definitivamente que no con lo de ayer… Con lo de ayer se inventó la faena del tercero siendo trompicada la muleta de inicio por los dos lados, pero en cuanto se hizo del torillo metiéndolo en la zarga, desgranó ayudados con la derecha y al natural con la de cobrar muy templados, expresando una estética torera de impacto que supo llegar a los tendidos manteniendo el ritmo de su labor rematando con largos de pecho de pitón a rabo que le valieron el batir de palmas. Gran expresión, que sí pero sin la emotividad que la bravura da… Faltó toro. Todo, repito, se lo inventó el fino artista francés que al igualar a la res e irse decididamente tras del acero, sepultarlo en sitio y sorprendentemente llevarse dos orejitas pueblerinas de las que se deshizo Sebastián apenas empezar a dar la vuelta al ruedo. Con gusto… Con mucho gusto se le vería de nueva vez pero, enfatizo e insisto, con toros. Muy inconforme y desencantado al extremo salió el público de la plaza, sintiéndose nuevamente defraudado. No es el camino señores de la empresa, que no. Y digo que no porque como lo he escrito y hablado en más de una vez: Si se han propuesto hacer las cosas tan mal, no les sale tan bien… ¡Bah….! Correo electrónico: francisco@baruqui.com Temas Toros De los toros con verdad Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones