Jueves, 09 de Octubre 2025
Deportes | Por Héctor Huerta

Atuendo futbolero

“La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”

Por: EL INFORMADOR

Gilbert Keith Chesterton.

No se necesita ser genio para darse cuenta que lo que compró Jorge Vergara con la llegada de Raúl Arias fue una promesa de sacar puntos (además de que fue engañado al decir que cambiaría su estilo de “salir a no perder, no a ganar” que le enseñó su gurú Carlos Hurtado), agobiado ante la crisis que pasaba el Guadalajara con Paco Ramírez y asustado por la reciente goleada ante San Luis que precipitó la caída del ex auxiliar de Ricardo La Volpe y Sven Göran Eriksson.

Ahora Vergara debe estar meditando seriamente el error cometido, porque bien dicen que “no todos los caminos son para todos los caminantes”.

¿Quién es el verdadero Raúl Arias que contrató Jorge Vergara? ¿El que descendió el torneo pasado al Necaxa a la Primera “A”, hoy llamada Liga de Ascenso? ¿O aquél que venció en la final a Chivas en 1998, hace 11 años? Su único título, por cierto.

Antes de que llegara Arias, Chivas apenas llevaba una victoria y dos empates, además de cuatro derrotas en siete partidos. Pero, ojo, tenían 11 goles a favor. Lo malo es que tenían 18 en contra.

Pero hoy, en seis partidos, Arias apenas lleva anotados cinco goles, es decir, seis menos que Paco Ramírez, aunque en lo que hay mejoría es en la recepción de goles con apenas cuatro en seis juegos. Pero si de los primeros 12 puntos ganó 10, de los últimos seis ha perdido todos.

Los resultados de Arias hablan de que no mete ni un gol por partido y que salvo el de Tecos (donde hizo dos), en los demás lleva uno o nada.

Ya habíamos anticipado que su verdadera prueba se vendría con cuatro partidos de visitante seguidos que tendría para saber si había posibilidades reales de mejoría. De los tres primeros, ha perdido dos y ganado uno, a Tecos. Viene ahora Morelia. Y hasta después se presenta un partido fácil ante Indios, en el que se deben sumar tres puntos.

Pero ayer, en el partido que más le interesa a la afición, Arias y sus Chivas jugaron 45 minutos de vergüenza, de lamento, de traición histórica al futbol que materializó el éxito de puros mexicanos contra equipos llenos de extranjeros.

El “Campeonísimo” consiguió siete títulos jugando a la ofensiva, dando un gran espectáculo y ganando muchísimos partidos siendo fiel a un estilo; luego vino el campeonato 1986-87 con Alberto Guerra, jugando a la ofensiva, con alegría, dando partidazos de local y de visitante, y consagrándose campeón de manera espectacular en la final contra Cruz Azul; el décimo campeonato de liga con el “Tuca” Ferreti, en Verano del 97, fue con una final esplendorosa en la que le metieron seis goles al Toros Neza de Enrique Meza; y el onceavo campeonato se logró con un gran equipo que formó José Manuel “Chepo” de la Torre en 2006, con una sólida defensiva, un buen medio campo y un tridente ofensivo de miedo con el “Bofo” Bautista, Omar Bravo y Alberto Medina, y un gran líder como Oswaldo Sánchez en la portería.

Esos 11 títulos fueron conservando la esencia de jugar bien al futbol, ser ganadores y ser fieles con la afición que busca espectáculo. Muchos de esos títulos se lograron ganando, gustando y a veces goleando. El gol era un sinónimo de juego de Chivas.

Cuando Vergara indicó que su filosofía sería la del espectáculo y el juego ofensivo, nunca pasó por la mente de ningún aficionado chiva que algún día, el rey del juego defensivo, Raúl Arias, viniera alguna vez a las filas del equipo.

Hoy está Arias y el Guadalajara no propone nada. El América pudo golearlo desde el primer tiempo, con el tanto de Aquivaldo Mosquera, pero la falla del árbitro Mauricio Morales que perdonó un penal de Édgar Mejía (mano dentro del área) y la falla de Ángel Reyna que tapó Luis Michel, más otras atajadas del portero, evitaron la humillación para el planteamiento mezquino, mediocre, terrorífico del entrenador que por desgracia Vergara colocó en la banca.

Es otro momento de reflexión: dos derrotas seguidas, apenas cinco goles en seis partidos, cero espectacularidad, cada vez menos aficionados en las tribunas del Estadio Jalisco y la sensación de que la filosofía histórica de Chivas fue traicionada.

Perder un Clásico duele mucho. Pero perderlo así, con un equipo mezquino y mediocre, debe doler más a los millones de aficionados que hoy, tristemente, ven en qué está convirtiendo Jorge Vergara su obra de vida deportiva.

Diríase que Vergara dejó la Iglesia en manos de Lutero...

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