* “Ya la vimos...”

Es la misma película de siempre...

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En vísperas del primer partido del hexagonal en que se distribuirán los boletos correspondientes a la Concacaf para el Mundial del año próximo, es muy probable que Sven-Goran Eriksson haya vivido la misma experiencia que la generalidad de los aficionados mexicanos.

El viernes, en la apertura de la cuarta jornada del Torneo de Clausura, los “Tecos” anotaron dos goles. Ambos llevaron la misma firma: la del argentino Claudio Graf. Sin embargo, el Monterrey ganó el partido. De sus tres goles, uno fue de Walter Ayovi (ecuatoriano) y otro de Humberto Suazo (chileno).

El sábado, los goles del empate a uno entre Cruz Azul y Tigres fueron anotados por dos paraguayos: Christian Rivero y Ariel Bogado. En la victoria de Jaguares sobre Atlante, Danilinho --brasileño, obviamente-- anotó uno de los goles. En el empate a uno de Necaxa y Chivas, el gol de los “hidro-rayos” fue de Alfredo Moreno (argentino).

El protagonista principal del triunfo del Morelia sobre los “Pumas”, el domingo, fue Andrés Mendoza (Peruano). En la victoria del Toluca en Puebla, Héctor Raúl Mancilla (chileno, campeón goleador del precedente Torneo de Apertura) anotó uno de los dos goles.

El encuentro más publicitado de la jornada fue el América-Pachuca. De los tres goles que hicieron posible el triunfo de los “Tuzos”, dos correspondieron a la “legión extranjera (Christian Giménez, argentino como cientos --cuando no miles-- que han jugado en México, y Blas Pérez, originario de un país del que se ignoraba que produjera jugadores de futbol: Panamá).

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Eriksson debió haber tomado apuntes. De la jornada, por sus aportaciones significativas a los resultados, por haber desempeñado roles relativamente protagónicos, por haber sido arquitectos y no simples albañiles en sus escuadras, salieron algunos aspirantes naturales a la Selección: Oribe Peralta (Jaguares), Ulises Mendívil (Pachuca), Francisco Gamboa (Toluca), y eventualmente alguno más que se esconde en el polvoriento tapanco de la memoria...

Tal vez el repaso de esos hechos sea de alguna utilidad para entender por qué uno de los oficios más ingratos del mundo sea el de ser técnico nacional en México: un país donde se considera que la Selección Nacional tiene que sacar resultados positivos haciéndole túneles a la lógica. Es decir, un país “futbolero” donde los millones de “expertos” que hay en la materia, a quien se designa para el cargo le exigen milagros.