* Rafa

¡Y ahora, esa...!

Tras la famosa cartita que algún amanuense de sus confianzas confeccionó para qué él y --supuestamente-- los otros doce seleccionados nacionales exhibidos como juerguistas y sancionados por la Federación Mexicana de Futbol, demandaran la destitución de Néstor de la Torre como director de Selecciones Nacionales, Rafael Márquez, a la voz de “Ya encarrerado el ratón...”, se postula como salvador (futbolísticamente hablando, se sobreentiende) de la patria.

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Tan gris, tan elusivo con la prensa como era, la secuela del incidente de “la fiesta inolvidable” le sirvió de catarsis, por lo visto, para que aflorara su otra personalidad. Así, “El vizconde de Cataluña” --como lo apodó, imaginativo a rabiar, un narrador deportivo-- aprovechó la súbita celebridad que le regaló el episodio para declarar, con la enjundia de alfeñique característica de sus parlamentos, que “el día de mañana” le gustaría pedir a los dirigentes del futbol mexicano que le den “todo el poder que hay” --nada de medias tintas, pues-- para transformar al medio.

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Por supuesto, Rafa no es el primer iluminado que se apunta como “el hombre del destino” del futbol mexicano. Su predecesor más reciente fue Hugo Sánchez. En los años --previos a su vertiginoso ocaso-- en que aún era figura en el Real Madrid, cada retorno suyo a México era ocasión de multitudinarias ruedas de prensa y de declaraciones suyas, pródigas en augurios de una metamorfosis espectacular de un futbol que dejaría de ser mediocre y pasaría a ser fiel reflejo de su presunto líder.

Al margen de que el tiempo (“supremo juez...”) puso a Hugo y a sus delirios de grandeza en su sitio, es obvio que entre Rafa y él hay un abismo...

Hugo --un universitario, entre otras cosas--, al menos, parecía tener un diagnóstico claro acerca de las carencias más acendradas del futbol mexicano y de los complejos más característicos de quienes viven en torno suyo.

De Rafa, en cambio, no se recuerda, en esa prensa mexicana a cuyos representantes rehuía cada vez que el destino parecía hacer coincidir sus caminos, una sola declaración que avale su capacidad analítica, su agudeza crítica, su perspicacia o su talante ejecutivo.

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Más allá del futbol de cancha, pues, los talentos de Márquez (las prendas que llevarían a los dirigentes a entregarle “todo el poder que hay”) están más inéditas que la belleza de un ostión.