* ¡Palo...!

Cuando las barbas del Real Madrid están viendo pelar, otros, en todo el mundo, harían bien en poner las suyas a remojar...

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De todas partes surgieron, espontáneas, las reacciones de sorna. El Real Madrid, el multimillonario elenco que pretende convertirse en equipo de futbol más caro de la historia, había perdido el partido de ida de octavos de final de la Liga de Campeones de Europa ante el Olimpique de Lyon por 1-0. Se calculaba que en el de vuelta, en el “Santiago Bernabéu”, los galos pagarían cara la afrenta. Al margen de que el Madrid pudo hacer los goles que hubieran hecho efectivo el pronóstico, la realidad fue diferente. Y así como volvió a demostrarse que “los goles no se merecen: se hacen”, también volvió a demostrarse, como decía la crónica de José Sámano en “El País”, que “los títulos no se compran: se ganan”.

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Al Real Madrid se le llamó, desde hace una década, el equipo “galáctico”. El calificativo obedecía a la creencia de que una constelación de estrellas como la que armó Florentino Pérez, su presidente, a punta de cañonazos de millones de euros, no en contraría rivales en este planeta, y que tendría que salir a buscarlos en el resto de la galaxia.

La historia se repitió. A raíz de que el Barcelona tuvo un ciclo de ensueño y se erigió en “campeón de todo” en un 2009 que fue, en consecuencia, de pesadilla para su archiadversario deportivo, Florentino volvió a la presidencia “merengue”, decidido a poner punto final a los años de mediocridad a que lo había condenado el gran Barsa de los Joan Laporta, Pep Guardiola, Messi y compañía. Volvió, con su librito bajo el brazo, a echar mano de su vieja fórmula: decidió que con Cristiano Ronaldo, Kaká y los sobrevivientes de un plantel de suyo millonario, haría temblar al mundo del futbol.

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Con todo y lo circunstancial que haya sido el resultado del partido del miércoles, la cancha volvió a demostrar que en el futbol no caben las fórmulas que eventualmente funcionan en el mundo de las finanzas.

Lo más caro no necesariamente es lo mejor. (De eso, en México, han tenido dolorosas lecciones los América, Cruz Azul... e incluso Guadalajara, cuando abandonó sus raíces, desdeñó su historia y se propuso —con los mediocres frutos cosechados en los torneos anteriores— ganar títulos a golpes de chequera).