* La mona

Tan trivial como se quiera, hay un tema de rabiosa actualidad que retrata de cuerpo entero a un porcentaje significativo de la “familia futbolera” en México: el furor de los aficionados por las nuevas camisetas de los equipos.

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A unos días de la conclusión del Mundial de Sudáfrica (hace una semana, Alemania y Uruguay se disputaban el tercer lugar; mañana cumplirá una semana España como campeón mundial), cuando crítica, dirigentes y aficionados aún deberían estar rumiando el fracaso que fue para México quedarse por debajo de las metas planteadas por los dueños del balón, a fin de aplicar desde ahora algunos correctivos de cara al Mundial del 2014 en Brasil, sucede lo que estamos viendo: el período de examen de conciencia se dio por cerrado desde el momento en que Javier Aguirre asumió voluntariamente el papel de “chivo expiatorio”, anunció “urbi et orbi” su decisión de cerrar su ciclo como técnico nacional..., y, sin más, se dio vuelta a la página.

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Ahora, mientras en Francia, Italia, Alemania y aun Estados Unidos —donde el futbol apenas está en vías de adquirir, a plenitud, carta de ciudadanía— se  revisa la experiencia sudafricana al efecto de detectar errores y empezar a corregirlos, los medios, en México, se interesan más en las sedas y percales con que se vestirán las monas en el torneo doméstico próximo a iniciarse, que en las medidas que sería pertinente tomar para recuperar gradualmente el prestigio que se perdió y escalar peldaños a partir del vigésimo cuarto lugar que asignó la FIFA al “Tri” tras el examen más reciente.

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Tanto interés por lo accesorio contrasta bruscamente con el desdén por lo sustancial.

Las camisetas que anualmente los clubes rediseñan y venden a sus simpatizantes, forman parte de uno de los aspectos estrechamente vinculados con el futbol: la mercadotecnia; la comercialización masiva de una serie de productos. En ese aspecto, en la medida en que todos los equipos modifican sus uniformes para estar a la moda, es obvio que el futbol mexicano está tan profesionalizado como el que más...

Lamentablemente, mientras ese afán no se contagie a la preparación física, técnica y mental de la materia prima —el jugador de futbol—, al futbol mexicano parece quedarle a la medida el añejo refrán que Iriarte convierte en moraleja de conocida fabulilla: “Aunque se vista de seda / la mona, mona se queda”.