* La final

¿Cruz Azul...? ¿Toluca...? Hoy comenzará a despejarse la incógnita.

*

El domingo pasado quedó muerta y sepultada la condición de gran favorito que súbitamente adquirió el Santos Laguna, un poco porque se trataba del campeón defensor --aunque entró a la fase decisiva “de panzazo”--... y un mucho porque Cuauhtémoc Blanco se convirtió, de golpe y porrazo, en la estrella por excelencia en la cartelera de la “liguilla”.

En la ronda inicial de la fase decisiva --el campeonato propiamente dicho, habida cuenta de que la larga ronda clasificatoria se limita a ser la botana del banquete del que hoy mismo comenzará a servirse el plato fuerte--, quedó fuera de combate el San Luis: algo digno de destacarse, desde luego, porque da la maldita casualidad de que los “Gladiadores” marcaron el paso y terminaron la fase preliminar como líderes de la clasificación general; algo digno de subrayarse, también, porque si de la inevitable polémica se hubiera desprendido --mera hipótesis-- un golpe de timón que hubiese restablecido el sistema tradicional de los torneos largos, los tuneros serían, desde hace varias semanas, los orgullosos y aún flamantes campeones.

*

Tampoco tiene caso, a estas alturas de la película, dedicar más lágrimas de cocodrilo a la incapacidad de los Guadalajara y América --los equipos más populares de México-- de estar a la altura de sus blasones. Ni hay lugar para lamentaciones porque “Tecos” y “Pumas” no fueron capaces --como sí lo han sido otros en el pasado-- de reeditar la historia de “El Patito Feo”.

*

Toluca y Cruz Azul --o Cruz Azul y Toluca, como se prefiera-- están en la antesala del título por merecimientos propios. En el entendido de que a los campeonatos de futbol se aplican las enseñanzas del arriero --que “no hay que llegar primero... sino hay que saber llegar”--, son finalistas porque, sin ser los más populares del circuito, sin haber sido los más brillantes en el certamen, consiguieron resultados en las etapas cumplidas hasta ahora.

A reserva de que en la fase final prevalezca la justicia deportiva que se resume en la sentencia de “Que gane el mejor”, conviene subrayar que el campeón no es el que tiene la historia más envidiable ni el que juega más bonito, sino el que mete más goles en la final.

Nada más que eso. Pero nada menos, también.