* Contraste

Una cosa es que el Atlas llegue al Clásico de esta noche en un momento anímico y futbolístico mejor que el Guadalajara —digamos que eso es obvio—... y otra muy diferente que pueda darse por hecha su victoria.

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Los once puntos que tiene el Atlas contra diez que acumula el Guadalajara parecerían poner entre signos de interrogación la pretendida la superioridad presente de los rojinegros. Un punto, a estas alturas del certamen, no alcanza a ser indicio determinante de nada. Por contrapartida, que las “Chivas” tengan en Sergio Rodríguez al arquero más goleado mientras el Atlas tiene en sus filas al actual goleador del circuito —Ariel Bogado—, aporta, al menos en teoría, un elemento de contraste a favor de las huestes de Darío Franco.

Darío, además, al sumar victorias en los encuentros contra Puebla e Indios, ha dado con firmeza sus primeros pasos desde que empuñó el timón del Atlas. Lo de menos, de momento, es que los rivales enfrentados hasta ahora no tuvieran con qué quitarle el hipo a nadie. Lo evidente es que, bonitas o feas, las fórmulas aplicadas por el reemplazante de Miguel Ángel Brindisi han resultado eficaces: dos salidas, dos victorias. Y aunque pueda decirse que un par de golondrinas tampoco hacen verano, cualquiera percibe en el ambiente, entre los aficionados, que la moral de los rojinegros es superior a la de los rojiblancos... y puede suponer que otro tanto sucede entre los jugadores.

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Por supuesto, es válida la advertencia de los más ancianos de la comarca: un Clásico no se define a partir de los tabuladores, ni de la estadística, ni de la historia, ni de los antecedentes inmediatos o remotos...

Un clásico no se gana con números. Ni con saliva.

Además, como en toda obra humana —y más en un Clásico— es perfectamente posible que los héroes de ayer pasen a ser los villanos de mañana, y viceversa, nadie puede dar por descontado que Bogado, Vargas y Bottinelli vayan a repetir en los roles que desempeñaron hace una semana en Ciudad Juárez..., ni que Sergio Rodríguez —en la muy probable hipótesis de que Efraín Flores decida darle la oportunidad de convertir en cañas las lanzas de la otra noche— se haya encariñado con el papel de chivo expiatorio que el destino le encomendó en el partido del miércoles ante el Atlético Paranaense.