Viernes, 19 de Abril 2024
Cultura | Dice que es investigador académico antes que periodista cultural

Sheridan, armado caballero

El escritor e investigador literario mexicano recibe hoy en la fil el Homenaje Nacional de Periodismo cultural Fernando Benítez

Por: EL INFORMADOR

Sheridan recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo cultural Fernando Benítez.  /

Sheridan recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo cultural Fernando Benítez. /

GUADALAJARA, JALISCO (04/DIC/2011).- Dice que es investigador académico antes que periodista cultural. Dice que advirtió que es periodista cultural cuando la FIL lo llamó para avisarle que recibiría un reconocimiento especial este año. Se ríe porque la palabra “reconocimiento —así se dice, ¿no?—” suena extraña. Que elige los temas de sus artículos cuando ya lo están apresurando para que entregue. Que, en la historia de la literatura mexicana, su obra es una nota a pie de página, con erratas.

No obstante el discurso con el que, durante un diálogo con reporteros, Guillermo Sheridan resta relevancia a su trabajo, la XXV Feria Internacional del Libro ha decidido entregarle este año el Homenaje y Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Intenta honrar así la participación de Sheridan en publicaciones varias, incluyendo su actual colaboración con la revista Letras Libres y con el periódico El Universal.

Sheridan insiste en que es primero un investigador sobre literatura mexicana, especializado en poesía. El resumen curricular en las solapas de sus libros da cuenta de su interés por el grupo Los Contemporáneos o por Ramón López Velarde y Octavio Paz. Sobre la última revista de literatura que hicieron los integrantes del citado grupo, Examen, trata su más reciente publicación, Malas palabras, en Siglo XXI Editores, que está disponible en el stand de esa editorial en la feria tapatía.

Ante los reporteros, Sheridan insiste en restar relevancia a su trabajo. No resta importancia al premio y homenaje que recibirá este domingo. Para todo, ríe. Agradece que jurados como los del Fernando Benítez, de quienes “siento que son mis pares”, lo hayan “armado caballero”. Entre sus pares hay varios nombres de peso para el periodismo y la literatura nacionales. Huberto Batis o José de la Colina, por ejemplo, o Vicente Leñero y Emmanuel Carballo, o Braulio Peralta e Ignacio Solares y Elena Poniatowska.

“Por otro lado, esto no significa que yo considere que tiene excesivo relieve”, se apresura a aclarar, primero muy serio, luego con una risa. “Es como ver llover: después se acaba y a uno se le olvida; la lluvia siempre sucede en el pasado, como decía Borges, el lunes, el reconocimiento habrá sucedido en el pasado y todo volverá a la normalidad”.

Tiene 61 años de edad, una voz gruesa y clara y facilidad para enarcar las cejas y fruncir el ceño que hacen que uno se imagine que va a enojarse aprisa, una frecuente risa acerca de sí mismo que resta gravedad y le agrega ironía. No es un humorista, lo que equivaldría a ser un moralista fracasado, ataja rápidamente al reportero que lo sugiere. No soy un heredero de Ibargüengoitia, ya he leído esa idea por ahí alguna vez, con la misma velocidad a otro que se atreve a recordarlo. En ocasión de uno de sus libros, lo llamaron “el principal escritor satírico mexicano”.

El dice, sencillamente: “Yo soy un escritor que, como muchos otros, ha hecho revistas, ha publicado en revistas y periódicos su visión de las cosas, su experiencia, pero quizá no sea más que una versión más pública de una actividad que desde luego sucede sólo en mi interior. Yo soy un escritor para mí mismo. Un escritor siempre tiende al anonimato, por definición. Lo que quiero decir es que no soy una persona con una mística de periodista o de servicio. O quizá algunas veces lo he hecho: han sido muchos años de escribir en periódicos y de participar en revistas y, si alguien encuentra que eso tiene valor, pues qué bien, ¿no? Será reflejo de que alguien lo ha leído, que ya es mucho decir”.

Quien lo haya leído, aunque ya sea mucho decir, tendrá dificultades para no hallarlo divertido, original e inteligente, cualidades que a él le gustaría hallar en el periodismo mexicano actual. Sheridan es capaz de publicar un libro en el que exhibe las incongruencias de una huelga universitaria, como Allá en el campus grande, mientras en el libro de enfrente —Lugar a dudas o El encarguito por ejemplo— ridiculiza su épica misión contra los vecinos ruidosos, los perros escandalosos o los escritores pedantes, en artículos que conviven con textos estrambóticos como su receta de cocina “Moto à la Debussy”. ¿Su novela, El dedo de oro, aquella parodia futurista de un Fidel Velázquez en el siglo XXI? “¿A poco usted leyó eso?” es, sonriente, todo lo que dice.

Ahora bien: le da igual si lo leen o no. “Escribo porque me pagan”, se ríe. “Y escribo porque me divierte; me divertía: ya no mucho. Me he hecho viejo, y escribes siempre sobre lo mismo. ¡México es un país tan revolvente! Debería existir un único periódico que sería el mismo cada día y no pasaría nada; sería perfecto, estarían exactamente las mismas noticias: ‘Se inundó Veracruz’, ‘Mataron a 40’, ‘El PRI triunfó en las elecciones’. Es lo mismo de siempre. ¿Para qué hay periódicos? Nada más para escribir variables sobre un tema revolvente, incidente y reiterado”.

En su blog El minutario, cuando recibió la noticia del homenaje, hace unos días, recordó que él mismo se ha burlado de la muy nacional costumbre de otorgar y recibir homenajes. Quizá sea una reprimenda, reflexionó allí. Quizá no. Aunque él opina que no tiene excesiva relevancia.

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