Itinerario

I
Un hombre muere en mí siempre que un hombre / muere en cualquier lugar, asesinado/ por el miedo y la prisa de otros hombres. (Jaime Torres Bodet)

II
Porque negarse a la muerte es inútil, algunos hombres la enfrentan cuando más los define su valentía, ese valor que solo se gana con la eficacia y lo activo de sus convicciones.

III
El enfrentamiento se da con resignación, guiado por la inconsciencia. ¿Quién puede ser consciente de los pensamientos de los otros, de sus miedos y de sus prisas? Sí apenas de los actos.
Morir es interrupción, pausa definitiva de lo hecho, de lo inspirado y de lo soñado. Es la aparición -siempre abrupta- de un puente que cruza hacia una parte desconocida.

IV
Lo que se queda es la memoria y los hechos, las amistades tendidas y la palabra, lo mismo que provocó la prisa de otros, cuyos miedos creyeron que la muerte borraría.

V
La muerte que llega desde dentro del cuerpo es dolorosa para los que quieren a quien la enfrenta. Y más fuerte el dolor cuando la muerte llega de manera forzada. Cuando llega inducida, ataviada. Cuando llega en la plenitud de la fortaleza física y en la maduración del pensamiento.

VI
Más allá de la desaparición de un hombre está la deuda que deja su muerte, con los cercanos y con la comunidad. Queda la inseguridad en las calles y la lentitud de la justicia. Queda la incertidumbre y la duda. Queda la zozobra y lo que parece ser el signo inequívoco de la ingobernabilidad.

VII
Se lamenta el asesinato de un hombre y más por su pérdida de ascendencia universitaria. Apenan las circunstancias en las que murió e inquieta la falta de esclarecimiento. Lastima que sea la Universidad de Guadalajara el blanco de sicarios. Preocupa la falta de compromiso de las autoridades por garantizar la seguridad de la vida universitaria.

VIII
…hay hombres que amasan / el pan de su victoria / con el polvo sangriento de otros hombres. (Jaime Torres Bodet)