Cultura | El escritor mexicano visita Guadalajara Imposible repetirse como autor: Álvaro Enrigue Las novelas se describen a sí mismas y no al mundo, explica el escritor mexicano en su visita a Guadalajara Por: EL INFORMADOR 26 de junio de 2011 - 01:51 hs El escritor Álvaro Enrigue trabaja en su próximo libro. E. PACHECO / GUADALAJARA, JALISCO (26/JUN/2011).- Por qué creemos que la novela explica al país o nuestras historias de amor, cuestiona el escritor Álvaro Enrigue, mientras toma una cajetilla de cigarros Camel. Esa pregunta se interrumpe por el paso del tren, cuyo ruido apaga la voz del autor de Hipotermia, quien aprovecha ese receso de la entrevista para recordar que durante su infancia en la Ciudad de México había un tren que funcionaba como su despertador para ir a la escuela. El tren de las 16:40 horas pasa y el narrador retoma su discurso: “La novela es una forma, sin embargo, no es una específica. Un soneto tiene reglas, pero no la novela”, pero sobrevive y atrapa a los escritores y a los lectores. Agrega que las novelas son “una forma de vertir la experiencia humana, que además produce un placer estético. Al final es divertido leer novelas y hay un aprendizaje, pero eso no está ligado ni a una geografía ni a un periodo, ni a una clase social ni a un apellido”. Al pensar que la novela dice cosas sobre el mundo, se llegará a la conclusión de que “la novela es banal”, afirma Álvaro Enrigue, cuyo más reciente libro: Decencia (Anagrama, 2011), fue criticada ácremente por Eduardo Huchín Sosa en el número de junio de la revista Letras Libres, quien la consideró “la más convencional de sus obras”. El autor, nacido en la Ciudad de México en 1969, expresa que le gustaría emplear la ironía como lo hacía el escritor estadounidense Truman Capote (1925-1984), pero afirma que no es su estilo, así que celebra la crítica y comenta que no es la primera vez que sus textos son cuestionados, incluso La muerte de un instalador recibió “una paliza” en el periódico Unomásuno, recordó el también editor del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). La crítica no detiene el trabajo de Álvaro Enrigue, quien actualmente trabaja en su próximo libro, del cual prefiere no hablar porque “es de mala suerte”. Aunque el escritor nunca ha confirmado esta superstición, prefiere no arriesgarse porque recuerda esa lección que alguna vez escuchó de Octavio Paz. — ¿Hay nuevas maneras para hacer una novela?— La gracia de la novela es que la forma es infinita, se puede renovar así por todos lados. Al establecer las reglas de las novela a principios del siglo XVII, Miguel de Cervantes tuvo el genio…es una obviedad asquerosa hablar de Cervantes cuando te refieres a la literatura, pero ni modo, los padres son los padres. Al establecerse las reglas en el siglo XVII, la única que se fijó es que no había reglas, eso ha permitido que durante 400 años haya sido y sea saludable porque la televisión, el cine y la fotografía no pudieron con ella. — ¿Por qué la estructura de Decencia es considerada tradicional y tan distinta a obras como “La muerte de un instalador” y Vidas paralelas?— Lo que yo diga no importa, lo relevante es lo que digan los lectores de un libro, pero yo creo que no es convencional, Decencia es un poco más gentil con el lector. Todos los libros que he escrito son novelas cortas que se separan en deltas distintos y esos a la vez tienen distintos géneros. Decencia no es diferente a mis otros libros, sólo es más gentil en las mutaciones del relato. Igual que La muerte de un instalador funciona como una novela muy corta, alrededor de la cual crecen una serie de cuentos, que son independientes y podría publicarse como tales. Es muy interesante que Decencia haya sido leída así como una novela tradicional a lo acostumbrado por mí, pero yo no me puedo repetir. Me conmueve y me encanta la idea de que a los autores y a los críticos jóvenes les irrite que no publiqué Hipotermia II, pero se tienen que joder, porque yo no me voy a repetir. — ¿Desde que comenzó a escribir esta historia sobre la Revolución Mexicana y la represión de 1970 se propuso que fuera una novela gentil?— Desde el principio tenía la sensación de que tenía que escribir un libro que se pitorreara de la literatura del siglo XX mexicana y eso es Decencia. Quería escribir una novela que fuera poco respetuosa con Agustín Yáñez o con Juan José Arreola, con los escritores que nos formaron, que pareciera una novela del siglo XX, pero que se riera de la literatura del siglo XX. — ¿Cómo debe leerse entonces?— Si se leyera por la carretera de los escritores y los lectores, y no por la carretera horrible de los fenómenos editoriales, los anuncios, las reseñas y todo ese ruido que se hace en torno a un libro, podría verse que la forma de Decencia conversa con Hipotermia y Vidas perpendiculares, porque florecieron juntos, sólo terminé los otros dos antes. — ¿La impunidad y la violencia son un reflejo actual en su reciente novela?— Otra vez, ese es el asunto de los dos carriles. Me tardé ocho años en publicar Decencia, cuando la empecé y durante 80 por ciento del tiempo en el que la escribí, la mayoría de los mexicanos no teníamos la notable costumbre de cortarles la cabeza a nuestros enemigos y enviarlas en una caja a los 15 años de las hijas. El país era otro, esto que pasa es horrible, me parece que sólo en el carril del mundo editorial, de la crítica instantánea y de la nota periodística, la novela ha sido leída naturalmente como una conversación con ese horror. Pero Decencia es una máquina de lenguaje, no pretende instalarse como una realidad alternativa de México, con quien se ríe o con quien conversa es con la narrativa de la Revolución Mexicana y con las novelas de guerrillas que fueron tan populares en los años ochenta. Estoy muy sorprendido con la lectura política que se ha hecho de la novela, pero me divierte mucho que abreve en la realidad. Me gustaría decir: ‘¡Cuidado! Decencia es sólo una novela, lo que dice no es cierto, es sólo lenguaje’. — ¿Por qué cruzar la Revolución de 1910 con los movimientos guerrilleros de los setenta?— Si quieres que cuente las entrañas del libro, lo haré. Originalmente los dos guerrilleros que aparecen en la novela ya publicada, eran dos jóvenes narcotraficantes. Pero me tarde tanto en escribir la novela que resultó que mi vecino de nueve años ya había publicado una novela de narcotraficantes, tú hermano menor y tu prima Juanita también. Es decir, todo el mundo escribe sobre eso, lo que en 2002 parecían figuras míticas de las que te podías morir de la risa, que eran los narcos, ya en 2009 eran unas cosas muy feas con las que era mejor no lidiar y, sobretodo, ya era un tópico de la literatura mexicana; entonces, transformé a los personajes en dos niños que creen que pueden emular las gestas heroicas de sus mayores universitarios. — ¿Existe un auge de la novela que busca describir al país y fenómenos como el narco, la pobreza y la violencia?— Es una pregunta para lectores más sistemáticos que yo. Creo que es una beta de la novela, que tiene raíces muy claras en la publicación de La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. Hay un género muy específico de México que es la novela clases dominantes muy corruptas y es hijo de la novela de la Revolución. Creo que las novelas del narco representan el último filón de esta tradición muy digna de la literatura mexicana, aunque es una tradición que no me interesa como escritor. — ¿Cuáles son los temas que le interesan ahora?— Uno tiene siempre las mismas obsesiones. Uno trabaja probando distintas formas sobre los mismos temas que son los que se piensan importantes. El libro que trabajo ahora tiene igual que los anteriores una forma completamente distinta, pero abreva de los mismos temas. Paradojas de la novela Al final Álvaro Enrigue terminó en medio de sus paradojas. Y es que, invitado al Museo de las Artes de Zapopan (MAZ) en el marco del programa 10 novelas para entender el México contemporáneo, el escritor en primer lugar dijo “no, las novelas no sirven para entender la situación de México” , sin embargo en su ponencia “Técnicas de conversación con los difuntos”, terminó diciendo: “Tal vez la novela no exista, pero si es que eso existe, quizá sí nos ayude a entender el tiempo”. El viernes, con un auditorio a la mitad de su capacidad, Álvaro dio lectura a su conferencia en la que puntualizó la imposibilidad que ha tenido por escribir una historia “donde el tiempo sea imposible, donde pueda contar las vidas narradas desde algún punto donde el tiempo no exista” y después recordó que “cuando estaba en el doctorado y José Emilio Pacheco era mi profesor, íbamos a cenar unos hot cakes enormes. En una de las muchas platicas que tuvimos concluimos que el éxito de las novelas se debía a que sólo hablan de dos temas, el sexo y violencia. Después fuimos con unas señoras y ellas nos dijeron que el éxito de los libros es que sólo hablan del amor y la muerte, cada quién ¿no?”. Originario de Guadalajara, pero radicado en la Ciudad de México, o “como a nosotros nos gusta llamarle, sólo DF”, Álvaro también abordó el tema del espacio “aquí en Zapopan hay historias milenarias, pero lo que siempre nos pasa es que contamos las historias como si viviéramos en el DF. Le pasa, por ejemplo, a (Antonio) Ortuño; que sus obras se transcurren aquí en Guadalajara pero no lo dice explícitamente”. El también autor de Decencia hablo sobre las obras que le han fascinado como Detectives Salvajes de Roberto Bolaño o Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa, “porque abordan tiempos y espacios peculiares, pero sin duda el mejor cuento que he leído es un Curriculum Vitae, de un amigo que había estudiado en las mejores universidades pero que acababa drásticamente, la metonimia que montó en su vida es lo que importa”. El autor Álvaro Enrigue nació en 1969. Es escritor y editor del Conaculta. Ha sido profesor de Literatura en la Universidad Iberoamericana y de Escritura Creativa en la de Maryland. Entre sus libros destacan El cementerio de las sillas, Hipotermia, Vidas perpendiculares y La muerte de un instalador, con la que obtuvo el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz, en 1996. Fue seleccionado por la New York Public Library como escritor residente en 2011 y 2012, junto a Jonathan Safran Foer y James Fenton. Temas Literatura Escritores Novela Lee También "Lo que no quería era ser nadie": Premio Nobel de Literatura Mariana Etchegaray escribe “Hasta donde suene mi voz” László Krasznahorkai: Libros para adentrarse al mundo del nuevo Nobel de Literatura ¿Cuánto cuestan y dónde comprar los libros del Nobel de Literatura 2025? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones