Viernes, 17 de Mayo 2024
Cultura | La reconfiguración de lo visible en las letras de Rivera Garza

El país visto desde el lenguaje del dolor

Cristina Rivera Garza recién presentó Dolerse, textos desde un país herido donde compila poemas, crónicas y ensayos personales

Por: EL INFORMADOR

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.  /

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. /

GUADALAJARA, JALISCO (08/DIC/2011).- Hay escenas tan horrendas que están planeadas, de hecho, para que no se pueda hablar de ellas. Su fin último es causar parálisis básica del horror. Y cuando los hechos “nos rebasan con mucho nuestro entendimiento,  e incluso nuestra indignación, ahí está el lenguaje herido, el lenguaje del dolor”.

Este lenguaje es el que Cristina Rivera Garza utiliza en Dolerse, textos desde un país herido (Editorial Sur+), en el que explica que ante la primera parálisis que tuvo ante el horror, optó por la palabra, pues “quiero, de hecho, dolerme”.

La obra compila  poemas, crónicas y ensayos personales que “forman parte de la reconfiguración de lo visible, lo decible y de un paisaje nuevo de lo posible”.

La narradora, poeta, historiadora y docente comenta que el tema de recuperar la voz de las víctimas ya lo había trabajado en el pasado en obras como La Castañeda (recupera la voz de internos en un manicomio a principio del siglo XX). “Eso me ha ayudado a pensar no solo el presente, sino también el pasado. De otra manera no me habría resultado interesante incorporar las palabras de los pacientes de instituciones del psiquiátrico, incorporar el dolor y sufrientes en la narrativa nacional es fundamental, eso nos da una perspectiva más crítica y humana. Entonces claro, reaccionando ante la situación tan grave y triste que vive el país, he echado mano en referencia a lo que me ha tocado ver y vivir”.

—¿Cómo le ayudó la visión histórica a entender el dolor que vive el país  actualmente?

—Como muchos, he tratado de explicarme lo que pasa, de articular todo lo que veo desarticulado. Y lo que me parece muy grave es que estamos siendo sujetos a ser testigos de espectáculos que son despliegues del poder, que es precisamente lo que denominamos con la palabra “horror”, cuya función fundamental es dejarnos sin habla. Y precisamente en las palabras que usamos como ciudadanos para reconfigurarnos, los lenguajes del dolor nos permiten hacer visible nuestra vulnerabilidad, que me parece importante. Pero cualquier discurso del dolor es una crítica sobre las situaciones que provocan ese dolor, y también es potencialmente liberador.

—Al no poder nombrar ciertos hechos, ¿cómo explora ese lenguaje del dolor?

—En nuestros mundos privados, con nuestros familiares y seres queridos, usamos continuamente esos lenguajes. Lo que hago en este libro es poner atención, entrar en un proceso de escucha ante las voces que están ahí y que no necesariamente reverberan y hacen ecos en la esfera pública. (Mi libro) Es un intento de recuperar estos lenguajes que vienen de ciudadanos vulnerables, pero alertas y dinámicamente conectados al a realidad.

—¿Cómo empieza el proyecto?

—Es una invitación de esta nueva editorial independiente, aguerrida. Lo cuento en la introducción: Saúl Hernández, quien alguna vez entró a un taller que yo daba en el Claustro de Sor Juana, entró por la ventana en vez de por la puerta, y semanas después me sugirió hacer esto. No lo había pensado, pero cuando me dijo, sentí que tenía mucho sentido porque es un tema que me ha interesado mucho y sobre lo que ya he trabajado.  Decidí que haría algo fragmentario, pero que me permitiera una yuxtaposición tan variable y compleja como la realidad que vivimos. Quería un libro con ventanas que puedes abrir y cerrar por distintas puertas. Y en un país en el que domina el discurso del regaño y de la culpa, creo que es importante que otros discursos participen legítimamente de esos discursos públicos; esa es mi manera de co-participar.

—¿Qué de estos últimos años le ha dolido tanto que te ha costado trabajo nombrar?

—Es que… lo más difícil es estar sujeto a un espectáculo continuo del horror y frustrarte por la incapacidad de hacer algo al respecto; pero justo es lo que buscan con esos espectáculos violentos y crueles del poder. Por eso, estética y políticamente me parece relevante hacer lo que las palabras hacen, que es una manera de rearticular lo que parece desarticulado en la realidad.

—¿Dónde más encuentra estos lenguajes del dolor?

—Los vemos todos los días… uno de los momentos de gran revelación fue cuando leí la nota de Luz María Dávila, la mujer que increpó al Presidente en Ciudad Juárez. Me pareció que en su selección de lenguaje, en cómo lo enunció, había una dignidad y una capacidad crítica de las que somos capaces muchos en la sociedad civil. En el poema documental Reclamante, por ejemplo, uso palabras que ya están ahí, que pongo, recompongo y yuxtapongo con otras palabras como las de López Velarde o de periodistas como Sandra Rodríguez (del Diario de Juárez). Se trata de no dejar  que gane el discurso de culpa y el regaño, podemos recuperar espacios públicos como tales y algo tiene que cambiar, no sé qué, pero de eso se trata, de ampliar el sentido de lo pensable, luego de lo factible y aún más de lo deseable.

—¿Cómo parte de la realidad para luego interiorizarla hacia la parte creativa?

—Pensamos que la poesía es un lenguaje prestigioso que existe en sí mismo y que es aparte de los lenguajes públicos que tenemos. Y creo que no, hay palabras que reverberan, que si las ponemos juntas nos dan otros significados, creo que mucho de este juego es lo que denominamos poesía, aquí la situación es que son palabras citadas, citables, que voy recomponiendo y que voy conectando a fuentes, a otro tipo de lenguajes que no necesariamente tienen una conexión lógica, cuyos choques y yuxtaposición pueden ampliar el sentido de lo real.

—¿Qué se ha logrado explicar con este libro y qué preguntas le quedan por responder?

—Uno de los argumentos que recorren el libro tiene que ver con un reclamo hacia un Estado que se ha lavado las manos respecto al bienestar de sus ciudadanos, un Estado que en el libro he denominado sin entrañas; tiene que ver con un reclamo del contubernio que se ha adaptado para la ley del a ganancia, de un grupo de empresarios del capitalismo contemporáneo a quienes de manera nebulosa denominamos como narcotráfico, pero para que por la ley de la ganancia hacen lo que sea y eso nos tiene en esta situación.  Contrastar eso con los lenguajes de la ciudadanía activa, es la apuesta del libro. Entre más pensemos estas cosas desde el punto de vista histórico, desde el punto de vista horizontal, vertical, de escuchar los diálogos y de poner la escritura donde siempre ha estado, podremos reconfigurar nuestro sentido más humano.

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