Sábado, 27 de Abril 2024
Cultura | El autor presenta su reciente publicación ''Brama''

David Miklos: ''La contundencia es elocuente''

El autor acaba de publicar ''Brama'', que está incluida en la colección La sonrisa vertical, de novela erótica, de Tusquets

Por: EL INFORMADOR

David Miklos explica que este nuevo libro lo pensó desde la perspectiva de la transgresión. I.ARAUZ  /

David Miklos explica que este nuevo libro lo pensó desde la perspectiva de la transgresión. I.ARAUZ /

GUADALAJARA, JALISCO (12/JUN/2012).- Una casa es testigo de la confrontación, de la infidelidad, del deseo y de la muerte. Ese espacio vacío cuenta la historia de dos hermanos Béla y András, un macho alfa y un macho beta, protagonistas de Brama, la reciente entrega y cuarta novela del escritor David Miklos (Texas, 1970).

Esta novela, editada por Tusquets y que forma parte de la colección La sonrisa vertical, de novela erótica, rompe con la acostumbrada brevedad de los textos del autor, quien mantiene la contundencia en las palabras, la economía del lenguaje y la capacidad para crear imágenes a partir de los recursos poéticos.

“No me gusta la paja”, dice Miklos entrevista. El autor, que radica en la Ciudad de México, donde creció, y es miembro del Sistema Nacional de Creadores, hace de la confrontación de dos hermanos el medio para indagar en el erotismo, en la relación madre—hijo y en el duelo.

Para Miklos, Brama tiene relación con una de sus novelas pasadas: La piel muerta. Dice que esta entrega es “la hermana alebrestada, La piel viva”.

—¿Por qué no elegir la brevedad en Brama —su novela más extensa—?

—Quizá porque eran más personajes. Aquí sí hablan muy claramente cada uno, por lo que narraba y cómo lo narraba, pues se impuso este aliento más amplio. Cada historia y cada libro reclama su propio espacio, honestamente yo no me di cuenta, sino hasta el momento cuando se volcó el manuscrito en la caja en la que se formó el libro, que sí era más amplio.

—¿La economía del lenguaje es aún una de sus prioridades?

—Sí, totalmente. Es lo que me funciona bien.

—¿Qué encuentra al escribir con los recursos mínimos?

—No me gusta el desperdicio, la paja… Creo que la contundencia es elocuente. Uno puede decir ciertas cosas de manera directa, llana, con las palabras precias. Es un reto de escritura.

—¿Esta cualidad es producto de su formación como editor?

—No sé. Nunca lo había pensado así, más bien, tiene que ver con mi relación con el lenguaje mismo, con las palabras elegidas, con la forma de decir las cosas, no dar rodeos, ser bastante frontal y, eso se ve reflejado en la escritura misma.

—¿De dónde surgieron los hermanos Béla y András, protagonistas de su nuevo libro?

—Desde que empecé a narrar la casa, la casa que hablaba y decía que algo había pasado ahí, supe que había un gran conflicto y había que resolverlo. Empecé a escribir sobre los hermanos y me di cuenta que quería recurrir a eso, a la pelea entre un par de hermanos, y a la disputa por la casa. En ese sentido se tiene a Abel y Caín, a hermanos literarios como Aquiles y Héctor,  aunque no están relacionados de manera biológica sí son hermanos literarios y hay una pugna.

—¿Cuál es el papel que le da a la mujer en esta historia?

—Finalmente en todas las novelas que he escrito las mujeres son los personajes más fuertes, las mujeres son las depositarias de la memoria, del recuerdo… Y en este caso, Milena es más parecida a los dos hermanos, pero tenemos el contrapeso, que es Marina,  un personaje femenino venido de las otras novelas, ella es la que lleva consigo el pasado de los hermanos, la que sobrevive a esta destrucción íntima.

—¿La casa es real?

—Es una mezcla de espacios que he conocido. De repente es un poco la casa de mis abuelos, la casa en la que crecí y esas casas que uno se imagina a lo largo del tiempo y que le gustaría habitar.

—¿De los personajes de Brama con cuál se queda?

—Con Marina porque es la que daría pie a la creación de otra historia, la que deja una puerta abierta, porque los otros se quedan en su encierro permanente en la casa.

—La novela se incluyó en la colección La Sonrisa Vertical. ¿Consideró esta historia como erótica?

—Sí si lo pensaba desde la perspectiva de la transgresión y de que en esa colección tienes a autores como Klossowski, como Bataille, que exploran esa parte de la sexualidad que me interesa. Pero, no la pensé como una novela erótica, simplemente fue el derrotero que tomó. Y a la hora de presentarla a la editorial decidieron incluirla en La Sonrisa Vertical y me pareció una muy buena idea.

—En Brama repite la imagen de las urnas, la cual estuvo en La piel muerta. ¿Por qué?

—Es el cierre de un origen, la desembocadura del origen. Y de hecho, ya leída con tiempo, Brama es una novela que guarda mucha relación con La piel muerta, como su hermana alebrestada. Sería como La piel viva. Igual es una historia de origen, pero aquí la llevó hasta la última consecuencia, que es lo apocalíptico, lo escatológico y la desintegración de una familia.

—¿Hay realidad en las ficciones?

—En toda ficción hay realidad. Toda ficción es una amalgama de imaginación y experiencia. Historias que uno ha escuchado e historias que uno ha vivido, uno simplemente quiere depurarlo para crear ficción.

—¿El cuento o la novela?

—Prefiero… No sé. Los dos géneros me gustan son humores distintos, pero me siento más cómodo escribiendo novelas, sobretodo novela breve.

—¿Por qué abordar la relación madre—hijo en sus libros?

—Porque es el parteaguas del origen. Es ahí donde se encuentra la salida y la llegada al mundo. Es un tema que siempre he explorado. El origen como ficción, la figura materna, la fuerza que tiene pese a todo como el anclaje con la tierra.

—¿Cuáles son los temas que le atraen?

—La construcción del origen, la construcción de la identidad, el gran peso que tiene los elementos, el devenir de la condición humana, la naturaleza como fuerza creadora y destructora, qué rebasa lo destructor y creador que puede ser el ser humano…

Todos van de la mano y finalmente encontré lo que quiero decir y lo voy explorando desde distintos puntos de vista y situaciones.

PARA SABER
El autor

David Miklos (San Antonio, Texas, 1970) vive y escribe en la ciudad de México, lugar en el que creció. Ha escrito, entre otras: Una ciudad mejor que ésta (1999) y las novelas La piel muerta (2005), La gente extraña (2006) y La hermana falsa (2008). Actualmente es jefe de redacción de la revista de historia internacional Istor, publicación de CIDE, colaborador de la revista de crítica cultural y política Nexos y consejero literario de la revista de artes La Tempestad. Además, es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

FRASE

"
Las mujeres son las depositarias de la memoria, del recuerdo "

David Miklos
,
escritor.

FRAGMENTO
La casa 1


Nada menos elocuente que un lugar vacío.

Mejor aún: nada menos elocuente que este lugar vacío, esta casa de pronto abandonada al menester de los elementos y su andanza permanente.

Cualquiera que trasponga su umbral, cualquiera que llame a la campana sin badajo y entre a la casa pensará que sus dueños se marcharon y se llevaron todo consigo: muebles y cortinas, libros y documentos, ropa y electrodomésticos, la parafernalia entera que hace compañía y soportable el tedioso devenir cotidiano.

Pero no: claro que no fue así.

Es allí, en los detalles, donde comienza la elocuencia.

Por ejemplo: ¿qué hace la puerta del jardín abierta; por qué se ha cedido paso a la vegetación que, rastrera, repta ya y tiende su terso verdor sobre el piso de la sala y su alfombra raída; quién ha dejado pasar a las hojas secas que lo invaden todo?

Algún otro pensará que la casa está abandonada o que ha sufrido un saqueo, sus dueños ignorantes  de lo que aquí acontecido.

Pero no: tampoco fue así.

Los cajones de la cocina, completos, están cerrados, todos en su justo sitio, utensilios ordenados en su interior, muchos de ellos sin mella, nuevos, alguno que otro todavía aprisionado en su empaque, un precio de otra época estampado sobre una etiqueta adherida al plástico traslúcido, impoluto.

El refrigerador sigue allí, blanco monolito erecto que no vibra más, acallado su estertor eléctrico, mejor no abrirlo y exponer su entraña repleta de alimentos descompuestos, listos para soltar su mefítico perfume, el putrefacto aroma de la caducidad.

En la alacena, su puerta cerrada bajo llave, hay conservas que aún hoy podrían consumirse, frascos repletos de sal y especias, paquetes de pastas y arroz, galletas preservadas al vacío, algún frasco  mal cerrado, invadido por el moho, su contenido informe, la etiqueta invencible.

Una cocina impoluta en apariencia, sus pequeños desastres ocultos, ajenas a la simple vista o a la inspección distraída.

De vuelta en la entrada, un asomo al buzón descubre una pila insumisa de correspondencia: recibos de energía eléctrica vencidos, cuentas de teléfono y consumo de agua no saldadas, avisos de suspensión de servicios, ninguna carta de orden personal.

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