Domingo, 05 de Mayo 2024
Cultura | Alrededor de 200 personas escuchan a la OSJZ y a la OFJ

Así se aprecia la música en El Sauz

Se presentan la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan y la Orquesta Filarmónica de Jalisco en un concierto al aire libre

Por: EL INFORMADOR

La particularidad de la noche fue un concierto al aire libre.  /

La particularidad de la noche fue un concierto al aire libre. /

GUADALAJARA, JALISCO (09/FEB/2013).- El lugar donde estuvo colocado el escenario, era una especie de analogía de lo que le esperaba a la noche: dispuesto en el espacio que corresponde a la cancha de basquetbol, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan y la Orquesta Filarmónica de Jalisco jugaron con el ritmo melódico y captaron la atención de unas 200 personas.

La particularidad de la noche fue un concierto al aire libre, en un lugar que cuando aparece en la agenda mediática no es exactamente por asuntos artísticos: El Sauz. La gente, poco acostumbrada a estas presentaciones en ese parque --ubicado a una cuadra de la Estación España del Tren Ligero--, se acercó expectante, llenando rápidamente tres filas de sillas que fueron puestas para la ocasión.

El maestro de ceremonias fue el primero en hablar. Con pocas palabras dibujó lo que sería la noche: primero, la participación de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan, bajo la dirección de Guillermo Salvador; después, para el momento estelar, la Orquesta Filarmónica de Jalisco, bajo la dirección del español Oriol Sans.

El cielo era una sábana negra con pequeños y escasos lunares blancos. Bajo él, cada quién formaba la atmósfera que creyera conveniente. La Danza Húngara No. 1, de Brahms, fue la excusa perfecta para que dos jóvenes se abrazaran y escondieran sus manos en la chamarra del otro; acariciándose debajo de esa tela, reconociéndose sin necesidad de mirarse, porque los ojos estaban puestos en los músicos, fijos, tratando de no perderse ningún movimiento, escarbando cada detalle sobre esa tarima.

Hasta los niños fueron tocados por esas partituras. Eran varios y parecían hechos con molde, con complexiones y miradas similares, a veces volteando hacia los adultos que los cuidaban pero igual no les prestaban atención, porque ya se sabe hacia donde miraban atentos; quizá conmovidos, quizá mirándole las piernas a las chelistas.

El concierto, de principio a fin, fue la antítesis de lo convencional. Aquí no se viene con formalismos, aquí no se vale traer zapatos negros y relucientes; aquí, parecía indicar la noche, se viene de tenis y con mezclilla; se contesta el celular si así se cree necesario y nadie pide silencio a menos de que le griten al oído. Al qué le dio hambre pudo comprar sus frituras en los puestos que rodeaban en escenario, porque no sólo de música clásica vive el hombre.

El director Guillermo Salvador hizo juego con la atmósfera. Terminó su participación y miró a su público como quien mira a los amigos que han ido a verle hacer música, consintiendo los aplausos con una sonrisa y saludando a todos con movimientos afirmativos de cabeza. La gente aplaudió por el gusto que provoca la música y porque la falta de lugar los obligaba a estar en esa posición, aunque con el pasar de los minutos muchos desistieron de la limpieza y se pusieron cómodos en el pasto.

Siguió el turno de la Orquesta Filarmónica de Jalisco. El tiempo para grillas se esfuma cuando comienza a sonar el repertorio, que llevó al púbico a apreciar piezas de Wagner, Handel, Beethoven, Revueltas y Berestein. Los que estaban parados y no tenían a quien abrazar, parecían imitarse entre ellos: las piernas lo más firmes que pudieran y los brazos siempre cruzados, como si fuera la postura indicada para apreciar la música y, tal vez, porque ya entradas las 22:00 horas el frio comenzaba a pasearse entre los asistentes. Los brazos que no se quedaron quietos fueron los de un niño que era cargado por su mamá; el pequeño de cabello rubio los movía queriendo imitar a sus espaldas a Oriol Sans, de manera arrítmica pero simpática.

El concierto terminó antes de que pasara el último tren. La ciudad tuvo uno de sus primeros festejos por su 471 aniversario. El Sauz mandó un mensaje contundente: aquí, aun sin tener un gran teatro, también sabemos apreciar la música.

EL INFORMADOR / ROBERTO MEDINA

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