Viernes, 19 de Abril 2024

TLCAN: ¿Consenso político?

Los tratados de libre comercio siempre dividen, pero en México hasta López Obrador aplaude el acuerdo trilateral

Por: Enrique Toussaint

Es innegable que el TLCAN enfrenta menos oposición en 2017 que cuando entró en vigor en 1994 o incluso en las rondas previas de negociación. EL INFORMADOR / J. López

Es innegable que el TLCAN enfrenta menos oposición en 2017 que cuando entró en vigor en 1994 o incluso en las rondas previas de negociación. EL INFORMADOR / J. López

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor en 1994 con la oposición de un segmento nutrido de la izquierda partidista, algunos sectores nacionalistas del PRI y la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La denuncia del neoliberalismo, y la deriva pro libre comercio que había invadido a los gobiernos mexicanos desde los ochenta, se conjuraban para oponerse al TLCAN que simbolizaba la cúspide del aperturismo económico. El sector productivo nacional quedará enterrado frente a la competencia asimétrica del TLCAN, presagiaban los opositores al Tratado. Algunas de esas profecías se han cumplido, otras no necesariamente.

Más de dos décadas después, la oposición del TLCAN ha quedado circunscrita a grupos antiglobalización y con baja representación en las instituciones políticas. Sorprende que, a un año de los comicios presidenciales en donde la agenda bilateral con Estados Unidos y en particular el TLCAN serán debates de primer orden, existan muy pocas diferencias entre los partidos políticos acerca del papel que debe tener el libre comercio en la economía mexicana. PAN, PRI, PRD, MC, Morena, el Verde, todos los institutos políticos están a favor del mantenimiento del Tratado y, ni siquiera, colocan matices o sectores que deberían ser protegidos. ¿Qué explica este aparente consenso frente al Tratado? ¿Es sólo de los partidos políticos o existe una simpatía de la ciudadanía mexicana a los frutos que arroja el TLCAN 23 años después de su entrada en vigor?

Considero que hay al menos tres vertientes de análisis que han cambiado desde 1994 para que exista un aparente consenso en torno al TLCAN. El primero, es el derrumbe de las ideologías en la política mexicana. A diferencia de lo que sucede en otras latitudes, Sudamérica, Europa o incluso en Estados Unidos, la izquierda mexicana no es proteccionista. Lo fue, pero hoy no lo es. Desde Andrés Manuel López Obrador hasta el PRD, en general, la izquierda acepta los costos del libre comercio y se alinea con sus beneficios. “Trudeau-el primer ministro de Canadá-será de gran ayuda para que Estados Unidos no deje el Tratado”, decía López Obrador en el contexto de la visita de Justin Trudeau a tierras mexicanas hace algunos días. Está claro que los tratados de libre comercio generan desigualdades-lo vemos en México, cómo afecta negativamente a unos estados como Chiapas o Oaxaca y beneficia a otros como Nuevo León o Querétaro-, pero la izquierda mexicana ha decidido no entrar en ese debate. María de Jesús Patricio Martínez, la candidata del Congreso Nacional Indígena y EZLN, sea la única que disienta de ese consenso partidista frente al TLCAN.  

Segundo, el cambio generacional y la transformación de las coordenadas políticas. Fenómenos como el Brexit, la llegada de Trump a la Casa Blanca o el ascenso de la ultraderecha son indicativo de que las coordenadas políticas han mutado de la izquierda y la derecha, el liberalismo o el conservadurismo, a las dicotomías: abierto o cerrado, globalización o retorno a la nación. Así, la juventud mexicana, la mitad de la población electoral tendrá entre 15 y 34 años y 14 millones de millennials tendrán la oportunidad de votar por primera vez en su vida por un presidente, se mueven por lógicas de identidad política que son muy distintas a las tradicionales. Es innegable que, en este segmento poblacional amplio de la juventud, los debates sobre el libre comercio son menos importantes en un mundo cada vez más interconectado por las redes sociales y los teléfonos celulares. Es menos entendible para este nicho poblacional, la apuesta por modelos cerrados o que buscan poner límites a la libertad comercial.

Y tercero: la endeble y el tipo de clase media que se ha construido en México, desde la entrada en vigor del Tratado. La clase media mexicana, excesivamente dependiente del consumo de productos extranjeros, se volvió el segmento “Walt Mart”; una combinación entre alternativas de consumo, crédito a tasas altísimas, bajos precios y salarios muy precarios. No es casualidad que, en las encuestas, lo que más aprecian los mexicanos del TLCAN es la posibilidad de consumir a menores precios. Algo que defendían Luis de la Calle y Luis Rubio en el texto “clasemedieros”. Una defensa del modelo aperturista en México.

Los datos confirman esta tendencia aperturista de una mayoría de mexicanos. De acuerdo con Consulta Mitofsky, a través de una encuesta elaborada en la primera semana de septiembre, 57.3% de los mexicanos consideran que “hay que dejar pasar los productos que vienen del extranjero”. Incluso, una mayoría de mexicanos no están dispuestos a pagar más por productos hechos en México. Lo interesante es que la principal ventaja que los mexicanos ven en el Tratado es “que los precios bajan”, aun sabiendo que tiene un impacto negativo en los salarios de los trabajadores-sólo 22% considera que los ingresos aumentan por el TLCAN. Pero, como valoración general, 64% de los mexicanos cree “que el TLCAN es algo bueno para México”-aunque también una mayoría considera que Estados Unidos y Canadá se benefician del Tratado más que México. Contrasta con el 48% de acuerdo con otra casa encuestadora, Parametría.

Es innegable que el TLCAN enfrenta menos oposición en 2017 que cuando entró en vigor en 1994 o incluso en las rondas previas de negociación. Incluso, ese “aprecio” de los mexicanos por el Tratado ha sido utilizado por Trump como un indicativo de los beneficios ilegítimos, según él, que México ha obtenido tras 23 años de acuerdo comercial. Sin embargo, es importante decir que la unanimidad nunca es deseable en democracia. Si bien hay un mediano consenso político y social que valora el aperturismo comercial, nadie puede negar que hay perdedores absolutos de este modelo económico: el campo, el sur del país, trabajadores con pésimas condiciones, salarios deprimidos, precarización del empleo. La renegociación del TLCAN también abre una puerta para que México discuta su modelo económico y los resultados dos décadas después. El consenso acrítico siempre será sospechoso. 

 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones