Jueves, 18 de Abril 2024
Suplementos | Vigésimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos”

El Evangelio de hoy nos presenta el desprendimiento como actitud llena de un verdadero sentido cristiano

Por: Dinámica pastoral UNIVA

Jesús no quita a sus apóstoles la intención de ser el primero, pero les deja en claro cuáles deben ser las orientaciones de sus corazones. WIKIMEDIA/«Cristo y el joven rico», de Heinrich Hofmann

Jesús no quita a sus apóstoles la intención de ser el primero, pero les deja en claro cuáles deben ser las orientaciones de sus corazones. WIKIMEDIA/«Cristo y el joven rico», de Heinrich Hofmann

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sb 2, 12. 17-20.

«Los malvados dijeron entre sí:
“Tendamos una trampa al justo,
porque nos molesta y se opone a lo que hacemos;
nos echa en cara nuestras violaciones a la ley,
nos reprende las faltas
contra los principios en que fuimos educados.

Veamos si es cierto lo que dice,
vamos a ver qué le pasa en su muerte.
Si el justo es hijo de Dios,
él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos.
Sometámoslo a la humillación y a la tortura,
para conocer su temple y su valor.
Condenémoslo a una muerte ignominiosa,
porque dice que hay quien mire por él’’».

SEGUNDA LECTURA

St 3, 16-4, 3.

«Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.

¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres».

EVANGELIO

Mc 9 30-37.

«En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”».

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de  todos”

Estamos ya en el XXV domingo del tiempo ordinario, y el día de hoy la liturgia nos pone de frente a una tentación de la que podemos ser presa, nos previene de la tentación de querer ocupar los primeros lugares, es cierto que todos poseemos la necesidad muy humana de que nuestros méritos sean reconocidos, de que seamos tomados en cuenta, sin embargo, esta necesidad muy primaria se va diezmando cuando comenzamos a madurar y nos volcamos sobre la donación de nuestra persona a los demás.

En este proceso de maduración es que el hombre va comprendiendo que no es necesario el primer lugar para ser tomado en cuenta, sino que una vida desprendida, una vida que se ha hecho don se convierte en una excelente inversión de vida, de ahí que, teniendo esta experiencia como marco, el mismo evangelio nos sitúa en la oportunidad del desprendimiento como actitud llena de un verdadero sentido cristiano.

La primera lectura de este día nos recuerda lo que puede suceder cuando nuestro corazón se aleja de Dios, actitudes como poner a prueba al justo, tentar al que creemos que es mejor que nosotros, buscar el mal del otro; son pues actitudes que denotan la lejanía de Dios, y que nos van haciendo menos hermanos unos con otros, por eso el apóstol Santiago nos lo remarca en su carta, haciéndonos reconocer que podemos ser traicionados por nuestras propias pasiones.

Ya en el Evangelio, el Señor les comunica no solo su Pasión sino el misterio de su Resurrección, es decir, que les participa del plan salvífico de Dios, sin embargo, ellos dejándose llevar de sus pasiones muy humanas, es decir, de su incesante búsqueda de ocupar el primer lugar, no logran comprenderlo y se abalanzan a querer ser los principales; sin embargo, el Señor los cuestiona, los interroga en profundidad, sobre el deseo de su corazón.

Ellos reconocen que su visión esta equivocada, que sus deseos están plagados de egoísmo, de ese competir para ser los mejores, de ese buscarse a sí mismos; y por ese motivo temen contestar, temen responder a Jesús que les cuestiona, que les quiere escuchar, que los quiere acompañar; muy a pesar de esto Jesús se sienta, convive con ellos, sabe de lo que han venido hablando, aunque ninguno se lo ha dicho, lo sabe porque los conoce.

Y sin juzgar, se lanza a concederles la medida y las condiciones para el que quiera ser el primero, no les quita la intención de ocupar ese lugar, solo les deja en claro cuáles deben ser las orientaciones de sus corazones, y ninguna está en asegurarse a sí mismo, al contrario esta exigencia para ser el primero debe establecerse en función a la donación hacia los demás volviéndose como niños, auténticos, cercanos, dóciles, llenos de expectativa, con una frescura y una sonrisa siempre dispuesta a alegrarles la vida a los demás.

Educación jesuita y justicia social

Ignacio de Loyola fue el peregrino que caminó “solo y a pie”. Ese peregrinar espiritual y físico le llevó de sus sueños de ser un gran caballero en la corte del palacio a estar entre la masa de mendigos que recorrían los caminos de su época: dormía en los hospitales donde se cobijaban los menesterosos, otros peregrinos, migrantes, incluso maleantes que allí se refugiaban. En su viaje a Tierra Santa se mantenía mendigando, viviendo de limosnas y durmiendo en las plazas. Ignacio experimentó así efectos de la injusticia social de su tiempo, vivió la incertidumbre y el despojo. Allí encontró la presencia del Cristo crucificado y se preguntaba: “¿qué puedo hacer por Cristo?”, y al mismo tiempo percibió el misterio de la compañía amorosa de Dios, quien, según sus propias palabras, le enseñaba de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño. Tiempo después, en una carta al colegio de Padua, Ignacio recomendará a los estudiantes la amistad con los pobres.

De ese aprendizaje las instituciones ignacianas continúan cuestionándose: ¿qué puedo hacer por Cristo, por el pobre y humillado, por esos que se encuentran en las periferias, por los excluidos? Los Ejercicios Espirituales llevan a la persona a desear adquirir el modo de proceder de Jesús, consolando -liberando, estando con los humildes-, a dar de beber al sediento y de comer al hambriento, a cobijar al que tiene frio, a buscar justicia y trabajar por la paz.

Desde lo anterior comprendemos que la educación en una universidad jesuita tiene cuatro pilares fundamentales: que sea útil (utilitas), enfocada a la solución de los problemas que vive la sociedad; que promueva la justicia (iustitia), el contacto con la realidad, que el estudiante aprenda a pensarla críticamente, a responder a sus sufrimientos y a comprometerse activamente; que forme personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas (humanitas), y que fomente la experiencia personal de encuentro profundo consigo mismo (fides); que desde el contacto personal con lo divino, en la identificación con la persona de Jesús de Nazareth, abrace a sus semejantes y a la creación como un todo en religación.

Gerardo Valenzuela, SJ - ITESO
 

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