Jueves, 25 de Abril 2024
México | ANÁLISIS

¿Quién tiene el poder?

Porque las reivindicaciones feministas no son esencialmente políticas 

Por: Enrique Toussaint

¿Quién tiene el poder?

¿Quién tiene el poder?

La política es la ciencia del poder. Estudia la forma en que se ejerce y cómo se reproduce. Si el poder se concentra o se dispersa. Si se ejerce de acuerdo a un arreglo institucional o a un estado de derecho, o por los caprichos de un líder autoritario. Así, la política no es algo exclusivo de las instituciones representativas (parlamentos, gobiernos, tribunales), sino una condición presente en todas las relaciones sociales. Hay poder en la familia; entre los amigos; en las universidades; en los medios de comunicación; en las empresas; las organizaciones sociales.

El feminismo es la respuesta a la concentración de poder en manos de nosotros, los hombres. Es un cuestionamiento total de la estructura social y su reproducción. No se limita a la cultura, la familia o la escuela, sino que impugna un concepto que lo atraviesa todo: el poder. El poder que tenemos los hombres no sólo para tomar las decisiones más importantes en nuestros entornos más próximos, sino para definir cómo se ejerce la feminidad, cómo hablamos y hasta si deben o no ser madres. El poder del machismo es tal que busca la permanente invisibilización de la mujer en la labor de cuidados, en la casa, en la política, en la arena pública. El poder de no nombrarlas y, por ende, que no existan.

Este domingo miles y miles de mujeres se manifestarán en las principales ciudades de México, y del mundo, exigiendo el fin de la violencia machista y la desigualdad estructural que las afecta. El feminismo ha sacudido la conciencia del país y, hoy en día, es una fuerza política de gran calado que incluso ha logrado poner contra las cuerdas a distintos gobiernos. Hasta hace unas semanas, la popularidad del Presidente Andrés Manuel López Obrador parecía resistente a lo que fuera. Resbalaba y se equivocaba, pero sus positivos seguían inamovibles por encima del 70 por ciento. Sin embargo, su pésima reacción a la ola de feminicidios en México lo puso a la defensiva. Hoy, de acuerdo con la mayoría de las encuestas, su imagen presenta una caída de entre ocho y 10 puntos. Y, siguiendo el estudio demoscópico presentado el jueves por El Universal, el golpe en su popularidad es especialmente pronunciado entre las mujeres (53% de aprobación vs. 61% de los hombres).

En Jalisco, recordemos el inicio de la gestión del actual gobernador, Enrique Alfaro. La desaparición del Instituto Jalisciense de la Mujer, que se hizo con un Congreso amurallado y con la mitad de las y los diputados fuera del hemiciclo, supuso un duro golpe en la aprobación de Alfaro. El gobernador corrigió y propuso que la Secretaría de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres se convirtiera en el mecanismo de adelanto. Sin embargo, más allá de las gestiones de las crisis, es innegable que el movimiento feminista ha sido implacable a la hora de poner a los gobiernos contra las cuerdas. La torpe respuesta de las administraciones demuestra hasta qué punto el feminismo ha rebasado la capacidad de reacción de la política convencional.

El asunto de fondo es que el equilibrio de poder en nuestra sociedad no ha cambiado. Se han hecho avances, muchos de ellos más en el plano simbólico que en lo real. Por ejemplo, hay más representación de mujeres en la política. Las paridades horizontal y vertical han servido para que cientos de mujeres alcancen cargos en los cabildos y el Congreso. No obstante, la cantidad de mujeres que ejercen la Presidencia son muy reducidos. Si vemos quienes son los que toman las decisiones relevantes, tanto a nivel estatal como nacional, encontraremos la misma lógica: hombres.

Sin embargo, el desequilibrio de poder no sólo es patente en la política institucional.

Veamos las empresas. Las patronales más importantes del país y de Jalisco, siempre son encabezadas por hombres de negocios. Las fotografías son muy ilustrativas: largas mesas en donde es imposible encontrar la presencia de una mujer. Los medios de comunicación también cojean de la misma pata. Se han integrado decenas de mujeres a hacer labor de reporteo y edición, pero las cabezas editoriales y empresariales siguen siendo hombres. Si hiciéramos un mapa político nos encontraríamos que son poquísimas mujeres que han logrado romper ese “techo de cristal”. No sólo deben sacrificar mucho de su vida personal y familiar, sino que aparte se enfrentan a la discriminación constante de aquellos que detentan el poder.

El activismo social es una de las arenas en donde muchas mujeres han destacado. Las organizaciones de la sociedad civil son estructuras menos rígidas, que no tienen las mismas redes de lealtad y que intentan ser más verticales en su ejercicio del poder. No están exentas de reproducir las viejas prácticas de otras instituciones.

El feminismo también reivindica una nueva forma de entender la política. E incluso el ejercicio del poder. En muchas ocasiones, la falta de acuerdos sociales o la excesiva conflictividad provienen de la carga extra de testosterona que vemos en la pugna por el poder. La política está asociada a la virilidad. Incluso, las características que enumeramos de los hombres de poder tienen que ver con la construcción de la política como un espacio hecho para los hombres.

Este domingo veremos multitudinarias protestas en todo el país. Y los hombres tenemos dos opciones. O minimizamos las protestas e incluso las estereotipamos, o aprovechamos la ocasión para reflexionar acerca de cómo el machismo invade todas las esferas de nuestra vida. A mi no me queda la menor duda: un mundo feminista sería mucho mejor que aquél que hoy tenemos.

Tapatío

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