La única ocasión en la que el Papa Francisco visitó al país permaneció cinco días en estas tierras. Aquí emitió un mensaje duro y contundente a la jerarquía eclesiástica: unión. Sucedió el 12 de febrero de 2016. Al frente del Gobierno de México estaba Enrique Peña Nieto.Francisco realizó una misa binacional en la frontera, en Ciudad Juárez, Chihuahua. También visitó la Ciudad de México, el Estado de México, Chiapas y Michoacán.Ahí, en la frontera, rezó frente al Río Bravo y a los pies de una cruz blanca erigida en el lugar que separa México de Estados Unidos. Su tema: la “crisis humanitaria” de la migraciónAnte las versiones de una división interna de la Iglesia Mexicana, el Papa aprovechó su discurso para decirles: “No se necesitan príncipes, sino una comunidad de testigos del Señor”. Abogó por una Iglesia transparente donde no se pierda el tiempo en “habladurías e intrigas” ni se dejen “corromper por el materialismo trivial”. Ese fue el sello de su periodo. Desde que Jorge Mario Bergoglio emergió al balcón de la Basílica de San Pedro el 13 de marzo de 2013 como el Papa Francisco, su mensaje fue claro: un papado distinto estaba por comenzar.Con una simple inclinación de cabeza y una petición de oración a los fieles antes de impartir su primera bendición, el nuevo Pontífice rompió las formalidades del pasado y marcó el tono de un liderazgo cercano, sencillo y alejado de los lujos que durante siglos habían acompañado al trono de San Pedro. Y ese fue el mensaje que dejó a los mexicanos. CT