Jorge Mario Bergoglio no dejó su muerte al azar. El Papa Francisco decidió cómo quería que fueran sus funerales, qué se debía evitar y, sobre todo, dónde quería descansar.Eligió como tumba un pequeño cuarto junto a la escultura de la Virgen Reina de la Paz, dentro de la Basílica de Santa María la Mayor, un lugar con un profundo valor personal y espiritual. “Lo vi y pensé: ‘Ese es el lugar’. Y ya está preparado. Con la Virgen estoy seguro”.“El Vaticano es la casa de mi último servicio, no la eternidad”, declaró en una conversación con el periodista Javier Martínez-Brocal, recogida en el libro El Sucesor.Ahí dejó claro que deseaba una despedida sencilla, “con dignidad, como todo cristiano”. Nada de rituales exagerados. Su último acto también sería una reforma, pues no será depositado en tres ataúdes, como ocurre en estos casos, ni en un catafalco para después llevarlo a las Grutas del Vaticano. Tampoco se colocará junto a su féretro el báculo papal. Esa decisión lo convierte en el primer Papa en siglos que no reposará en San Pedro. Aunque no es el único Pontífice que eligió Santa María la Mayor como destino final: siete líderes católicos del pasado fueron inhumados ahí, el último de ellos en 1669.Tras la muerte del Papa Francisco inició el traslado de sus restos a la Basílica de San Pedro donde se le hará su despedida pública, que se espera sea multitudinaria, y una misa funeral que precede al entierro, el cual debe realizarse entre el cuarto y sexto día después del fallecimiento.Luego vendrán los “novendiali”, que son nueve días de luto oficial, y finalmente, el cónclave para elegir al nuevo Papa. CT