Jueves, 11 de Diciembre 2025

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La adorable locura de la FIL

Por: Pablo Latapí

La adorable locura de la FIL

La adorable locura de la FIL

El viernes pasado por la tarde en Expo Guadalajara. Uno de los días de mayor afluencia de la FIL. Desde la entrada se percibe el torrente humano: cientos llegando, cientos saliendo. Un río de personas avanzando en direcciones opuestas, chocando hombros, esquivándose con destreza, regalándose sonrisas. Qué locura. Pero qué adorable locura.

No es masa de estadio. Es otra cosa: es gente convocada por la emoción de los libros.

Quienes vienen son lectores… o están a punto de serlo. Todos tomarán un libro, escucharán a un autor, descubrirán una editorial, hallarán una novedad. Otros simplemente se dejarán arrastrar por ese oleaje emocional que 953 mil personas reunidas durante ocho días son capaces de generar.

Y esa es la cifra de esta edición 39: casi un millón de visitantes. 45 mil más que el año anterior. Un aumento del cinco por ciento que confirma la tendencia: cada año más gente, más movimiento, más FIL.

Entre ese mar humano, las celebridades se convierten en leyenda instantánea. Richard Gere caminando por los pasillos. Joan Manuel Serrat intentando ser escuchado, amagando con irse, quedándose al final. Multitudes siguiéndolos. Cámaras encima. Y operativos al borde del colapso porque, cuando las figuras internacionales llegan, la FIL deja de ser solo feria del libro: se vuelve fenómeno mediático, acontecimiento social, peregrinación cultural.

Eduardo Mendoza, Premio Cervantes y Premio Princesa de Asturias 2025, encabezó la presencia de Barcelona -ciudad invitada- con 69 autores y una inversión cercana a los 3 millones de euros. Más de 60 millones de pesos volcados en literatura, música, artes visuales, cine y arquitectura. A su lado, Leonardo Padura, escritor cubano, recibió el Doctorado Honoris Causa. Nombres que convierten pasillos en selvas imposibles de transitar.

Y claro, las opiniones se dividen. Los puristas reclaman que tanta euforia impide lo esencial: pasear sin prisa, descubrir autores, explorar editoriales pequeñas. Otros -los automovilistas- padecen la otra cara del éxito: durante ocho días, toda la zona alrededor del cruce de Avenida de las Rosas y Mariano Otero se vuelve un enorme nudo de tráfico. Conductores desesperados. Uber y taxis subiendo tarifas. Waze rindiéndose sin remedio.

Pero Karla Planter, Rectora de la Universidad de Guadalajara, sintetizó el espíritu de la feria en la conferencia de cierre: “La FIL es literatura, pero no solo es eso. Es donde los niños y las niñas se hacen ciudadanos, las ideas devienen en política y las emociones mutan en poesía. La FIL es un libro abierto, listo para leerlo, pero también para leerte a ti y decirte cosas tuyas que ni siquiera sospechas. La FIL es México, plural y polifónico, ruidoso y también relevante”.

Porque ir a la FIL es algo más. Es emoción en estado puro. Hay que estar ahí. Es la transformación de Guadalajara en capital mundial de las ideas. Es estar ahí, apretados en pasillos imposibles, buscando ese libro que nos cambiará un pensamiento, una emoción, una certeza.

Y cuando el domingo cierran las puertas y la estafeta pasa de Barcelona a Italia para la edición 40, queda el eco. El blues. La nostalgia anticipada. La certeza de que volveremos a entregarnos, sin resistencia, a esta adorable locura.

Porque la FIL no es solo feria del libro: es un ritual metropolitano. Es la celebración anual de lo que hace grande a Guadalajara. Un millón de personas. Ocho días. Una sola pasión.

Adorable locura que seguirá creciendo mientras Guadalajara siga siendo Guadalajara.

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