Domingo, 07 de Diciembre 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Alicia y Plath: metáforas del encierro mental

Por: Lucía Chidán

Alicia y Plath: metáforas del encierro mental

Alicia y Plath: metáforas del encierro mental

Recuerdo muy bien mis tardes de niña: recién bañada, cenada y con un rato contado de caricaturas antes de dormir. Una de mis películas favoritas era Alicia en el país de las maravillas. La adaptación de Disney del clásico de Lewis Carroll atrapó mi imaginación con sus flores cantadoras y criaturas que desafiaban toda lógica: un pájaro dodo con sombrero tricornio y peluca blanca, una oruga que fuma narguile, un conejo torpemente apresurado. Como adulta, sé que más de un detalle se me escapó; quiero volver a verla, leer por primera vez el libro y observar a Alicia con otros ojos.  

Quizá por eso, cuando hace unas semanas encontré en un aeropuerto un ejemplar llamativo de La campana de cristal, de Sylvia Plath, algo en mí regresó a aquel imaginario infantil. Los días de aeropuerto son de libro y de café, se sabe. Empecé a leer sin expectativas; aun así, confieso que por falta de atrevimiento para enfrentar de golpe la historia de Sylvia, preferí escribir primero sobre Alicia.  

Mientras leía, un flashazo me devolvió a esas tardes de caricaturas. Alicia, ansiosa por alcanzar al conejo del reloj, obedece las instrucciones de un frasco y de una galleta. Crece, se encoge, pierde proporción. En su frustración, rompe en llanto. Sus lágrimas de gigante inundan la habitación y, un nuevo cambio repentino la reduce tanto que termina atrapada dentro del mismo frasco del que había bebido. Ahora sí, parece que todo está perdido.  

La niña navega por el mar de sus propias lágrimas dentro de un bote improvisado, pidiendo ayuda a animales navegantes que no le prestan atención. Nadie parece escucharla. Alicia está, literalmente, enfrascada en un problema que ella misma provocó, y sus opciones de salida se vuelven cada vez más absurdas.  

Para Sylvia Plath, la campana de cristal representaba un encierro similar: un espacio transparente de aislamiento, donde el aire se vuelve irrespirable. Esther Greenwood, su protagonista, ve perfectamente hacia afuera, y quienes la rodean creen también verla a ella, pero hay una barrera invisible entre ambos mundos. Una barrera que no se rompe con fuerza de voluntad, tan sutil que los demás podrían no notarla nunca. 
 
La novela de Plath habla de locura, pero vale la pena decirlo claramente: la “locura” es solo el nombre que pone el exterior cuando no percibe ese vidrio que separa al que sufre del resto del mundo. Quien está dentro no ha perdido la razón; ha perdido el aire.  

La asfixia extingue la vida. Plath lo sabía. Su novela registra la pelea silenciosa de una depresión tratada a punta de sanatorios y electroshocks, pero también la soledad de una mujer joven cuyo sufrimiento no encajaba con las expectativas de su época. Esther debía ser brillante pero dócil, sensible pero funcional, ambiciosa sin dejar de ser encantadora. Igual que Alicia, se esperaba de ella que creciera y se encogiera a voluntad para caber en un mundo en el que siente que no pertenece.  

La diferencia es que Alicia, finalmente, despierta. Plath no. La protagonista de su novela mimetiza los acontecimientos de la vida de la autora. Comienza con un viaje a la gran ciudad: la estructura narrativa tradicional nos diría que es el comienzo de una gran hazaña. Pero para Sylvia, para Esther, es el inicio de las lágrimas que terminarán ahogándola.  

Un mes después de la publicación de La campana de cristal, Sylvia Plath pierde el aire. Su muerte no fue un gesto romántico ni una proclamación poética, sino la consecuencia de una asfixia larga, silenciosa e incomprendida. Nadie escuchó sus golpes a tiempo; nadie vio el grueso vidrio que la separaba del resto del mundo.  

Tal vez por eso estas dos historias -una infantil, una devastadoramente adulta- se espejean en mi memoria: ambas hablan del peligro de llorar sin que nadie mire. De la fragilidad de quien se hunde en silencio. Y me invitan a levantar los ojos, a voltear a ver a los que están más cerca, acercarme y descubrir si puedo abrazarles, o si entre nosotros también se alza una campana de cristal.  

@luciachidan
 

Temas

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones