Murió el Papa Francisco. Su ausencia se lamenta. Y enseguida aparece una pregunta en el horizonte: ¿Quién será el próximo Papa? Y de ésta, se derivan muchas otras.¿Y por qué no un mexicano?El primer requisito está salvado: habrá mexicanos en el cónclave, ese encuentro selectísimo en el que los cardenales de la Iglesia se encierran herméticamente y definen, con el auxilio del Espíritu Santo, a quien debe ser el siguiente Sumo Pontífice. Son los cardenales Francisco Robles Ortega y Carlos Aguiar Retes, arzobispos de la Arquidiócesis de Guadalajara y la Arquidiócesis Primada de México.La primera sensación es de incredulidad. Resistencia. ¿Pero alguien hubiera apostado por la renuncia de Benedicto XVI y la elección posterior de Francisco?Es un punto de partida.Pero en el interés de la Iglesia pesan más las razones de fondo que la simple acumulación de anécdotas en su historia de dos milenios, así que propongo encontrar algunos motivos que permitan responder, ¿y por qué no un mexicano?En el contexto del catolicismo latinoamericano, México es una nación potencialmente más representativa que la república de la Argentina (país de origen del Papa Francisco), si el colegio cardenalicio considera la continuidad latinoamericana, y que el Papa puede ser mexicano. Su población católica es mucho mayor y sus tesoros religiosos –la Virgen de Guadalupe, su histórica y masiva devoción mariana, su Revolución Cristera– son más evidentes y han contribuido durante siglos a la construcción de la identidad católica en el que era llamado el “Nuevo Mundo”. Robles Ortega y Aguiar Retes serían representantes de esa mexicanidad.Hay puntos adicionales: ambos cardenales son hijos de la Iglesia mexicana, del clero diocesano. Su formación y visión eclesiástica es diferente (no mejor ni peor) de la que tuvo el cardenal Jorge Mario Bergoglio, formado en el seno de la Compañía de Jesús y heredero directo, también, de una conciencia más europea que la mestiza de los cardenales mexicanos.Las crónicas de los “vaticanistas” destacan, por otra parte, rasgos imprescindibles de los cardenales que son “papables”: su profunda formación académica y su cercanía con la curia vaticana. Digamos que deben ser pastores más internacionales y menos localistas, como aparentemente son los arzobispos de Guadalajara y Ciudad de México. Pero es una mera percepción, porque también abundan en Latinoamérica cardenales de otras naciones que son representantes del clero diocesano. Opciones no faltan.Por otra parte, y esa es una lectura muy propia del lenguaje de los medios de comunicación tradicionales, se insiste desde ahora que en la elección del próximo Papa se enfrentan severamente los conservadores que repudiaron el reformismo del Papa Francisco y, justamente, los progresistas que se consolidaron durante sus 12 años de papado. ¿De qué lado se ubicarían los cardenales mexicanos? ¿Conservadores moderados?Se subraya igualmente que los cardenales eligen un nuevo Papa más anciano o más joven, calculando que el resto de su vida sume un papado largo o corto (frente a los 12 años de Francisco, Juan Pablo II gobernó la Iglesia casi 27 años). Francisco Robles tiene 76 años; Carlos Aguiar, 75.Estos son algunos de los factores que, se dice, pesan en la determinación de los electores. Quedan muchos otros fuera de la visión de los simples mortales.Y aunque no se trata de una apuesta sino del futuro de la institución religiosa más influyente del planeta, ¿no podría un Papa mexicano mediar en el complejo proceso en el que ha entrado la potencia norteamericana, con una enorme población latinoamericana? ¿No podría conducir también un proceso interno de la Iglesia Católica, que aún se debate con sus problemas crónicos? ¿Por qué no?