Ya sé, ya dijo, este es uno de los muchos que ante la avasalladora victoria de López, ya se está buscando congraciar con el nuevo todopoderoso. Sin decir de esa agua no beberé – ya ve que hasta a Juanito le terminaron doblando las manos – debo sí justificar el título que puse a esta columna.Y es que, a semana y media de su elección, el presidente electo está tirando al suelo la mayor parte de sus aparentes posturas en materia económica. Esto, a mi no me da gusto por exhibirlo como incongruente o para restregarle en el rostro a sus aplaudidores el hecho de que eran sus ideas eran absurdos épicos. Me da gusto pues muestra que está consciente de la realidad económica mundial y del país y que, en palabras de su próximo secretario de Hacienda “...nosotros (la economía mexicana), a los ojos del mundo somos casi un `oasis`...”.Esto último ni por error significa que vivamos en Dinamarca o algo por el estilo. El país está plagado de contrastes y las lacerantes desigualdades y marginación están a la vista de todos. Sin embargo ello no supone que el país sea irrelevante económicamente, ni que, con todos los defectos que pudieron haber tenido los gobernantes del periodo neoliberal, se han tenido crecimientos sostenidos a tasas aceptables.Así, habrá que considerar como excelentes los siguientes puntos:Por eso, desde aquí se aplaude la ortodoxia económica de López Obrador quien está actuando – en esta materia – completamente en contra de aquello que nos hacía temer su presidencia.