Viernes, 19 de Abril 2024

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Tequila

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Tequila

Tequila

El presbítero José Rosario Ramírez Mercado, Padre Chayo, es hiperquinético; no puede estar un minuto en paz. Tiene la manía de dibujar en servilletas o pequeñas hojas de papel, que siempre lo acompañan, el rostro de alguien del entorno. De amena plática es viajero pertinaz. Atento siempre a los acontecimientos del mundo contemporáneo, dispuesto permanentemente a conocer, espíritu abierto, nos convocó, a José Herminio Jasso Álvarez, Gabriel Gallo Álvarez y a su servidor para ir y conocer, en la ciudad de Tequila, el nuevo Centro Cultural Beckmann Gallardo; que a iniciativa y con recursos propios ha puesto al servicio de la sociedad Don Juan Beckmann, propietario de una muy acreditada marca de esa maravillosa bebida que alegra los corazones de quienes la consumen, nosotros entre muchos.

Montados en el caballo de acero tomamos, no las de Villa Diego, sino el camino a Tequila. En poco menos de un hora estábamos ingresando al Museo que forma parte del Centro. La primera impresión fue muy agradable. Se trata de un amplio edificio obra del arquitecto Jorge Loyzaga, adaptado ex profeso para contener el acervo consistente en una colección de carruajes de épocas anteriores, objetos relacionados con el deporte nacional: la charrería. Una exhibición del pintor y escultor zacatecano Manuel Felguérez. El repositorio alberga, además, la colección prehispánica del arqueólogo Alexander Wuthernau y la exposición “Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano”, propiedad de Fomento Cultural Banamex.

Comentario: Un museo no es solo una serie de objetos inanimados. Cada pieza tiene una historia. Ahora, cuando el mundo se amplificó de tal manera que se perdieron los límites y la noción de muchas cosas, es importante conocer lo nuestro para reconocernos como parte de algo, de nuestra ciudad, estado o país.

Concluido nuestro recorrido por el museo le dimos una caminadita al Centro Cultural y a la plaza municipal, en donde más de un parroquiano descubrió al Padre y le entró a la guáguara.

Más tarde, a insistencia del Padre nos trasladamos a “Los Jilgüeros”, un restaurante en el municipio de El Arenal, en el que tiene la vara alta. 

Platicamos sobre la importancia de la cultura y nuestra obligación de fomentar todas aquellas manifestaciones que fortalezcan nuestra identidad, de ahí lo trascendente de iniciativas como las que hechas ladrillos ayudan a entender nuestra compleja realidad.

Qué bueno que quien ha hecho fortuna con su inteligencia y esfuerzo la comparta con sus semejantes. El capital, cuando pierde su sentido social pierde su razón de ser. Muchos de los problemas que hoy vivimos se deben a ese recalcitrante egoísmo que corrompe a quienes, beneficiados de vivir en sociedad, piensan que todo se lo deben a “su trabajo” y algunos piensan, incluso, que nadie salvo ellos, son merecedores de todo.  Imaginemos un mercado sin compradores. Imposible. 

La sociedad funciona porque cada cual desempeña una responsabilidad, una encomienda. 

¿Pudiéramos imaginar al Padre vendiendo cacahuates en lugar de orientarnos con sus sabias prédicas? No.

La tarde está cayendo, es hora de recogerse y agradecer los bienes recibidos, el mejor de ellos, la amistad

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