Viernes, 27 de Junio 2025

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Temporada de turbulencia; abróchense su cinturón

Por: Ismael del Toro

Temporada de turbulencia; abróchense su cinturón

Temporada de turbulencia; abróchense su cinturón


Desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia, México ha vivido una temporada de ajustes institucionales tan intensa como inédita. No solo ha considerado cambios de política pública, sino que ha incluido una verdadera reingeniería de los pilares del Estado mexicano. El país ha entrado en una zona de turbulencias internas, en donde la arquitectura institucional levantada durante la transición democrática -particularmente desde 1997- ha sido objeto de una intervención profunda y en muchos de los casos, de un desmantelamiento progresivo.

Así, la turbulencia global, marcada por tensiones geopolíticas y económicas, encuentra en México un espejo interno: la agitación política y la transformación de los equilibrios de poder. El gobierno de López Obrador apostó por una serie de reformas que, aunque en su discurso buscaban “regresar el espíritu social a la Constitución”, en la práctica implicaron una centralización del poder y la reducción de los contrapesos institucionales. El llamado Plan B, el Plan C y ahora, bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, lo que algunos medios han bautizado como el “Plan D”, no son más que capítulos de una misma historia: la construcción de un nuevo entramado político, un nuevo modelo de Estado, cuyo perfil final aún no se define con claridad.

En los últimos días del sexenio anterior se aprobaron paquetes de reformas que modificaron el sistema judicial, la organización electoral, la seguridad pública y la estructura de los organismos autónomos. La llegada de Sheinbaum lejos de frenar este proceso lo ha acelerado y profundizado. El paquete legislativo recientemente enviado al Congreso -que incluye temas ambientales, de seguridad, telecomunicaciones, justicia y reorganización institucional- es solo la punta del iceberg de una estrategia que busca consolidar un nuevo pacto político, que se erige sobre las ruinas de los mecanismos de control y equilibrio que caracterizaron la transición democrática.

El resultado es un país -otra vez- en plena transición, caracterizada ahora tanto por el fuerte desvanecimiento del Estado corporativo priista y el modelo neoliberal de los noventa, como por el empuje de una nueva mayoría parlamentaria que, por ahora, parece imparable. La oposición, aunque vigorosa en su discurso, ha visto reducido su margen de maniobra ante la aplastante mayoría de Morena y sus aliados en ambas cámaras. El famoso “círculo rojo” de la capital ha perdido parte de su influencia de cara a la nueva realidad política.

Sin embargo, lo más sorprendente de este proceso es que, a pesar de la polémica y el descontento en ciertos sectores, los líderes de la llamada Cuarta Transformación (4T) mantienen altos niveles de aprobación. De acuerdo con encuestas recientes, la gestión de la 4T sigue siendo valorada positivamente por la mayoría de la población, incluso en áreas tan sensibles como la economía, la seguridad y la igualdad de género. Esto sugiere que, más allá de los debates en los medios y las redes sociales, existe un respaldo social a la transformación institucional que está en marcha.

El futuro de México, en este contexto sigue siendo incierto. Las reformas judiciales, electorales y de seguridad están apenas en proceso de implementación, y sus efectos aún no se pueden medir con precisión. Lo que sí es evidente, es que el país se encuentra en una zona de turbulencias, en la que los ajustes institucionales han generado un resquebrajamiento entre el viejo y el nuevo régimen. El nuevo modelo político que emerge, parece buscar una total ruptura con los modelos que le antecedieron y apostar por una nueva transformación del Estado mexicano. Habrá que esperar la evidencia para confirmar la orientación -afortunada o desafortunada- del sentido de la transición política en curso. 

En conclusión, estamos ante una temporada de ajustes profundos, en el que los cinturones de seguridad institucional y política deben estar bien abrochados. El país se encuentra en un proceso de reinvención y aunque el destino final es aún desconocido, el viaje promete ser todo menos tranquilo. Más allá del círculo rojo y los debates mediáticos, México está escribiendo una nueva página de su historia y lo hace, por ahora, con el respaldo de una mayoría social que parece dispuesta a vivir este cambio, por complejo que resulte. Así que, abróchense los cinturones: las turbulencias apenas comienzan.

@DelToroIsmael_
 

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