Viernes, 19 de Abril 2024

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Predicar con el ejemplo

Por: Cesáreo Escobedo

Predicar con el ejemplo

Predicar con el ejemplo

Dentro de su libro Las 48 Leyes del Poder, Robert Greene explica un aspecto que, considero, es un pilar esencial de lo que debería ser un líder político. La ley del poder número 25 que menciona dentro de su obra, se refiere a la idea de la recreación de uno mismo. Greene parte de la premisa que la personalidad del ser humano es maleable. Al explicar esta “ley”, hace alusión a varias historias y moralejas interesantes y poco practicadas por los líderes de una nación.

El capítulo se centra alrededor del famoso político y militar romano, Julio César. Se ejemplifica cómo Julio César fue probablemente la primera figura pública en reconocer la importancia y la relación que existe entre el poder y el teatro. En varias ocasiones llamó la atención del pueblo romano al organizar eventos que incluían peleas de gladiadores y cacerías de animales salvajes financiadas por él mismo. Con estas prácticas, cautivando al pueblo romano, Julio César aumentó su popularidad exponencialmente con el tiempo.

Tras derrotar a Pompeyo y convertirse en dictador, Julio César se enfocó primordialmente en sus campañas militares y en el símbolo que crearía alrededor de la misma. Utilizó la teatralidad al momento de dirigirse a las batallas en su caballo, plantándose en el centro de su ejército. Al ser el primero en alistarse a la batalla, Julio César inspiraba a su gente y se volvió un símbolo de liderazgo genuino que no sólo daba órdenes, sino que ponía las manos en el fuego por su gente. De esta manera, según varios historiadores, su ejército siempre fue el más leal hacia su jefe y lo terminaron admirando.

Parece que la mayoría de nuestros líderes políticos actualmente usan la teatralidad, pero con un método menos favorable: “Divide y conquistarás”. En lugar de unirnos, crean claras divisiones sociales que únicamente causan resentimiento entre la población. Como consecuencia, al existir dos grandes grupos sociales, a largo plazo se perjudicará la identidad mexicana. Esto nos lleva a concluir que aunque muchos de nuestros políticos entienden la teatralidad, no utilizan la manera más benéfica de implementarla.

Más allá de la sed de poder y el reconocimiento, necesitamos un líder que genuinamente tenga como propósito unir al pueblo por medio de sus acciones. Necesitamos un líder que ejerza su teatralidad más allá de la oratoria y que funja como un símbolo de esperanza, no para un porcentaje sino para la totalidad de la población. Un líder que nos recuerde de dónde venimos y hacia dónde vamos como nación, sobrepasando los intereses políticos. Necesitamos un líder que enaltezca nuestra historia, nuestra cultura y nuestra esencia. Necesitamos un líder que en lugar de dividirnos entre “chairos” y “fifís”, nos perciba como nuestro mayor regalo y orgullo: ser mexicanos.

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