Jueves, 28 de Marzo 2024

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¿Por qué el voto vale igual?

Por: Guillermo Dellamary

¿Por qué el voto vale igual?

¿Por qué el voto vale igual?

En la incipiente democracia actual, no admitimos que hay mucha diferencia entre las personas y por lo tanto vale lo mismo el voto del ignorante que del culto, del que no paga impuestos del que sí, del que tiene ética y del delincuente ¿Por qué sucede esto?

Para votar sólo se necesitan tres cosas, ser mexicano, tener 18 años y contar con la credencial actualizada. Nada más. Cualquier otra característica no importa ni se toma en cuenta a la hora de elegir a los representantes populares o a los gobernantes.

De aquí que muchos estudiosos de las ciencias políticas, argumentan que las decisiones, en un modelo así, las toman las masas amorfas e ignorantes.

El mismo Platón en la República argumentaba que sería un grave error ponerse en manos de cualquier persona cuando se está enfermo, o subirse a una nave conducida por un ignorante para cruzar el mar ¿Cómo es que dejamos que una nación no sea gobernada por los más calificados y dejamos la decisión en el pueblo, que tampoco lo es?

El voto se ha reducido a la cantidad, la mayoría nos impone su poder. Lo que piensan los más cultos y preparados, es avasallado por la muchedumbre ignorante.

La lógica de la auténtica democracia debería de ser que sólo los más preparados y capaces podrían ser candidatos. Todo bajo un escrutinio muy similar al que se lleva a cabo para elegir a un candidato a dirigir una importante empresa. Se selecciona y contrata al que mejor pueda desempeñar el cargo, después de una serie de evaluaciones y entrevistas. En cambio en nuestra infantil democracia, el que levanta la mano y se cree capaz y convence con su demagogia a los demás, fácilmente llega a una candidatura.

No debería de valer lo mismo el voto del que paga impuestos, del que no lo hace; como tampoco debería de tener el mismo peso político el voto del universitario, que del que no ha puesto un pie en una aula de clases.

Al igual que no debería de ser igual el voto del que no tiene interés y ni siquiera estudia las diversas propuestas políticas, del que sí lo hace con particular empeño.

Yo no me subiría a una nave que fuera conducida por un hombre que diga que sabe hacerlo y que además fue elegido por una mayoría que voto por él, que tampoco sabe nada sobre la conducción de un barco.

La auténtica democracia no puede estar sólo en manos de la ignorancia, de las decisiones cuantitativas, de una reducción al mínimo de exigencias para poder votar.

Sugerimos, que así como el INE al elegir al azar a los participantes ejecutivos de una casilla electoral y los capacita, también sólo los votantes que han demostrado comprender y distinguir las diferentes propuestas políticas y tener una conciencia y el conocimiento de la política, demostrada en un examen, deberían de ser los únicos aptos para ejercer el voto.

Debemos exigirnos más cultura política.
 

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