Viernes, 26 de Abril 2024

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Por la cruz de mayo

Por: Juan Palomar

Por la cruz de mayo

Por la cruz de mayo

Desde hace muchos siglos, el muy noble gremio de los albañiles se acoge al patronazgo de la Santa Cruz, cuya festividad -su invención- se celebra, precisamente, en este día. El maestro Díaz Morales contaba el origen de esta costumbre con su característica enjundia, con un auténtico fervor. Relataba como Santa Elena, madre del emperador Constantino, obtuvo de éste la anuencia para ir a Jerusalén con una reducida comitiva a buscar la vera Cruz de Cristo. Llegando la señora a la ciudad, se dio cuenta de que su búsqueda iba a ser muy ardua sin ayuda de algún grupo de habitantes. Realizó entonces las consiguientes invitaciones, y entre todos los gremios convocados nomás el de los albañiles se prestó diligentemente a la dificultosa búsqueda.

Decía GK Chesterton que lo más milagroso de los milagros es que suceden: y unas manos albañilas hallaron la cruz. De allí que los operarios de la construcción adquirieran el derecho, el honor y la devoción de tener desde entonces a la Santa Cruz como su patrona, y al tres de mayo como su día. La costumbre llega, vigente y lozana, después de dieciséis siglos, hasta hoy. En cada obra en edificación, desde muy temprano, el maestro de obras y su equipo se afanan en construir, con madera de la obra, una cruz. Proceden entonces a engalanarla con papel de china o algún otro ornamento. Y otro modesto milagro: no solamente la cruz es de la escala adecuada según el calado de la obra, sino que el emplazamiento de ésta siempre es el precisamente ideal. La edificación, por este procedimiento, adquiere una distinta significación, una dimensión bendita y un eficaz amparo contra los ciertos peligros que toda obra comporta.

El dueño de la obra, si se respeta, si en algo aprecia su papel de patrón, es quien lleva las viandas: entre nosotros, con frecuencia, pollo, tortillas, salsas y cerveza. Si el ingeniero y el arquitecto se tienen similar respeto, estarán siempre presentes en la fiesta, usualmente acompañados de sus colaboradores. De esta manera se establece una confraternidad única, un acuerdo renovado entre todos los integrantes del equipo cuya meta común es erigir, frente al futuro, sus venturas y amenazas, una honrada obra de los hombres capaz de hollar con dignidad la tierra y servir de habitación o estancia para las actividades de nuestra especie.

Como bien se sabe, la raíz griega de la palabra arquitecto quiere decir “operario principal”: albañil en jefe. Para el gremio de los arquitectos debería ser un honor -aún en estos tiempos seculares, y crea cada quién lo que quiera- ser tomados en cuenta y figurar junto a sus colaboradores en la más augusta, y sagrada, tradición del gremio. La reciente invención de una fiesta y un día “nomás para ellos” resulta lamentable. Y lo es porque tiende a reforzar un clasismo que debería haber sido superado hace mucho, porque intenta ensalzar la figura del arquitecto como alguien muy distante a los albañiles, quienes con tanta frecuencia saben dar lecciones de sentido común y del humor a los “titulados”. Y porque rompe así una milenaria fraternidad.

Sigamos festejando a la Santa Cruz cada tres de mayo, sigamos -creyentes y no- adhiriéndonos a una de las tradiciones más vivas y útiles con la que nuestros tiempos cuentan.
 

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