Viernes, 19 de Abril 2024

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Pésimos Patrones

Por: Antonio Ortuño

Pésimos Patrones

Pésimos Patrones

No he querido saber pero he sabido (y perdóneme el lector por volarle este inicio a Javier Marías, que arranca así su novela Corazón tan blanco) que una de mis vecinas, señora de alto copete sostenido por una tonelada de mousse, lleva cerca de un mes sin trabajadora doméstica y es la quinta vez que se queda así en el año. Digo que no he querido saber porque francamente lo que les sucede a mis vecinos no suele importarme, a menos que hagan ruido o los amenace algún peligro que tenga yo forma de ayudarlos a evitar (por fortuna lo primero pasa poco y lo segundo, de momento, no ha llegado a suceder o yo a notarlo). Sin embargo, al pasear a los perros por la calle, acaba uno escuchando ciertas charlas y a la vecina, qué le vamos a hacer, le gusta contar sus desdichas por teléfono mientras riega el jardín.

Su anterior trabajadora se fue por la sencilla razón de que le pagaba poco y mal y agarró un mejor empleo en otra casa. Es el caso de miles y miles de empleadas domésticas, mal pagadas y despojadas, de inicio, de prestaciones legales. Son miles, a su vez, las familias de clase media o alta que contratan trabajadoras domésticas y las sobajan, les pagan tarde y mal y se desentienden de asuntos como vacaciones, salud, aguinaldos… Raros son los “patrones” que se ocupan de enterarse si su trabajadora cuenta con seguridad social (por vía familiar, por ejemplo) o podrían dársela. Y de las demás prestaciones, ni hablar: creen que mucho hacen pagándoles el salario y se quejan, además, de sus servicios.

Esto no significa que las trabajadoras sean santas (lo aclaro porque no quiero que me lleguen diez cartas con historias de cómo las de los lectores robaron joyas o el dinero del cajoncito o lo que sea) sino que el marco legal en el que laboran les es desfavorable e injusto. Nadie me tiene que contar nada al respecto: la nana de mis hijas se fue de la casa luego de saquearles la alcancía a las niñas a la que había cuidado por años, aunque tenía seguro social, vacaciones, aguinaldo y se le pagaba con rigor prusiano. Esas cosas pasan. Pero no creo que sean la mayoría de los casos y no tienen que ver con el eje del tema: ¿cuántos ejecutivos saquean a sus empresas sin que la gente ande diciendo por todos lados que los ejecutivos son unos ladrones?

Hechas estas puntualizaciones, sigo con el caso de la vecina. Mi hipótesis al respecto tiene que ver con dos temas esenciales: el clasismo (que la lleva a la arrogancia y el maltrato y a pagar tarde y mal, porque las posibilidades de que las trabajadoras le metan pleito y ganen son escasísimas) y el racismo (que la lleva, de nuevo, a la arrogancia y el maltrato). ¿Cómo sé esto? Porque cuando ha venido a casa un amigo que es moreno, la señora lo mira feo y hasta ha llamado a la patrulla de la colonia, aunque mi amigo, que viene en bicicleta, es profesor, activista por las mejores causas y un pan de dios (y aunque no lo fuera, caray). Porque al verme en las fachas en que suelo pasear a los perros me tomó un día por recolector de latas y me ofreció tres pesos por llevarme un costal de su cochera. Porque (sin querer saberlo, pero sabiéndolo, porque grita) ha acusado a todas sus empleadas de robarla y jamás ha sido verdad.

Por eso, justificadamente, nadie quiere trabajar con ella. Y no se lo digo en persona porque no tengo ganas de que llame a la patrulla por decírselo.

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones