Miércoles, 08 de Mayo 2024
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Paridad de género, disparidad de voluntades

Por: Diego Petersen

Paridad de género, disparidad de voluntades

Paridad de género, disparidad de voluntades

No estoy seguro si las normas de paridad de género que emitió el Instituto Electoral nos deberían de dar orgullo o vergüenza. Es sin duda motivo de orgullo que las consejeras y los consejeros, en ese orden, hayan impuesto a los partidos mecanismos para que dejen de simular y, ahora sí, cumplan con lo que marca la Constitución y con las tesis que al respecto ha emitido la Corte. Lo que da vergüenza es que hayamos tenido que llegar a este tipo de sobre reglamentación por el machismo subyacente en toda la sociedad, pero particularmente en la política. 

Una sociedad que renuncia voluntariamente a la mitad de su inteligencia es realmente torpe: eso es el machismo y su práctica es digna de diván. ¿Quién en su sano juicio puede pensar que las mujeres son menos aptas para tomar decisiones, o soportan menos el estrés, o están menos preparadas para las tareas de gobiernos? Y subrayo en su sano juicio porque hay muchos que realmente lo creen. La realidad ha demostrado todo lo contrario. Cuando, desde el poder, las mujeres logran romper la lógica machista (porque tristemente algunas de ellas solo lo replican) los resultados suelen ser inmediatos. 

Los partidos enfrentan un gran problema. No solo tienen que nombrar candidatas en la mitad de los municipios, sino que deben de hacerlo en aquellos donde hay posibilidad de ganar. Estas candidatas deben, además, llevar como suplentes en la fórmula a otra mujer, para evitar simulaciones como sucedió con las famosas “juanitas”, que al llegar a la Cámara renunciaron para que entraran los varones. Están parados de pestañas y en corto todos aceptan que no saben cómo van a resolver el problema, pues no tienen la cantidad de cuadros de mujeres necesarios para cubrir la cuota. 

La verdad es que sí los tienen, pero nunca los dejaron crecer, pues la lógica machista ha impuesto incluso las lógicas de trabajo y me atrevería a decir que hasta los espacios y los horarios: la política se hace en restaurantes, a la hora de la comida, o en las noches y con alcohol, lo que de entrada lo hace imposible para cualquier mujer que tiene, por razones culturales si se quiere, pero finalmente reales, que atender a los hijos, darles de comer, asegurarse que vayan a la escuela, resolver problemas domésticos, etcétera, pueda atender las demandas de la política actual.

El resultado de esta política pública deberá reflejarse en el 2018 en el número de mujeres encabezando municipios y ocupando las sillas de diputados y regidores. Pero a mediano y largo plazo debe transformar la forma de entender, hacer y vivir la cosa pública. Para ello se requiere que no solo exista una paridad de género sino también una paridad de voluntades, que los hombres entendamos esto no como una graciosa concesión sino como una inteligente decisión, y eso me temo, aún está lejos de cumplirse.

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