Domingo, 05 de Octubre 2025

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Para abrir apetito

Por: Abel Campirano

Para abrir apetito

Para abrir apetito

La semana pasada, aunque brevemente, recordamos al café y restaurante Valencia, el que conocíamos como el “del changuito”, que se encontraba en la hoy Avenida López Mateos, antes Calzada de los Ingenieros, allá por el rumbo del Club Hípico y Campo de Polo en la Colonia Chapalita.

El artículo en cuestión despertó el interés de varios lectores por recordar algunos otros lugares que antes frecuentábamos los tapatíos, y con gusto atiendo su sugerencia.

No recuerdo exactamente si por la calle de Vidrio o la de Mexicaltzingo, casi en su cruce con la Avenida Tolsa, estaba otro lugar muy frecuentado por las familias tapatías de la zona centro-poniente y las colonias de alrededor; era un merendero llamado “Don Tomasito”, en el que se vendía la clásica cena de la comarca: pozole, taquitos dorados, tostadas, enchiladas y el clásico tepache.

Por cierto, el tepache, para información de aquellos que no son oriundos, es una bebida fermentada elaborada a base de cáscaras de piña con algo de pulpa; se le añade piloncillo y especias. Es una bebida con cierto contenido de alcohol y de sabor muy agradable, y los entendidos dicen que “sirve para repetir” y facilita la digestión, sobre todo después de una nada frugal comida; más eficaz resulta cuando se le agrega una cucharadita de carbonato, que le produce inmediata efervescencia, por lo que debe beberse con rapidez.

Bueno, pues en “Don Tomasito”, igual que en el Valencia, también tenían servicio en el auto, con el mismo procedimiento de solicitar la presencia del mesero encendiendo y apagando las luces del automóvil, aunque muchos preferían estacionar e ingresar al interior del local para consumir con más comodidad. Poco a poco fue decayendo, pero mientras estuvo abierto era de los sitios preferidos para ir a cenar.

Un lugar que también ya desapareció, y no sé si ustedes hayan ido alguna vez a visitarlo, era una taquería que estaba por la Avenida Vallarta, entre la calle Pavo y la hoy Calzada del Federalismo, en la acera sur, y se llamaba “Tacos Especiales”.

Estuvo abierto bien entrada la década de los setenta, es decir, hace casi cincuenta años (caramba, cómo pasa el tiempo). No tenía mucho frente, pero se ensanchaba conforme uno ingresaba a su interior. Al lado derecho del ingreso estaban las torteadoras y las cocineras, afanadas en surtir los pedidos de esos deliciosos tacos cuyos guisos estaban en sus correspondientes contenedores, donde había para todos los gustos. Al ingresar al establecimiento iba uno viendo, a través del vidrio de protección, las suculencias que ofrecían, un verdadero festival de platillos diversos.

Y vaya que había variedad de guisos; les mencionaré algunos y, sin duda, se le abrirá el apetito: mire, había tacos de carnitas, de costillita, de papas con chorizo, frijolitos, panela, rajas, mole rojo, picadillo, mole verde, quesadillas naturales y con flor de calabaza, nopales, tinga, cochinita pibil, asada, pastor, adobada, panela, chorizo, chicharrón en salsa roja o verde, guacamole, lengua en salsa verde, sesos, y lo mejor de todo es que las tortillitas estaban recién hechas y además del tamaño apropiado para aplicar la regla de tres simple: de tres bocados comerse el taco.

Los tapatíos somos de buen comer, no cabe duda, y además muy antojadizos. La oferta gastronómica inicia temprano en la mañana con un menudito con libro, callo grueso y delgado, pata, manzana, su cebolla, oreganito y chile de árbol; si prefiere a media mañana una tortita ahogada, al mediodía un buen plato de birria de chivo, y para amarrar, si aún le queda espacio, vamos a una cenaduría. Claro, se requiere tener muy buen apetito, la cartera repleta y un estómago de acero. Y luego por eso nos andamos quejando de que no cabemos en la ropa.

Dejando atrás el chascarrillo, hablando de las cenas, en los barrios de la ciudad y en las colonias populares es común todavía ver, a eso de las 7 de la noche, cuando empieza a oscurecer, ahí está la familia del barrio sacando las mesas de lámina que tienen los emblemas de las cervecerías o las empresas de refrescos, y debidamente cubiertas con los mantelitos de plástico multicolor, cuadraditos o floreados, y por supuesto el anafre y el comal.

En las mesas hay vasos que tienen servilletas adentro, otros tienen los cubiertos y las cazuelitas de barro o los platos hondos de plástico que sirven de recipientes de las salsas; los caballitos o las cañitas que alguna vez estaban rebosantes de tequila, ahora están rebosantes de palillos, y una que otra botella vacía de salsa Búfalo también llena de palillos.

No puede faltar el platón de los rabanitos, la cebolla, la fruta en vinagre, y a hincar el diente a los taquitos dorados, sopes, flautas, tostadas de lomo o de pata (completa o deshuesada), las quesadillas fritas, las gorditas o las enchiladas, el pozole con carnaza, con su dotación generosa de lechuga y el infaltable limón, que todo buen tapatío sabe que es algo imprescindible. Y para que la comida no se atore, el agua de jamaica o de horchata o los refrescos. ¿El postre? Una jericalla.

El ambiente en esas mesas es cálido, amable, nos recuerda la vieja Guadalajara donde todo mundo se conocía. Allí, en la mesa de la cenaduría de la calle, no hay diferencias sociales, ni religiosas ni políticas; todo mundo comparte literalmente la salsa, la sal, las servilletas, los limones y la verdura, todos disfrutan de su platillo favorito, y cuando alguien se sienta a la mesa invariablemente saluda a los comensales, aunque no los conozca, y lo mismo pasa cuando alguien se levanta y se despide deseando a todos buenas noches, buen provecho, y se marcha con su infaltable palillo en la boca.

Estas son algunas evocaciones de aquellos tiempos en nuestra noble y leal. Ya en otra oportunidad abordaré de nuevo el tema, porque vaya que hay historias que contar. Les deseo un excelente domingo y aquí los espero en EL INFORMADOR la próxima semana, si Dios quiere, con su aromático cafecito acompañado del bísquet con mantequilla y mermelada. Por cierto, ¿se les abrió el apetito?

lcampirano@yahoo.com

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