Martes, 21 de Mayo 2024

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Pandemia año uno

Por: Rubén Martín

Pandemia año uno

Pandemia año uno

En medio de un tiempo líquido, que en ocasiones se nos vuelve eterno y en otras muy rápido, llegamos al año uno del confinamiento provocado por el Covid.19, decretado justo en marzo de 2020 como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su impacto en la vida cotidiana de la humanidad ha sido de tal magnitud que, por primera vez, de manera simultanea el planeta entero paró sus actividades productivas, económicas y recreativas para obligar a miles de millones de personas a confinarse y evitar contagiarse del virus Sars.Cov-02. 

Detectado apenas a fines de diciembre de 2019 en China, el coronavirus se expandió por Europa occidental y Estados Unidos en febrero y por el resto de América a partir de marzo.

Hasta ayer, en el mundo se contabilizaban 119.5 millones de contagiados y 2,650,868 de decesos. En México había 2,352,147 de contagios y 193,851 personas fallecidas, alcanzando el tercer lugar mundial por debajo de Estados Unidos y Brasil y superando incluso a la India, el segundo país más poblado del mundo. En Jalisco ayer se reportaron 226,812 contagiados y 10,782 personas fallecidas, con el pico más alto de contagios registrado en enero pasado. 

Tengo la impresión de que en la primera parte de la pandemia, parecía que la emergencia sanitaria nos cambió la perspectiva de la vida al manifestarnos que lo esencial era la vida, tener salud y tener un lugar donde resguardarse. Nos obligó a no dar por sentado las actividades cotidianas y a extrañar los encuentros postergados, los saludos y abrazos cancelados a familiares y amistades.  

En términos del funcionamiento general de la sociedad, se manifestó que ver jugar a Leonel Messi o un estreno en el cine no era esencial, pero sí el sistema de salud, de alimentación y el surtido de las provisiones con todos los oficios que hacen posible que esas actividades básicas se mantengan: enfermeras, médicos, trabajadores de sanidad, repartidores de comida y mercancías, cocineros, recolectores de basura y comerciantes de la primera línea. 

Se pensaría que la pandemia nos obligaría a aprender de la lección y apostar por lo necesario para preservar la vida y no el mismo sistema social y productivo...

En este año uno de la emergencia sanitaria, además, se mostró la fragilidad de la sociedad actual y la pandemia como una suma de todas las crisis que arrastra la moderna sociedad capitalista: la crisis ambiental, la crisis del sistema de producción agroalimentario, la crisis de la deforestación y las crisis de los sistemas públicos, especialmente de salud, provocadas por las políticas de capitalismo depredador que llevó al desmantelamiento de lo público y la privatización de áreas esenciales para toda la sociedad.  

Y en esta crisis se develaron y manifestaron con contundencia las nocividades la vida natural que acarrea el actual modelo de producción y consumo: el capitalismo depredador con sus procesos de industrialización acelerada, la explotación y el extractivismo que depreda tierras y bosques y que crea los ecosistemas de donde surgen las zoonosis que se trasmiten mediante peligrosos y mortales virus como el Sars.Cov-02. 

Pareciera que de esta situación de severa crisis sanitaria y de un trastrocamiento radical de la vida cotidiana provocada por el obligado confinamiento nos llevaría a tener claras las prioridades en beneficio de toda la sociedad y no de minorías que controlan el poder y la riqueza. 

Y en esta lista de prioridades que benefician a toda la sociedad debería estar por delante la creación de sistemas de salud públicos universales con personal y recursos materiales suficientes; sistema agroalimentario saludable que evite las prácticas que crean la proliferación de virus; un sistema de seguridad social universal que evite que millones se queden sin nada en situaciones de crisis; el acceso universal e irrestricto a vacunas y medicamentos como bienes públicos y no cómo patentes propiedad de una corporación privada.

Pero a pesar de la magnitud de los cambios sociales y económicos que ha provocado la pandemia, no se están imponiendo estas prioridades en beneficio de toda la sociedad. No ha sido así. La mayoría de gobiernos del mundo impulsan medidas de vuelta a la normalidad que dan prioridad al restablecimiento de las actividades económicas y productivas por encima de garantizar lo esencial para no volver a caer en una emergencia sanitaria como la provocada por el Covid.19 

La pandemia aplicó un botón de emergencia casi generalizado y los gobernantes y los capitalistas impulsan la vuelta a la antigua normalidad productiva sin considerar que la vuelta al mismo sistema de producción y de consumo volverá a crear las condiciones para la producción de las siguientes epidemias y pandemias y de los nuevos confinamientos que volverán a provocar. 

Se pensaría que la pandemia nos obligaría a aprender de la lección y apostar por lo necesario para preservar la vida y no el mismo sistema social y productivo que nos trajo el año uno de la pandemia. Si no cambiamos el sistema, volveremos a estar confinados nuevamente. El problema no es el virus, el problema es el capitalismo. 

rubenmartinmartin@gmail.com

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